Bolivia: padres, huérfanos y viudas de la masacre de Sacaba exigen justicia
Leonardo Wexell Severo|
“Era un viernes 15 de Noviembre y veníamos, miles, en una Marcha pacífica desde el Trópico, cuando fuimos bloqueados en el Puente Huayllani, en Sacaba, e impedidos de seguir con nuestras Whipalas – bandera de identidad y autoestima de los pueblos indígenas – rumbo a Cochabamba. Los policías nos dijeron: esperen, en una media hora van a poder pasar. Pero luego surgieron cuatro o cinco aviones de guerra para asustar y, de la nada, los soldados comenzaron a gasearnos desde los helicópteros y a abrir fuego con sus fusiles”.
“No teníamos con qué defendernos ni cómo proteger a nuestras familias. Había niños. Hasta el momento hay diez muertos, más de 200 heridos (80% de bala) y nueve compañeros continúan presos siendo humillados diariamente.”, relató Juan Fernández, quien coordinaba la llegada de los padres, viudas, huérfanos y vecinos que se sumaron a la manifestación de solidaridad por justicia.
Donde el terrorismo de estado de los golpistas ha mostrado toda su cobardía, los familiares de las víctimas tomaron la iniciativa el lunes y, en medio de un mar de flores, llanto y odio, exigieron justicia y el fin de la dictadura de Jeanine Áñez en Bolivia. Al mismo tiempo, reclaman el arresto inmediato de Luis Camacho, el fascista de Santa Cruz de la Sierra, y del ex presidente Carlos Mesa, por sus acciones al frente de las bandas criminales.
Juan me lleva a ver a su hermano, Leopoldo, que yace en un coche a unos 50 metros de la concentración. No puede moverse, su pierna ha sido completamente destruida por un proyectil de grueso calibre que el gobierno golpista sigue afirmando que nunca ha sido disparado.
“Estoy destrozado por las armas de guerra. Tengo una fractura terrible y no puedo caminar, no puedo sentarme o ir al baño. Me siento una nada”, dijo Leopoldo Fernández, quien “era radiotaxista en Eterazama, a cuatro horas de aquí y vino a protestar por lo que es nuestro y nos fue arrebatado”.
Junto a él, su esposa Marina Orella llevaba en brazos a su hijo Johan, uno de los cuatro de la pareja, describiendo “el horror que ha sido estos días, en que Leopoldo no puede ir al baño, caminar o sonreír, porque está traumatizado”. Yo cuido de los pequeños y no hay nadie que pueda traer dinero a la casa. “Incluso mis hijos están traumatizados, son pequeños y lloran todo el tiempo. Todos nos sentimos muy heridos, porque la gente no sabe de este baño de sangre y del tamaño de este dolor. Los medios de comunicación no dicen nada, no informan nada y eso es injusto”, dijo.
Marina recordó “todo el horror” de aquel viernes, porque pensaba que su compañero había caído, como tantos otros. “Me llamó y sólo pudo decirme dos palabras: Estoy herido.” Imagínate el infierno que fue a partir de esas horas de angustia. Ahora luchamos por sobrevivir”, informó.
Reinado de impunidad y terror
Según el registro oficial, el número de manifestantes muertos en los diferentes “enfrentamientos” – en los que no perdió la vida ni un solo miembro de las “fuerzas del orden”, policías o soldados – asciende a 36 en todo el país. Según la Comisión de Ciudadanía y Derechos Humanos del Parlamento del Mercosur (Parlasur), hasta la semana pasada hubo 832 heridos y 1.513 detenidos.
La Comisión también denunció las “declaraciones, discursos y ataques de odio racial contra los pueblos indígenas del país, especialmente sus mujeres y sus símbolos”, así como las “graves amenazas, agresiones físicas y destrucción de viviendas”, siempre “dirigidas contra parlamentarios y líderes sociales, funcionarios y dirigentes de instituciones estatales independientes y organismos nacionales de promoción y protección de los derechos humanos”.
Condenando enérgicamente el golpe contra el presidente Evo Morales -reelegido el 10 de noviembre-, la delegación del Parlatino también advirtió sobre la “persecución de periodistas nacionales y extranjeros” por parte del gobierno en un intento de impedir que la verdad salga a la luz, como ocurrió con el impedimento a varios equipos de televisión argentinos.
Relatos de la monstruosidad
Quería seguir escuchando atentamente las historias de la familia Fernández, cuando Juan mismo me dijo que teníamos que irnos. Al principio no entendí la razón, que fue aclarada rápidamente. Cuando me di la vuelta, descubrí que la concentración de las flores era sólo una fachada para una reunión, que me reuniría con docenas de personas afectadas y pasaría el día escuchando informes de la monstruosidad.
Un operador de maquinaria agrícola, Herman Maldonado, perdió su ojo izquierdo, golpeado por fragmentos de bala. “Tenía mucho dolor, sangraba y me arrastraba cuando la policía me dio una patada en la cabeza. Quedé ciego de un ojo y la prensa aquí no dice nada, todos comprados, empeñados en derrotar al Movimiento al Socialismo (MAS) en las próximas elecciones. Al mismo tiempo, el gobierno quiere impedir que los periodistas extranjeros informen sobre lo que está sucediendo, una completa falta de respeto con nuestro dolor”, protestó Maldonado.
