Bajo la montaña: lo que Israel necesita contra Irán (y Trump debe decidir si entrega)
Kurt Davis – Asia Times
(Los editores de Question no coinciden con afirmaciones vertidas en éste artículo, pero aún así se publica por entender que contribuye a aportar elementos para apreciar la delicada situación actual).
Israel carece de los armamentos necesarios para destruir las instalaciones nucleares fortificadas en las montañas de Irán, que las bombas MOP fabricadas en Estados Unidos podrían o no ser capaces de perforar.
A medida que Israel intensifica su confrontación con Irán, Donald Trump se enfrenta a una prueba decisiva en materia de política exterior. La elección que tiene ante sí no es entre la diplomacia y la guerra. La diplomacia se ha agotado en gran medida; la guerra, de alguna forma, ya está en marcha.
La verdadera cuestión es más trascendental y concreta: ¿debe Estados Unidos suministrar a Israel su arma no nuclear más formidable, la bomba antibúnker de 30 000 libras, que solo Estados Unidos tiene la capacidad aérea para lanzar?
Estas bombas de penetración masiva (MOP) están diseñadas con un único propósito: destruir objetivos fuertemente fortificados, como las instalaciones nucleares blindadas de Irán. Fordow, la instalación de enriquecimiento de Irán enterrada en la montaña, fue construida para sobrevivir a los ataques aéreos convencionales.
Durante años, la política estadounidense se basó en una combinación de sanciones y diplomacia, respaldada por la amenaza tácita de estas armas. Esa disuasión se está poniendo ahora a prueba.
Israel, tras haber demostrado su capacidad militar en Gaza y contra Hezbolá, está atacando ahora a científicos nucleares y centros iraníes, así como a altos mandos militares. En Jerusalén crece la confianza en que se puede ir más allá, llegando incluso a eliminar a los líderes políticos iraníes.
El propio Trump afirmó recientemente haber vetado una petición israelí de atacar al líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei. Desde la perspectiva de Israel, Irán se está acercando demasiado a la ruptura nuclear y el margen de maniobra se está agotando. Sin embargo, Israel sigue careciendo de los medios para destruir los activos más protegidos de Irán. Solo Estados Unidos puede llenar ese vacío, y ahora debe decidir si hacerlo.
Las razones estratégicas para tal colaboración son claras. Si Estados Unidos desea evitar una guerra regional prolongada, debe considerar la posibilidad de ayudar a Israel a atacar de forma preventiva, precisa y decisiva, antes de que Irán pueda atrincherarse detrás de sus proxies o arremeter contra otros aliados estadounidenses.
Ya sea mediante transferencias directas de MOP o mediante operaciones conjuntas entre Estados Unidos e Israel, la voluntad de Washington de actuar podría enviar un mensaje inequívoco: el mundo libre está dispuesto a actuar para impedir que Irán se convierta en una potencia nuclear. El instinto de Trump podría estar en sintonía con este momento. Ningún presidente moderno de Estados Unidos ha abrazado más abiertamente las prioridades de seguridad de Israel.
Desde el traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén hasta el reconocimiento de la soberanía israelí sobre los Altos del Golán, Trump se ha ganado una profunda credibilidad entre los líderes israelíes. Esa credibilidad le otorga ahora una oportunidad limitada, pero significativa, de liderar una coalición no de ocupación, sino de disuasión.
Sin embargo, este enfrentamiento no es solo responsabilidad de Trump. Netanyahu ha demostrado en repetidas ocasiones su capacidad para alinear a Estados Unidos con la postura regional de Israel. En Gaza, la administración Biden mantuvo una distancia retórica mientras seguía suministrando armas. El dilema actual es una extensión lógica: ¿el apoyo pasivo se convertirá en cooperación activa?
Este momento también tiene una dimensión psicológica. El recuerdo de la «línea roja» no aplicada por el presidente Obama en Siria sigue pesando sobre la credibilidad de Estados Unidos. Cuando Estados Unidos se negó a actuar tras el uso de armas químicas por parte de Assad, sus adversarios tomaron nota.
Irán, Rusia y Corea del Norte aprendieron una lección fundamental: las amenazas estadounidenses pueden resultar vacías. Ese precedente da forma al momento actual. ¿El próximo movimiento estará guiado por la fuerza, por la estrategia o por el ego o, como a menudo muestra la historia, por una mezcla explosiva de los tres?
La diplomacia sigue siendo relevante, pero cada vez es menos claro si podrá contener las ambiciones de Teherán. Estados Unidos se debate entre si los tratados pueden mantener a raya a Irán o si las MOP son la única palanca que le queda.
Se cierne una incómoda verdad: la trayectoria y la intensidad de este conflicto —y quizás el futuro de la no proliferación nuclear en Oriente Medio— dependerán en gran medida de si Washington decide actuar. Tanto los aliados como los adversarios están observando y ajustando sus cálculos en consecuencia.
Los críticos advertirán de una escalada. Transferir las MOP o emplearlas directamente conlleva el riesgo de desencadenar una guerra abierta, desestabilizar los mercados petroleros y alimentar el sentimiento antiamericano. Sin embargo, estos riesgos no son nuevos.
Existen desde que Irán comenzó a acercarse poco a poco al umbral nuclear. Lo que es insostenible es la ilusión de que la inacción preserva la paz. La trayectoria actual es de una escalada lenta y constante, sin una salida clara.
Al permitir a Israel atacar la infraestructura nuclear de Irán con precisión quirúrgica, es posible que Estados Unidos no esté eligiendo la opción más agresiva, pero sí la menos peligrosa. Lo único más peligroso que utilizar ahora las bombas antibúnker puede ser no utilizarlas cuando llegue el momento.
No se trata de enviar tropas al terreno. Se trata de reconocer un momento geopolítico que exige claridad, no cautela. Irán ha construido su programa nuclear bajo las montañas por una razón.
La pregunta ahora es si Estados Unidos está preparado (y cree que es lo correcto) para ayudar a Israel a llegar hasta allí. La respuesta puede ser tan trascendental como cualquiera de las que ha dado Estados Unidos en la era nuclear.
Kurt Davis Jr es miembro del Millennium Fellowship del Atlantic Council y miembro del Consejo de Relaciones Exteriores. También es asesor de empresas privadas, públicas y estatales y de sus consejos de administración, así como de acreedores de todo el mundo en una amplia gama de transacciones, incluyendo financiación de deuda y capital, fusiones y adquisiciones y situaciones especiales (incluidas reestructuraciones financieras). Se le puede contactar en [email protected].