Argentina: punto de inflexión

Agustina Salinas - Revista Crisis
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Colectivo Editorial Crisis | 

Un mes especialmente simbólico para el gobierno está terminando de la peor manera posible. Hace dos semanas el movimiento justicialista cumplió 75 años de existencia. Y hace apenas dos días invocamos la figura de Néstor Kirchner, a una década de su fallecimiento. Pero quienes festejan hoy 29 de octubre de 2020, con total desparpajo, son el poder económico concentrado, la derecha antipopular y el Fondo Monetario Internacional.

En el conurbano bonaerense, más precisamente en la localidad de Guernica, las fuerzas represivas al mando del teniente coronel retirado Sergio Berni esperaron el alba para arremeter con ferocidad contra miles de personas sin techo que procuraban un pedazo de tierra para vivir. El ministro de Seguridad de Axel Kicillof tiene tiempo para hacer proselitismo mientras reprime a los humildes que jura amar, con un cinismo altamente valorado en los medios de comunicación –a ambos lados de la grieta. El desenlace violento llegó luego de varias semanas de negociación y echó por tierra un acuerdo entre el ministro de Desarrollo Humano de la Provincia y las familias ocupantes, que estuvo a punto de firmarse. Nadie sabe muy bien por qué el gobierno provincial decidió dar por clausurada cualquier salida democrática al conflicto, para dar paso en cadena nacional a imágenes de un desalojo brutal y aleccionante.

Mientras el castigo policial continuaba en los barrios aledaños a la toma de Guernica, en la ciudad de Paraná la jueza María Carolina Castagno ordenó desalojar a los integrantes del Proyecto Artigas, con el fin de restituirle la posesión de la Estancia Casa Nueva a sus oligarcas propietarios. En la tranquera de ingreso al campo, los hermanos Etchevehere festejaron junto a Patricia Bullrich, al grito de “¡viva la propiedad privada!”. Luego entonaron el himno nacional, felices por la buena salud de sus privilegios. Dolores Etchevehere denunció desde el interior del terreno en disputa la naturaleza espúrea de una justicia que tiene muy claro su lealtad de clase. Una línea de siniestra complicidad con los poderosos hermana al fiscal de doble apellido (Condomí Alcorta), que se sacó una selfie con “la conquista” de Guernica como fondo, con el fiscal de La Paz (Oscar Sobko), hijo de desaparecidos, que expuso con mucha convicción su servilismo a los intereses del más grande mafioso entrerriano.

Hay que tener en cuenta un tercer hecho acontecido esta mañana triste: la aprobación en el Congreso del Presupuesto Nacional 2021. Como manifestó el actual director del Banco Nación, Claudio Lozano, “las características del presupuesto presentado para el próximo año indican que el acuerdo con el FMI obtuvo un peso importante en la planificación de la política pública contenida en el proyecto de ley. Está claro que otro hubiera sido el trazado presupuestario si en el centro de la agenda pública estuviera la resolución de los efectos sociales y laborales que viene dejando a su paso la crisis sanitaria”. Arrinconados por los ataques contra la moneda argentina que explicitan la fragilidad de nuestras pretensiones soberanas, el equipo económico ha comenzado a ceder ante los especuladores y ata su suerte a un apoyo del FMI que, obviamente, conllevará condicionamientos.

Todo parece indicar que estamos ante un punto de inflexión. Hace pocos días el exvicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, todavía exiliado en nuestro país, nos explicó por qué el Movimiento Al Socialismo pudo volver a triunfar frente a una derecha fascista y neoliberal que se había encaramado en el Estado: según él, no es lo mismo interrumpir un proceso popular que derrotarlo. La derrota supone perder la iniciativa histórica. Quedarse sin horizonte. Entregar las banderas.

Un viejo militante peronista que nació en el 55, peleó en el 76 y sobrevivió al 2001, dijo hoy, angustiado antes las imágenes de la represión contra el pueblo, “de esta no se vuelve”. El Frente de Todos no parece contar con las fuerzas necesarias para impulsar en lo inmediato un gobierno progresista y de inclusión democrática. Pero si entrega sus convicciones ante la presión de los poderosos, como parece estar sucediendo, perderá mucho más que una elección de medio término. Perderá algo más que el gobierno. Perderá su razón de ser.