Argentina: submarino y mapuches, temas que están para quedarse
Juan Guahán-Question Latinoamérica|
Todo lo vinculado al submarino ARA San Juan y al asesinato de Rafael Nahuel, el joven mapuche, no son problemas policiales o políticos que aparecieron repentinamente o de fácil solución. Se trata de fenómenos de vieja data y de fuerte impacto público, que ahora vuelven a instalarse en la sociedad. El modo que se encamine su planteo y resolución marcarán el futuro argentino de largo tiempo.
En un caso, el del submarino, tiene que ver con el futuro de nuestras Fuerzas Armadas, su función durante la dictadura de 1976 a 1983 y la situación estratégica en el Atlántico sur. Respecto a su rol en dicha dictadura hay que recordar que en ese período fueron trágicamente puestas al servicio de los centros de poder nacional e internacional para desplegar una lastimosa destrucción de nuestro sistema productivo, cobrándose –en ese empeño- la vida y libertad de miles y miles de argentinos.
Como una terrible actualización de aquella expresión según la cual “Roma no paga traidores”, las Fuerzas Armadas acabaron desprestigiadas ante el pueblo que las tuvo que padecer y “abandonadas” por sus propios padrinos de la OTAN (norteamericanos y europeos) cuando habían concluido su devastadora misión. La debilidad de nuestro país en los mares del sur, sobre todo después de la derrota de Malvinas, es un dato que no podemos dejar de tener presente en circunstancias como las actuales.
El caso del joven mapuche asesinado simboliza un hecho aún más grave. Es parte de un problema irresuelto que se vincula con el origen mismo de la Argentina como estado- nación. Ello se hizo visible en los debates de su propia Declaración de la Independencia hace dos siglos atrás. Ahora el gobierno macrista, buscando ratificar su identidad histórico-cultural, procura garantizar el extractivismo de los bienes comunes del área patagónica. Para ello trata de restaurar la tradicional política de “limpiar” la zona de toda presencia “molesta” que pueda interferir en ese objetivo.
En función de ello pretende, 130 años después, una nueva “Conquista del Desierto” sobre un territorio donde habitan los descendientes de los pobladores que el Gral. Julio Argentino Roca dispersó, aisló, esclavizó y mató en su campaña que tenía por objetivo integrar aquellas tierras a la expansión de nuestras fronteras agropecuarias, promoviendo su incorporación al sistema mundial del incipiente capitalismo promovido por los países occidentales. Toda esa realidad, durante varias décadas, permaneció sin mayores cambios, con los pueblos originarios despreciados e invisibilizados.
En el medio había discursos y disposiciones legales que les reconocían derechos pero que pocas veces llegaban a los hechos. Bajo condiciones nacionales e internacionales muy distintas a las existentes en aquellos tiempos, Macri está levantando la tapa de una olla que comienza a calentarse y que nadie sabe en qué momento puede entrar en ebullición. Es probable que, bajo estas nuevas condiciones, los resultados de esta aventura sean –en el largo plazo- absolutamente diferentes a las imaginadas por sus ideólogos y actuales beneficiarios.
La tragedia del submarino “ARA San Juan”
La desaparición del submarino “ARA San Juan” nos empuja a reflexionar sobre 3 cuestiones diferentes: La propia tragedia del submarino; la situación estratégica argentina sobre el Atlántico Sur y diferentes efectos de este acontecimiento
La tragedia de submarino con su costo en vidas humanas y dolores familiares ha sido el detonante de una serie de situaciones. Ellas van desde las deficiencias reales o ficticias de su mantenimiento hasta la misión que estaba desarrollando, pasando por las distintas hipótesis sobre la causa de su desaparición y el ocultamiento de información por parte de jefes de la Marina. Es probable que la verdad, aunque el submarino sea encontrado y recuperado, quede sepultada bajo las aguas por el peso de juegos diplomáticos y estratégicos. A pesar de ello parece necesario desarrollar las diferentes perspectivas señaladas.
