Atenas, tercer mundo: el hospital del terror

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ANDY ROBINSON | Aunque nadie les hace mucho caso, decenas de pegatinas empapelan las paredes del hospital, el más grande de Atenas en el barrio popular de Nikaia, a cinco kilómetros del puerto de Pireus; las pegatinas se ilustran con el dibujo de un sobre tachado por una barra roja al estilo de un aviso de “pare”; “No al fakelaki”. Crónica de una visita al mayor centro de salud de Atenas evidencia el colapso de la sanidad, tras recortes de un 40% del gasto.

Andy Robinson* – Sin Permiso

El cartel es una referencia al ya notorio sobre lleno de billetes de 50 euros que algunos médicos griegos piden a sus pacientes a cambio de un mejor servicio. El fakelaki es una de las muchas manifestaciones de corrupción en Grecia comentadas hasta la saciedad desde el inicio de la crisis para justificar medidas “duras” de liberalización y austeridad.

El gobierno de Giorgos Papandreu anunció con bombos y platillos en el 2010 una lucha sin tregua contra la cultura de fakelaki, a la vez que puso en marcha una serie de draconianos recortes a la sanidad publica, parte del plan de ajustes exigido por las potencias europeas.

Dos años después, con el hospital en un estado próximo al colapso, privado de fondos y utilizado por cada vez más pacientes, el problema del fakelaki es ya poco más que una anécdota. “En este hospital hay médicos que aceptan sobres”, dice Olga Kosmopoulou, especialista en enfermedades contagiosas y miembro del sindicato de médicos de hospitales que ha organizado campañas contra la corrupción.

“Tratamos de convencer a los pacientes para que denuncien a los médicos que piden dinero; pero, en estos momentos, los pacientes tienen miedo: el fakelaki no es su prioridad”.

¿Cuál es, entonces, la prioridad de los pacientes de renta baja en este hospital, en medio de un distrito de Atenas de enormes problemas de paro y pobreza? Enfermos que esperan cinco o seis horas para ver a un médico y pagan entre 80 y 100 euros por una prueba de sangre y orina. La prioridad “es sobrevivir” dice Kosmopoulou.

Minakaia ya era un hospital con problemas gordos antes de la crisis. Fue calificado, en el 2007, como “un lugar desdichado más que lugar terapéutico”, por inspectores del gobierno que denunciaron falta de higiene en la preparación de la comida. Pero, tras recortes del 40% en los presupuestos hospitalarios desde el inicio del programa de austeridad, la comida es lo de menos.

Primero, faltan médicos y enfermeras. “En el turno de noche, tenemos solo dos enfermeras para 60 pacientes”, dijo Kosmopoulou. Nikaia es el hospital más grande de Atenas en número de pacientes atendidos pero no en número de camas, 650.

Tiene 200 enfermeras. Kosmopoulou enseña un dormitorio en el que pacientes, la mayoría de la tercera edad, ocupan camas con solo cinco o seis centímetros de distancia entre ellas. El recorte del 42% del gasto en IKA, la aseguradora pública que ofrecía asistencia primaria y médicos de cabecera a millones de pensionistas, ha forzado a enfermos a ir directamente a urgencias. Los tiempos de espera se han alargado un 30%.

“Yo les digo a mis compañeros: ‘¡Rápido! ¡Rápido!’. Pero no podemos llegar”, dice Kosmopoulou. “Sé que la gente en Europa dice que no trabajamos en Grecia, pero es un mito”.

Tras el aumento de la edad de jubilación para empleados públicos de 65 a 67 años, “la mayoría de las enfermeras sigue trabajando con problemas de salud como artritis”. Recortes de los salarios de médicos de hospital hasta 1.000 euros mensuales mas extras ha desatado la fuga de personal. “No es tanto por el dinero como porque ya no sientes satisfacción en este trabajo”, cuenta un médico.

Mientras, los problemas de paro e indigencia en las calles del barrio de Nikaia se cuelan en el hospital. “15 o 20 sin techo duermen en los pasillos del centro”, añade Kosmopoulou.

Recorriendo los pasillos, una mujer de la limpieza explica (Kosmopoulou hace de intérprete) que trabaja para una empresa privada subcontratada. Cobra 500 euros al mes por una jornada de 15 horas sin derechos sindicales. Los suministros de productos no esenciales —desde algodón a vasos de plástico— se han agotado. “Es como si lo hicieran para humillarnos”, relata Kosmopoulou mientras enciende un cigarro.

La situación no va a mejorar. Según el nuevo presupuesto de austeridad draconiana exigida para que Grecia reciba el próximo tramo de créditos europeos, el presupuesto del Ministerio de Sanidad se recorta otro 6,5%. Con hospitales en estas condiciones, no es de extrañar que las campañas para erradicar el fakelaki no den resultados.

Según un estudio sobre los efectos de los recortes a la sanidad de la revista médica The Lancet (numero 378, 22 de octubre de 2011), lejos de resolver el problema de la corrupción, los recortes presupuestarios pueden estar agravando la cultura del sobre. “Se soborna a los empleados para evitar las colas en hospitales colapsados”, advierte.

El estudio de The Lancet advierte también que en el primer año de la crisis (2009) se produjo un “aumento significativo de la gente que dice que jamás va al médico o al dentista”, lo que se achaca a los largos tiempos de espera. “Si no es grave y no tienes seguro privado, vas a esperar tres o cuatro meses; así que la gente pasa de ir”, explica una empleada pública que participaba en una manifestación en el centro de Atenas.

Un nuevo copago de cinco euros aumenta el desinterés por ir a ver a un médico. Y la nueva política de cobrar entre 80 y 100 euros por someterse a una prueba media, remata la faena. “La gente ya no se hace las pruebas que les pedimos”, asegura Kosmopoulou.

Todo esto, por supuesto, reduce el costo de la sanidad en el corto plazo aunque al largo puede aumentarlo. Asimismo, la preocupante ratio de enfermeras por camas hospitalarias se ha resuelto fácilmente en algunos hospitales con la eliminación de más de 11.000 camas, una reducción del 23% en dos años. Esto se entenderá en las auditorías de la nueva “unión fiscal europea como un recorte del gasto. Pero el número de pacientes que acuden a hospitales públicos ha subido el 30% desde el 2009 quizás porque la gente ya no puede permitirse el lujo de pagar un seguro privado. Mientras, se han asignado 550 camas en hospitales públicos al sector privado.

El estudio de The Lancet señala que existen indicios de que la situación en sanidad ha empeorado especialmente para los sectores vulnerables. Y casi todos aquellos —ancianos de pensiones mínimas, niños de familias pobres, toxicómanos, inmigrantes— pueden encontrarse en el hospital de Nikaia. Kosmopoulou comenta que existe una “crisis humanitaria” debido al aumento disparado de casos de pacientes seropositivos.

Según The Lancet, el diagnóstico de seropositivos ha subido el 52% entre 2010 y 2011. En parte, la respuesta se encuentra en las calles próximas a Politeknik, en el centro de Atenas, donde cientos de heroinómanos evocan los años duros de los setentas en el sur europeo. Aunque la distribución de metadona no se ha visto afectada por los recortes, ya no hay apoyo de asistentes sociales ni psicólogos. Hay otro factor para explicar los nuevos seropositivos. “Muchas de mis pacientes son jóvenes mujeres que han perdido su trabajo y recurren a la prostitución”, concluye Kosmopoulou.

* Periodista, escribe habitualmente en el diario barcelonés La Vanguardia.