Argentina, un país dos caras: orgullo y humillación
Juan Guahán-Question Latinoamérica|
El gobierno se esfuerza en mostrar un país orgulloso de recibir a los principalísimos mandatarios de todo el mundo. Desde la realidad brota una nación devastada con una sociedad humillada.
En estos días, de un modo que tiene pocos antecedentes, se ponen en evidencia las dos caras de esta Argentina. No hace falta andar mucho para verlo. Están allí, a la vista. Se exhiben con toda impunidad.
Desde el gobierno se pone el eje del discurso en una de esas características, es la que muestra a una Argentina orgullosa de recibir al G-20, el imponente grupo de los países más poderosos del orbe. Para el gobierno de Mauricio Macri, presidir esa reunión es como un pasaporte que acredita que está cumpliendo el sueño de: “volver al mundo”. Ya veremos de qué mundo se trata.
Por otro lado está la dolorosa vigencia de un país hundido, una sociedad devastada y un pueblo humillado. En los últimos días, al igual que en el resto del año, no han faltado muestras de esta realidad.
Cuando penetremos al interior de cada una de esas caras es posible que podamos comprender que lo que ellas muestran sea solo una vidriera y que hay varios puntos en común entre ambas expresiones: entre el poder de unos y el dolor de otros. Más aún, es posible que -tal vez- se pueda comprender que el poderío de unos está sustentado en la miseria y sometimiento de los otros.
El mundo del Grupo de los veinte
En 1997 comenzó a funcionar el G 7. Era una reunión de los ministros de finanzas de las siete economías de los denominados países centrales (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido). Allí estaba la “flor y nata” del capitalismo mundial. Se trataba de reuniones donde se creaban consensos, pero –formalmente- no había decisiones.
En 1999 plantearon la conveniencia de ampliarlo en tres direcciones: incorporando nuevos países; planteando el debate sobre aspectos que no fueran solo económicos y haciendo que sea una reunión “cumbre”, en la que participaran los jefes de estado o gobierno de los mismos países.
De ese modo sus integrantes pasaron a ser 19 países, más un representante de la Unión Europea. De allí su denominación: “Grupo de los 20”, o más sintéticamente G-20. Los participantes fueron: Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica, Turquía y el Presidente de la Unión Europea.
Sus integrantes representan el 85% del Producto económico global, el 65% de la población mundial, el 75% del comercio mundial y el 80% de las inversiones globales.
De ese modo el G-20 se constituye en el foro de debates, sobre aspectos políticos y económicos, más importante del mundo. Fue el exponente de cómo la economía de mercado se había impuesto en todo el mundo y el proceso de globalización mundial parecía incontenible. Pero con el paso de los años eso, que había sido una “verdad” indiscutible, comenzó a ser cuestionado. En los propios países de tradición occidental, donde nació esa idea, se escucharon voces distintas.
Entre los viejos países europeos, ni las autoridades de Italia, ni del Reino Unido, ya le guardan el mismo respeto a esas ideas. Más recientemente en Brasil y sobre todo en EEUU otras voces mayoritarias se han hecho escuchar. Un cierto nacionalismo, en estos importantes países, pone en duda el futuro de ese globalismo avasallante. Por otro lado es China, como potencia mundial emergente, quien se pone a la cabeza de las abandonadas banderas del globalismo mundial.
Otra cuestión que es un tema recurrente se refiere a los desplazamientos de población. En ese sentido, Europa y EEUU están muy preocupados por las llegadas de inmigraciones, con fuertes corrientes internas que se oponen a las mismas.
En muchos países de Occidente, la actual democracia –de la que se consideran padres fundadores- recibe fuertes críticas.
Un mundo, económicamente cada vez más concentrado, en manos privadas y hegemonizado por los sectores financieros, no encuentra salida a una crisis que viene de arrastre y profundiza los efectos de una agudización de las desigualdades sociales. Los avances de nuevas tecnologías y su poderío comunicacional inciden cada vez más sobre la vida cotidiana de las personas, desde su modo de comer, vestir hasta su forma de pensar y por quién votar.
Estos son algunos de los problemas de la vida actual, pero ellos difícilmente encuentren cabida práctica en formales declaraciones de quienes se reunirán en estos días en la Capital de nuestro país. Ocurre que el poder político de los gobernantes que se reunirán está subordinado al poder económico instalado al interior de cada uno de la mayoría de los países participantes.
