Barinas, de la luz en el tablero al carro en llamas: ¿Se atenderá la verdadera falla?
Clodovaldo Hernández |
No se puede acusar a las fuerzas revolucionarias de haber ignorado del todo el dato aportado por la alarma. Pero parece evidente que los correctivos aplicados no solucionaron la falla estructural.
Una primera evaluación hace sospechar que los remedios aplicados no fueron los que la naturaleza de la falla está reclamando. Un rostro joven, sentimentalmente vinculado al liderazgo de Chávez; una campaña publicitaria muy intensa y la presencia activa de notables figuras de la dirección nacional del PSUV no fueron suficientes para salvar al movimiento revolucionario de una derrota que tiene una incuestionable plusvalía simbólica por haberse producido en el estado natal del comandante.
En descargo de los estrategas pude decirse que el lapso de algo más de un mes, que medió entre la anulación del anterior proceso y la nueva cita electoral, era demasiado breve como para pedir una corrección de rumbo realmente profunda. Se hizo lo que se pudo en ese tiempo limitado.
La rectificación de fondo solo será viable como fruto de un debate interno que, por supuesto, no se dio en estas pocas semanas, aunque también es obvio que la falta de tiempo no ha sido la principal causa de que ese diálogo intrarrevolucionario se lleve a cabo.
Oportunistas, burócratas y advenedizos
¿Cuál es la falla de fondo? Demos voz al diputado Jacobo Torres de León, quien dice que «hay razones más profundas que no comienzan ni terminan en Barinas. Estamos frente a un modelo agotado que enfermó al Estado y que nos empeñamos en reproducir como la panacea. Un Estado enfermo que agoniza en manos de oportunistas, burócratas y advenedizos que hacen caso omiso al presidente y se regodean en sus pequeños tronos y feudos. Ministros, presidentes de empresas del Estado, funcionarios medios que hacen del ejercicio del gobierno el festín de las hienas».
Según Torres de León, un veterano dirigente sindical, «el debate debe ser a fondo y sin cortapisas y partiendo de la inmensa necesidad del rearme ideológico y la construcción del socialismo, transferir el poder al pueblo y demoler el estado burgués con todas sus taras –enfatiza-. No le sigamos haciendo el juego al capital y a la autocomplacencia, dejemos de hacer gestión y hagamos Revolución».
Punto de no retorno
Antes del desenlace del estado llanero, en pleno diciembre, la socióloga Maryclen Stelling fue también a fondo en el análisis de las causas de lo ocurrido el 21-N (no solo en Barinas, sino en todo el proceso) y expresó, en entrevista con LaIguana.TV, que la sociedad venezolana parece haber llegado a un punto de no retorno, caracterizado por el desencanto, la desilusión, la apatía y la desafección política, una condición opuesta a la que se alcanzó durante los primeros años de la Revolución.
Stelling advirtió entonces que la baja general de la votación del chavismo es una muestra del agotamiento de la expresión político-electoral, provocada, entre otras posibles razones, porque la base popular que ha sustentado a la Revolución, los excluidos de otros tiempos, los trabajadores (en especial, los empleados públicos) están obligados a ocupar todo su tiempo y sus energías en realizar actividades adicionales para sobrevivir en una economía dolarizada de facto.
En las redes sociales son muchos los que se identifican como chavistas y coinciden con Stelling en el urgente abordaje del factor económico como causa de la pérdida de cohesión política. Afirman que mientras no se atienda el terrible rezago del ingreso de los trabajadores activos y pensionados, será cada vez más evidente la tendencia a ponerse al margen de la actividad política ya sea absteniéndose o, incluso, de sumarse a opciones opositoras de derecha.
“Es un espacio que, si se consolida en torno a la sensación de orfandad política, va a marcar la pauta electoral en el futuro inmediato, ya sea porque siga absteniéndose o porque decida participar y cambie el rumbo político del país”, dijo la socióloga.
La debilidad en lo ideológico
Las luces en el tablero luego de procesos electorales no son cosa del último año en el seno del chavismo. Como muestra, basta rememorar las palabras del recientemente fallecido William Izarra, en entrevista exclusiva para LaIguana.TV, el 7 de diciembre de 2020, luego de las elecciones parlamentarias.
Mientras otros aún lanzaban fuegos artificiales para celebrar el triunfo, Izarra advirtió que la votación del PSUV registró un declive con respecto a las presidenciales de 2018. Le atribuyó tal caída a la deficiente formación ideológica y a la debilidad en la conciencia revolucionaria, fenómeno al que calificó como una “exponencial negativa”.
El debate pendiente
Desde la derrota electoral de 2015 son numerosas las voces que se han elevado para solicitar al PSUV que abra un debate en profundidad sobre las razones del declive del apoyo popular y, por supuesto, sobre las formas de frenarlo y revertirlo.
Las contingencias derivadas de la violencia opositora han sido una excusa pertinente para no desarrollar esta discusión.
Otro motivo para aplazar el debate han sido los procesos electorales de 2017, 2018, 2020 y 2021, pues se estima que los tiempos de campaña no son apropiados para confrontaciones internas.
De resultas de ambas justificaciones, se ha corrido la arruga hasta llegar al punto actual, en el que ya el debate luce impostergable, no como mero ejercicio de deliberación, sino para acordar cambios inmediatos y radicales.
La dirección política de la Revolución ha ignorado hasta ahora varias luces de emergencia encendidas en el tablero. Cabe suponer que sí tomará medidas ahora que el carro casi quedó en llamas. ¿Será?