El gobierno, a través de su prensa adicta, procura eludir responsabilidades planteando –como causa del hundimiento- un mantenimiento deficitario realizado en un astillero argentino. De ese modo fortalece varias cuestiones que le interesan. Deriva la responsabilidad en el gobierno anterior, incorpora la corrupción como un aspecto de dicho mantenimiento y desacredita la tarea de un astillero local. Completa esa perspectiva con el señalamiento de un ocultamiento informativo, por parte de los jefes de la Marina. De ese modo Mauricio Macri y su gobierno quedarían al margen de toda responsabilidad sobre la tragedia.
En las redes sociales, la prensa internacional y en variadas fuentes locales, circulan otras ideas. Entre ellas muchos de origen conspirativo, éstas se ajustan a la imaginación e intereses de los opinantes. De todos modos nada quita la posibilidad que allí se encuentre toda o una parte de la verdad. Aquí se mencionarán algunas de esas hipótesis, la mayor parte de las cuales tiene que ver con el secreto de la misión que estaba realizando. Para algunos se estaba metiendo, por iniciativa de algunos jefes militares, en cuestiones del Atlántico Sur en las que no debía hacerlo; para otros el submarino estaba afectado a tareas de un operativo –no aprobado oficial y legalmente- con fuerzas de la OTAN. No faltan quienes coinciden con la visión ofrecida por un almirante ruso en una agencia informativa de esa nacionalidad según la cual “chocó” con una mina, que se desprendió de su atadura, que habría sido colocada por los británicos en la guerra de Malvinas,
En lo que respecta a la situación estratégica de la Argentina en el Atlántico Sur, este hecho es revelador de nuestras debilidades en ese tema. Después de la guerra de Malvinas, nuestro país no solo perdió los 11,5 mil kilómetros cuadrados de las islas. Perdimos mucho más. El control del Atlántico Sur está en manos de las tropas de la OTAN. Lo hacen desde las bases militares de Malvinas y también con “libre navegación” por esas aguas. Por si esto fuera poco está la pesca ilimitada, que se puede probar por satélites, sin necesidad de arriesgar submarinos y tripulación (si es que ésta fuera misión encomendada).
Llamativamente buques de la OTAN aparecieron en la zona inmediatamente después de denunciada la desaparición. Un operativo conjunto realizado en Chile había culminado 25 días antes. No es menos llamativo el hecho de haber permitido -por primera vez- que buques rusos circulen legalmente por la zona, es posible que nunca sepamos si esto es una “concesión” guiada por razones humanitarias o si estamos pagando cuentas o silencios por ésta u otras causas.
En cuanto a los efectos de este acontecimiento resulta claro que todavía falta mucho por saber. De todos modos hay elementos que marcan el futuro. Por un lado significa una circunstancia dolorosa que –ante la opinión pública- contribuye a cerrar algunas heridas abierta por los salvajes comportamiento de la Marina en tiempos de la dictadura. Por otro lado ponen blanco sobre negro nuestras debilidades en materia de defensa. Esto último repercutirá en materia de defensa y el gobierno no podrá dejar de volcar mayores recursos en este tema, profundizando su problema en materia económica.
Los indios y el deterioro de un problema histórico no resuelto
Escribió Manuel de Olazábal, asistente de San Martín y quien fuera padrino de su casamiento y de sus hijos: “Dos mil mapuches ayudaron con caballería, ganado y baqueanos al General José de San Martín en el Cruce de los Andes. El Parlamento al que citó a los caciques tenía por objetivo además de pedirles permiso para atravesar sus territorio”. Dijo San Martín: “Los ricos y los terratenientes se niegan a luchar, no quieren mandar a sus hijos a la batalla, me dicen que enviarán tres sirvientes por cada hijo solo para no tener que pagar las multas, dicen que a ellos no les importa seguir siendo colonia. Sus hijos quedan en sus casas gordos y cómodos, un día se sabrá que esta patria fue liberada por los pobres y los hijos de los pobres, nuestros indios y los negros que ya no volverán a ser esclavos de nadie”
Así fue la historia. No es como la cuentan y protagonizaron los mitre, sarmiento, roca, obligado, uriburu, videla, bullrich y macri. Por eso a los actuales gobernantes no les interesa la historia. Ella no les sirve para la “eficiencia” de su poder y el llamado progreso al que aspiran. A las ideas de San Martín se le agrega que Manuel Belgrano propuso a los participantes del Congreso de Tucumán que la capital de las Provincias Unidas del Sud fuera el Cuzco y que estén presididas por un Inca, hermano de Tupac Amarú. Las propuestas e ideas de estos patriotas, acompañados por Martín Miguel de Güemes, fueron traicionadas y derrotadas por los intereses portuarios. Los continuadores de los mismos hoy están gobernando.
