Argentina: una oposición sin rumbo y las formas que son el fondo
Eduardo Aliverti
A menos de una semana de la emocionante manifestación contra las avanzadas fascistoides de los libertaristas, el quiebre en el bloque de Unión por la Patria, en Diputados, volvió a revelar lo improbable de un freno al Gobierno si la oposición permanece a la deriva.
El peronismo ni siquiera pudo unificarse cuando estaban en juego las Primarias ideadas por Néstor y Cristina Kirchner. Tampoco es que una votación perdida sea la muerte de alguien. Y no hay ningún manual intocable acerca de que no se puede cambiar de opinión con el paso de los años y las circunstancias, siempre que no se trate de ejes nodales. Además, hay argumentos en torno a las PASO que son sólidos o atendibles tanto a favor como en contra.
Sin embargo, eso queda en segundo plano porque el severo traspié en la Cámara baja es, justo, cuando arrecia la ofensiva gubernamental en prácticamente todos los terrenos.
Germán Martínez, jefe de la bancada y uno de los mejores cuadros político-parlamentarios de buen tiempo a esta parte, reconoció en modo abierto que las cosas salieron mal y que la chance apenas consistía en permitir la libertad de acción, porque no hubo forma de agrupar criterios (aunque sí se pudo impedir la ley de financiamiento partidario, que estaba en el paquete original).
Martínez respalda asimismo la figura de CFK, pero admite “las demandas de compañeras y compañeros por un liderazgo más unificado”. Cabría añadir que, según se presenta el panorama, alcanzaría con que algo se unifique a secas. Es una forma de decir, claro.
Los hermanísimos continúan marcando la agenda de un modo que literalmente nadie previó y no es asunto de este momento, sino del total de lo que va de su gestión. Las únicas salvedades, además de la última marcha, fueron las convocatorias en defensa de la Universidad pública y aquellos lejanísimos paros del año pasado, por parte de una CGT que sigue brillando por su ausencia ominosa.
La división en Diputados, como reflejo de la carencia de conducción general, se produce cuando Axel Kicillof, única figura que asoma con cierta fortaleza y expectativas electorales en el escenario opositor, sufre por eso mismo una andanada bestial de los factores de poder dominantes. Se monta en hechos de inseguridad tan espantosos como su aprovechamiento demagógico, que incluso fue señalado como tal por colegas que no abrevan precisamente en el progresismo.
Los titulares, coberturas y entrevistas en los medios de la rabia mileísta hablan con descaro de una ola de violencia irrefrenable, de la Provincia convertida en baño de sangre y de otras barbaridades que no tienen basamento en estadística alguna. Ni oficial ni privada. Es sin solución de continuidad, pegando bien abajo, en cadena comunicacional de facto.
El gobernador se defiende como puede, bien o mal, anclado en mostrar los datos favorables de su gestión mientras el Gobierno asfixia las partidas presupuestarias que le corresponden. No es cuestión de victimizarlo. Es un bochorno la soledad con que Kicillof debe desempeñarse, descubriendo el carácter insolidario de compañeros de partido.
Se señala en forma generalizada que también es él quien debe demostrar, de manera más firme, su espíritu de comandar la reconstitución del espacio. ¿Es ya ese momento? ¿O el contexto lo obliga a esperar que, de mínima, la interna del conurbano se disponga a terminar con sus chiquitajes de ambiciones individuales? Preguntas difíciles para el archipiélago peronista.
Por fuera de ese territorio y justamente, el bloque de UxP se astilló, en alguna o buena medida, porque gobernadores y referentes del interior se manifiestan cansados de que sólo se trate de contemplar intereses porteños y bonaerenses.
Ese aspecto no es el único que cuenta. Por mucha motosierra que predique y aun estando claro que se activó contra quienes menos tienen, el Gobierno es pragmático para negociar, con gobernadores y aledaños, despachos de fondos por encima o debajo de la mesa.
Extorsiona con eso y, por cierto, encuentra vocaciones favorables para transar a costa de cualquier firmeza electoral o ideológica. Se amparan en que la prioridad es defender a sus provincias, no importa si beneficiando un rumbo nacional que, a corto o largo plazo, acabará como siempre terminaron estos modelos de exclusión con capitales meramente especulativos.