Con 18 años, “estudioso, amigo y dedicado trabajador agrícola”, Plácido Rojas Delgadillo fue el gran orgullo y compañero de sus padres, Don Telésforo y Doña Catalina. Lleno de planes y con una larga vida por delante, hubiera terminado su bachillerato este año, pero fue interrumpido abruptamente por un “traumatismo abdominal penetrante por arma de fuego”.
Vino a Sacaba para protestar contra la ofensa a las mujeres, ya que tan pronto como la extrema derecha, los prejuicios y el racismo llegaron al poder, empezó a ordenar el corte de trenzas, la agresión a las que llevaban pollera (las faldas tradicionales de las campesinas) o llevaban la Wiphala.
“Vino a protestar, como es el derecho de cada uno, pero recibió dos balas. Perdí a mi hijo porque ahora la Justicia ha abandonado a Bolivia”, declaró Don Telésforo, llorando. “Ni siquiera nos dejaron entrar al hospital. Mataron a Plácido porque luchaba contra la discriminación de los campesinos e indígenas, porque vino a defenderme a mí y a nuestros valores”, agregó Doña Catalina, inconsolable.
Debido a un “traumatismo craneofacial con arma de fuego”, Lucas Sánchez dejó huérfanos a cuatro niños: “Lucharé para que esta maldita presidente renuncie y se detenga la discriminación”, dijo Ana Cristina, una de sus hijas. Para su madre, Doña Margarita, “es inaceptable que una autoproclamada presidenta se sienta con derecho a cometer un acto tan cobarde, atacando a aquellos que sólo defendían nuestra vestimenta, nuestros derechos, nuestra democracia”.
Familiares de Roberto Sejas, que recibió “un disparo en la cabeza que entró y salió”. “Movilicémonos hasta que la maldita presidenta se vaya.
La viuda de Roberto Sejas, Noemí Choque, lo resumió así: “el disparo fue a la cabeza, entró y salió”. Manteniendo su gorra perforada, Noemí recordó con afecto a su esposo y dijo que lo honrará estando presente en todas las movilizaciones por “la salida de esta maldita presidenta”. La madre de Roberto, Doña Asteria, añade que su nieto quedó huérfano y que ahora será necesario lograr justicia, “pagando por los estudios del niño hasta que se gradúe y que termine la impunidad “. “Que este gobierno tenga el valor de renunciar y que deje de gastar en armas para reprimir al pueblo y pague por la educación de mi nieto”, dijo.
Con sólo 22 años, Elisa López se convirtió en viuda de Armando Caraballo Escobar debido a “un trauma torácico penetrante causado por un proyectil de arma de fuego”. “Fueron tres balazos y eso fue todo. Quedé sola, con una hija y una persona dependiente, niños que me necesitan más que nunca. Quiero justicia, necesito una indemnización para criarlos, pero nunca tendré a mi amor de vuelta”, describió. “Vivimos 14 años libres con Evo y ahora ha llegado un gobierno que nos trata como animales. No podemos tener piedad de estos asesinos”, dijo.
Don Ambrosio y la muleta permanente
Tumbado junto a su muleta, Ambrosio Aguilado relató que “los policías y soldados golpeaban mucho, a diestra y siniestra, para que dijéramos que nos habían comprado y que estábamos recibiendo dinero, cuando en realidad estábamos todos en Sacaba protestando voluntariamente”. “Vinimos a defender la patria porque nos están masacrando. Quedaré inválido porque el disparo entró y salió destruyendo mi pierna derecha, pero muchas familias han perdido a sus hijos y a sus padres, todo lo que tenían. Lo que exigimos ahora es justicia”, enfatizó.
Responsable de atender a las familias de los difuntos, Cacilda Rojas destaca “la relevancia del trabajo de la prensa internacional, que está con nosotros a pesar del chantaje y la presión”. “A nuestro lado, se puede ver cómo las paredes están tachonadas de balas, lo que también pudo documentar la Comisión Internacional de Derechos Humanos (CIDH). Es necesario ampliar esta denuncia porque ni bien esta presidenta se proclamó a sí misma, comenzaron la quema de Wiphalas, de casas de liderazgo, de radios comunitarias e indígenas, la persecución de las mujeres de pollera y los asesinatos “, dijo.
Representante de la Federación de Trabajadores Campesinos del Trópico de Cochabamba, Cacilda, destacó que “en los últimos 14 años, gracias al hermano Evo, nuestros derechos han sido respetados en los bancos, en las plazas, en todos los lugares. Desgraciadamente, denunció, “hoy ya no se nos permite ir a ninguna parte, es indignante, es ultrajante”. “El día de la masacre, abrieron fuego contra una manifestación pacífica en la que también había niños y mujeres embarazadas, porque muchas personas no tenían a nadie con quien quedarse. Todos pasaron un gran peligro”, describió.
“Lloramos por nuestros muertos, pero saldremos con más fuerza, no podrán callarnos. Los acuerdos de paz no se están cumpliendo, nuestros heridos y mutilados siguen sin ser atendidos y nuestros prisioneros siguen siendo humillados”, dijo Cacilda.
*Reportero del diario Hora do Povo y es miembro del Colectivo de Comunicación Colaborativa ComunicaSul