Es posible que las principales diferencias que afloren estén vinculadas a la confrontación que se viene repitiendo en diferentes foros internacionales entre los sostenedores del viejo globalismo -ahora encabezado por China- y quienes –como Donald Trump- plantean cierto nacionalismo proteccionista.
No son poco los que piensan que ambos modelos representan una sorda disputa por la hegemonía mundial entre diferentes sectores de una economía de mercado que no tiene respuesta para grandes sectores de la sociedad que son tratados como “sobrantes” de la misma.
Un país hundido con una sociedad humillada
No quedan dudas que “el país está en la lona”. Lo afirman -en los hechos- las principales manifestaciones del propio sistema de poder mundial. Una prueba es el reciente préstamo del FMI, por un monto que es récord mundial y para evitar la cesación de pagos; otro testimonio surge del mentado “riesgo país”, que sirve para fijar los intereses de la plata que nos prestan (a mayor “riesgo”, mayor interés) ronda los 700 puntos, el de Brasil es 270 puntos, Panamá 163, Perú 136, Uruguay 200.
El último viernes el dólar volvió a escaparse, subió más de un peso, es decir que nuestro peso se devalúo –el viernes último- un 3%, eso equivale a un 50% más que las demás monedas de la región, ese mismo día. Eso es lo que vemos cuando lo miramos en relación a la economía de otros países.
Ahora bien, si miramos la situación desde la evolución de la economía argentina, también hay datos más que interesantes, aunque duelan. La economía volvió a caer, en el balance del mes de setiembre, acumulando 6 meses consecutivos de caída. Los peores números los da actividad industrial con caídas del 10,8% y 12,8% en el consumo mayorista y minorista. Un dato “aparentemente” -solo aparentemente-, bueno es que tuvimos un superávit comercial en el mes de octubre, pero ello ocurrió porque las importaciones -producto de la recesión económica- cayeron un 18,2%
Otro dato de la realidad es que –según encuestas- el 75% de la población piensa que Macri gobierna para los poderosos… lo peor es que tienen razón y una de las evidencias es la cantidad de miembros de ese sector social en el gabinete de gobierno. Ese hecho y las medidas adoptadas derivan en que un alto porcentaje de la opinión pública está descreyendo del sistema democrático vigente.
Si los números son negativos, hay aspectos de tipo humano que son aún más llamativos. La última semana se tuvo una muestra de los efectos de este “piedra libre” para la represión. Un trabajador textil boliviano de la economía popular de 36 años y cinco hijos fue asesinado cuando intentaba ocupar unos terrenos donde asentar su vivienda. La lentitud y desidia administrativa que acompaña estas graves situaciones socioeconómicas es compensada con inmediatas y violentas acciones de una policía que suele estar vinculada con mafias delictivas.
Hechos como éste se naturalizan gracias al creciente clima de discriminación, odio social y étnico que se va instalando. Lo más lamentable es que ello da lugar a los peores sentimientos en sectores de una población que parece olvidar que sus ancestros fueron inmigrantes que llegaron a estas tierras buscando nuevos horizontes.
Indemniza el gobierno a empresa española por la hiperinflación
Una vez más el gobierno de Macri da prueba de su lealtad a los intereses que defiende. En todo el territorio argentino se vivieron y viven los efectos de la reciente hiperinflación. El gobierno de Macri lo ha entendido cabalmente. Es por eso que ha decidido avanzar en soluciones…Va el ejemplo de la “solución” adoptada respecto a una empresa distribuidora de gas.
La empresa Naturgy (Ex Gas Natural Fenosa) logró que una Resolución de la Secretaría de Energía pudiera incorporar al precio las modificaciones del costo producidas por la hiperinflación. Esa diferencia sería cargada en la facturación a los clientes, en 24 cuotas mensuales. La masiva bronca, por las ya insoportables facturas de gas, hizo que esa medida provocara un revuelo que llevó a derogarla.
Claro está que la cuestión no podía terminar allí. Por eso, hace una semana, se conoció el Decreto presidencial 1053/18 (que es más que una Resolución ministerial) por el cual el Estado (todos los argentinos) se hace cargo de esa diferencia que le pagará a la mencionada empresa española en 30 meses. En ese mismo Decreto se le reconocen a la empresa las diferencias que pudieran aparecer hasta abril de 2019, de modo tal que el monto de la deuda se tendrá que reajustar según dicha evolución.
Ahora hay unos 40 millones de argentinos que esperan que el Estado de este país tenga para con ellos la misma consideración y reconocimiento que tuvo respecto a esa empresa.