Los intereses de quienes se “negaron a luchar” y a quienes –según San Martín- “no les importa seguir siendo colonia” fueron los que finalmente le dieron forma a esta Argentina. Quedaron afuera de la protección de sus leyes, constituciones e instituciones los que habían regado con sangre los territorios liberados. El paso del tiempo fue abriendo el camino para que –al menos teóricamente- derechos de los pueblos originarios, fueran reconocidos. Así fue como en la Reforma Constitucional de 1994, en el Art. 75 inc. 17 se aprueba “Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería Jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan (…) Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten”.
En virtud de esta disposición hay dos normas que cobran importancia en el conflicto actual en las tierras ocupadas por pueblos indígenas y en las del Parque Nacional de Nahuel Huapi.
Una de ellas es la prórroga, por otros 4 años, de la ley (N° 26.160 del año 2006) que suspende el desalojo de tierras indígenas. Esa norma fue publicada, oficializándola, en el Boletín Oficial del 23 de noviembre de este año. Se trata de tierras que están en proceso de relevamiento y reconocimiento de su posesión tradicional y pública por parte de comunidades indígenas. Por ahora hay 129 sentencias de desalojo suspendidas en virtud de esta Ley.
Por otro lado, referido al último párrafo de la señalada reforma constitucional, las autoridades de la Administración de Parques Nacionales acordaron con el Parlamento Mapuche de Río Negro el co-manejo del Parque Nacional Nahuel Huapi. De modo tal que las decisiones, en dicho Parque Nacional, deben ser compartidas por el gobierno argentino y las comunidades locales. Además rige para nuestro país el Convenio 169 de la OIT según el cual la participación es un derecho de los pueblos indígenas y un deber del Estado. Este debe implementarse inmediatamente y su ausencia acarrea la nulidad de los actos que afectan directamente a los pueblos indígenas y hayan sido adoptados sin su participación.
Estos avances legales son prácticamente universales, responden a la lógica de estos tiempos y forman parte de nuestro sistema legal, de modo tal que el actual gobierno argentino no puede negarlos, ni olvidarlos. Las normas señaladas dan por tierra con todos los prejuicios exaltados en estos días para criminalizar a los indígenas. Tienen derechos y cuando éstos son negados y no existe el diálogo se abre la puerta a las legítimas rebeldías.
Los argumentos legalistas que se acaban de señalar no niegan, sino que tratan de señalar un camino para avanzar en una resolución del conflicto de fondo que se anida en los sucesos de estos días. Se trata de una confrontación entren cosmovisiones distintas: La de los pueblos originarios que defienden su cultura, en armonía con la de aquellos patriotas de la primera independencia (San Martín, Belgrano, Güemes, Monteagudo, Castelli, entre otros) que atisbaron la necesidad de respetar aquella cultura y darle un lugar prominente en el nuevo tipo de organización social de lo que a la postre sería nuestro país. Pero, por otro lado está la cultura dominante, la de los vencedores en el conflicto interno, que – excluyendo a los demás- impusieron a sangre y fuego sus intereses vinculados a los de las viejas metrópolis.
Todo esto que está pasando no nos permite olvidar que 200 años de esta República no pueden dejar de lado miles de años de vida anterior.
El punto de quiebre de las ideas en juego es la tierra. Para unos, su raíz es la Pachamama, madre del universo y fuente de la vida, de una vida que se realiza mediante el respeto a la naturaleza y la cooperación de la humanidad. Mientras que para otros, los actuales dominadores, al servicio del dios Mammón, que es el dios de la riqueza, y Mercurio, el dios de los negocios, la tierra es una mercancía más que los humanos usan para enriquecerse.