Aún no ganamos la guerra
HINDU ANDERI | Tenemos el mismo presidente, gracias a la mayoría de los venezolanos y venezolanas, quienes una vez más dieron una lección política al mundo y quienes en contra de los macabros pronósticos protagonizaron un proceso pacífico y cívico en toda su expresión.
Unas elecciones de referencia mundial claras, transparentes, garantizadas por el poder electoral, que ha dado muestras de que en la República Bolivariana de Venezuela sí hay democracia, no representativa, no liberal, una democracia que se construye con el concurso del pueblo que hasta hace más de una década fue minimizado por las élites político-económicas, derrotadas en esta reciente contienda.
Efectivamente el triunfo fue contundente. El pasado domingo 7 de octubre, el pueblo venezolano de manera cívica salió a sufragar, a defender la democracia y su derecho a elegir el gobernante de los próximos 6 años. La diferencia nada despreciable de un millón 593 mil 606 votos -hasta el día 9 según conteo del Consejo Nacional Electoral- supone la voluntad de la mayoría de continuar construyendo el proceso bolivariano y socialista que lidera el comandante Hugo Chávez. Y el reconocimiento al esfuerzo que se ha hecho para suplir las necesidades básicas de la población. Eso no tiene discusión.
Sin embargo, la oposición de derecha, o aquella que por inconsistencias ideológicas o la porción envenenada por la televisión, o la convencida de que su camino es el capitalismo, votó en contra e incrementó los números al bando encabezado por Henrique Capriles, que en el 2006 con Manuel Rosales perdió con el 36.90% frente a una victoria contundente del chavismo de 62.84%. Entonces algo ha pasado, no se puede negar.
Claro que el candidato de la derecha para ese momento, como el actual, carecía de posibilidades ciertas de ganar, y además el pueblo venía de vivir el terror del golpe de estado y del paro sabotaje petrolero que los fascistas protagonizaron dos años antes. La conciencia y las circunstancias generaron el resultado expresado en las urnas para entonces.
También habría que argumentar que no se puede negar que Chávez con 14 años en el gobierno sigue contando con gran popularidad y apoyo y que la participación del 7 de octubre -que no era obligatoria- superó el 80 por ciento, lo cual es envidiable pues hay naciones donde la abstención puede alcanzar hasta el 70 por ciento. Y donde los candidatos ganadores llegan al poder con sólo décimas a su favor. La razón pudiera ser que no se trata de elegir solo a un presidente sino un proyecto humano, socialista, antagónico al capitalismo cuya crisis se manifiesta con fuerza en los países de Europa.
Pero si veníamos en una carrera ascendente, algo ocurrió que ha alterado los resultados. Porque no se trata solo de un millón o más votos de diferencia, sino de las conciencias perdidas por recuperar y el casi 20% de electores que aún no se anima a votar, en un país donde los derechos de las mayorías y su dignidad han sido reivindicados a la enésima potencia.
El Comando Carabobo en su conjunto; jefes, coordinadores, aquellos compatriotas encargados de pegar afiches, de mover la logística, de coordinar, de estudiar y aplicar el 1×10; de atender a los potenciales votantes hasta el día de las elecciones, merece todo el reconocimiento. Como deben ser felicitados todos y cada una de los partidos políticos y organizaciones, que desde dentro y fuera del Polo Patriótico hicieron grandes esfuerzos por generar conciencia en la gente, acerca de la necesidad de apoyar a Chávez. Honor a quién honor merece.
Pero a pesar de ello debemos analizar, estamos obligados a reflexionar acerca de las causas, que pudieron privar para que la derrota de la derecha no fuese más contundente. Debate que hay que dar a lo interno del proceso sin miedo a la autocrítica; sin esgrimir las miserias humanas a las que todos somos vulnerables.
La movilización, no en términos de campaña electoral del pueblo ha mermado. En el 2006, por ejemplo, las organizaciones y movimientos sociales estaban permanentemente en la calle; activos, impulsando todo tipo de debates, de propuestas, defendiendo la revolución desde sus trincheras, sin contar necesariamente con la dirección o el permiso de un grupo determinado. Para entonces el término radical era valorado y no como ahora, mal entendido y mal usado, incluso en el discurso mediático, desde donde incluso se le criminaliza. Circunstancia triste que es aprovechada por grupos cuya conducta puede calificarse de sectaria.
Van por las gobernaciones y alcaldías
Aunque casi el 100 por ciento de los estados votaron por el candidato de la Patria y en más del 80 por ciento de los municipios ganó la Revolución este 7 de octubre, quedan dos batallas fundamentales, la elección para las gobernaciones en diciembre de este año y las de alcaldes y concejales, en abril de 2012. Estas no necesariamente deben arrojar el mismo resultado al obtenido en las presidenciales. Para estos procesos también es necesario que los electores estén concientes de lo que se perdería si esos espacios son conquistados por quienes prometen privatizar el país y entregarlo al extranjero como hicieron sus mentores.
Todo el esfuerzo para la elección presidencial no generó un efecto más satisfactorio; la meta de 10 millones no se cumplió y una Revolución pacífica como la que queremos y estamos por hacer no puede adelantarse en el tiempo y con la fuerza requeridas, con más de 6 millones de personas en contra del proyecto o adversando a quien lo lidera, para no repetir aquella conseja de que “el país está dividido”.