Pero también es acertado que esa dinámica profundizada de toma y daca, a veces legítima en tanto la política es administración de los conflictos, puede producirse porque el peronismo, para el caso, está acéfalo.
Si eso es así primero por ausencia de liderazgo o si ésta se debe a que no hay ideas alternativas, superadoras del tenor protestatario, es una polémica interesante, quizás bizantina, que no altera las consecuencias evidentes.
Un Gobierno con minoría en ambas Cámaras, aunque con la inestimable colaboración de cambiemitas y “dialoguistas” que cooptó desde un principio hasta difuminarlos casi por completo, se las arregló para sujetar y dividir a todo el arco oponente (con probabilidades de enfrentamiento efectivo). Resultan exceptuadas algunas e imprescindibles minorías intensas, sueltas u orgánicas. El resto quedó inmerso en la pasividad.
Hay razones epocales, domésticas, externas, de coyuntura, etcétera y etcétera, que son capaces de explicar o ensayar disquisiciones sobre este cuadro de situación. Es mucho lo que se dice al respecto. Pero en ninguna hipótesis, incluyendo aquella de que una sociedad rota votó a un roto, debería perderse de vista la parálisis opositora fundada en su ausencia de opciones.
Subrayado: siquiera de opciones, no ya de programas estructurados.
La semana, si se quiere, fue acentuadamente dramática en el contraste entre esa escena y la brutalidad del avance… ¿de qué, a esta altura?, porque las palabras y recursos retóricos van agotándose. ¿De un desquiciado? ¿De un salvaje que tiene base para sentirse impune? ¿De un audaz irresponsable que cree en los favores que el mundo le otorgará mientras más se arrastre? (Lo ponemos en términos individuales no por extraviar que Milei es el ejecutante de mandatos demasiado más grandes que él, sino por razones de, creemos, aceptable comodidad expresiva).
El anuncio de retirar a Argentina de la Organización Mundial de la Salud, con graves consecuencias que los expertos advirtieron de sobra para quienes todavía tienen cierta atención de sensibilidad social, es en rigor otra humareda que requiere de ejecutividad. Necesita el clásico DNU y/o el pase por el Congreso, para aprobarlo o derogar leyes y acuerdos de vasta preexistencia.
No importa eso, en lo primordial. Entendámonos: debiera ser suficiente con que se haya animado a semejante animalada. Es de los episodios en que el solo gesto se impone a sus posibilidades de concreción. Es análogo a haber contestado, frente a la marcha convocada por el colectivo de las diversidades sexuales, con más restricciones aun en las políticas de género. Tampoco, frente a ello, importa si acaso hay opiniones sensatas, o bienintencionadas, que adhieren a eliminar alguna medida del área.
Lo que importa es cómo puede ser posible que, virtualmente, no haya una sola esfera al margen de la provocación, las agresiones, el desprecio y, encima, siendo ésos elementos constitutivos de la degradación nacional, para ubicarlos de manera ampulosa pero justa. Cuidado, porque de lo contrario no se advertirá que las formas son el fondo.
El Gobierno, así, juega solo.
En lo económico, ahora y a la par del sacudón nada menos que en el precio de la carne vacuna que de acuerdo con Caputo Toto es “estacional” (dijo asimismo que hay otros precios que están “adelantados”), todo parece circunscribirse al FMI renuente a nuevos préstamos. Otra historia archiconocida de pedidos de devaluación y unificación cambiaria para que, de no darse, puedan volver también los terremotos financieros. O no. O no se conoce cuándo.
En cualquier variante, continúa el desafío de encontrar, en el vocabulario oficial, una sola oportunidad en que se mencionen términos como producción, trabajo, desarrollo, distribución.
Es probable que no haya un símbolo diagnóstico más enorme que ése, salvo las naderías y flojedades del campo opositor.
Reforzado por la marcha del sábado anterior, hay quienes afirman que, por abajo, algo puede estar moviéndose.
No se sabe. Pero, si sucediera, requerirá de alguna esperanza conductora. Y la unificación hacia eso, con sentido programático, es mucho más importante que la cambiaria.