Sabemos que el plan de la derecha en realidad no era llegar a la presidencia. Los dirigentes de la MUD fueron sorprendidos por las encuestas y finalmente por el resultado obtenido. Ellos sabían en el fondo que era cuesta arriba ganarle a un líder continental y -sin caer en exageraciones- mundial como Hugo Chávez, quien enfrenta junto con su gobierno una de las más implacables campañas, aplicada desde los medios internacionales y replicada por las empresas de comunicación dentro del país.
Los partidos que integran la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y aquellos que con sus propias tarjetas apoyaron a Henrique Capriles Radonski, van por las gobernaciones y alcaldías, desde donde pueden socavar las bases de la Revolución, espacios que concentran grandes fallas en la gestión pública. Por una razón lógica, el presidente Hugo Chávez habló de convertir el Ministerio de la Secretaría de la Presidencia en un despacho para el seguimiento de las políticas y proyectos que ordena el Ejecutivo Nacional, y que en un buen número se quedan engavetadas o no se cumplen totalmente. Y cuya responsabilidad se achaca al Presidente quien gracias al pobre manejo de la información en este sentido, es culpable de todo lo malo así como responsable de todo lo bueno que ocurre en el país. Este pudiera ser otro de los puntos a tomar en cuenta para la reflexión.
Si este es un proceso, una revolución que continuará, no sólo hay que detenerse en las circunstancias que rodean los recientes resultados electorales, sino ver un poco más allá. Capriles ha dicho que sólo tiene 40 años, dejando ver que cuenta con 6 años para prepararse. Es decir, se propone como el candidato que en el año 2019 competiría contra Chávez o el cuadro que decida la Revolución. En consecuencia, los y las revolucionarias dentro y fuera de las instituciones, de las alcaldías, de las gobernaciones que aún son dirigidas por el chavismo deben garantizar con su gestión, la simpatía y aprobación de la gran mayoría para el proyecto de país que nos hemos dado desde 1999. Deben y están obligados a garantizar que el programa de gobierno o líneas estratégicas para 2013-2019 se cumpla cabalmente y de ser posible se supere. Como obligados estamos todos quienes acompañamos y trabajamos para que la Revolución trascienda.
En el supuesto negado de que la oposición se apoderara de gran parte de los gobiernos locales y estadales, puede sino adelantar, ganar voluntades en sus seguidores para impulsar el proceso de descentralización que proponía la MUD en su programa de gobierno, con el objeto de privatizar e incrementar los precios de los servicios públicos como la salud, educación, telefonía, electricidad, agua y gasolina, entre otros esenciales. Usar los recursos que le son otorgados para conspirar contra la presidencia de la República y financiar a grupos fanáticos, con la finalidad de encender el país y generar una situación parecida a la de 1989 en tiempos de Carlos Andrés Pérez y el Caracazo.
Porque lamentablemente, ni todos los sectores de la derecha son racionales ni comparten el llamado hecho por el presidente reelecto, Hugo Chávez -que no es el primero- de dialogar y armonizar para construir en colectivo un país que aporte su esfuerzo con el fin de que la humanidad toda pueda salvarse del caos económico, político y ambiental al cual ha sido empujada por el capitalismo y sus prácticas.
Recordemos las Mesas de Negociación de 2003 y como luego los principios fundamentales recogidos en los acuerdos fueron progresivamente violentados por los miembros y partidos integrantes de la llamada Coordinadora Democrática.
Falta de conciencia o fallas nuestras
Pero el triunfo de la Revolución, aunque no puede ser negado por nadie porque fue de 10 puntos por encima, ni fue en los términos que aspiramos ni lo que nos merecemos con un proceso tan generoso como el que estamos viviendo.
Aquí no pudiéramos enumerar todos los logros del gobierno bolivariano, que van desde la medicina preventiva para los ciudadanos en los barrios y poblados más alejados, Centros de Diagnóstico Integral con exámenes y medicinas gratuitos como sin costo es la educación; la formación universitaria municipalizada y sin exclusión; garantía para las personas con discapacidad; alimentos económicos para los más pobres; pensiones para los ciudadanos y ciudadanas de la tercera edad, independientemente de si cotizaron o no en el Seguro Social; pago de las deudas laborales de los trabajadores, acumuladas por la Cuarta República; viviendas construidas en número mayor a cualquier gobierno pasado; democratización del espacio radioeléctrico; una acelerada carrera por la independencia tecnológica; soberanía en todas sus dimensiones; política internacional de integración exitosa, y un etcétera muy largo.
La comunicación de estos logros -más que la propaganda- junto con la formación de la cual se viene hablando desde hace un buen tiempo y que se trabaja en no pocos espacios colectivos deben ser potenciadas. Hay que atajar todas las herramientas que permitan ganar la guerra mediática a la derecha, que a través de las empresas de difusión invisibiliza y tergiversa los avances del proceso. No escatimar en esfuerzo y recursos para dar con la estética revolucionaria que combata las armas melladas del capitalismo y algo realmente importante hacer la revolución cultural desde los espacios de comunicación es imprescindible para avanzar, ganar la guerra y hacer realidad nuestra segunda independencia. Porque el triunfo definitivo comenzará ganando la conciencia de la gente.