Argentina: Poco gobierno para tanto reclamo
Juan Guahán
La fecha patria del 9 de Julio no trajo tranquilidad. Todo lo contrario. A partir de ese día se fueron desencadenando acontecimientos, que no por esperados dejaron de conmover a la sociedad argentina. La renuncia de quien se suponía que era el poderoso ministro de Economía fue la principal señal, pero su reemplazo no produjo tranquilidad.
Martín Guzmán había llegado a ese cargo de la mano de Joseph Stiglitz, un economista keynesiano que llegó a ser primer vicepresidente del Banco Mundial. A la cholula dirigencia política argentina le pareció suficiente título para entregarle el manejo de la economía.
Tal vez nunca se sepa si vino a buscar soluciones favorables al país o si su objetivo principal fue cubrir las espaldas de los funcionarios del Fondo Monetario Internacional (FMI), firmantes del fraudulento endeudamiento que había tomado el expresidente neoliberal Mauricio Macri, para vergüenza de su función institucional y sacrificio de las grandes mayorías.
La nueva ministra de Economía llegó rodeada de expectativas que le daban un halo de fortaleza que se disolvió más rápidamente que la blancura de las heladas que acompañaron la llegada del invierno. La señora Silvina Batakis venía con el pergamino de haber sido Ministra de Economía de un “gobierno peronista” (“peronista” como su jefe, el excandidato presidencial y exgobernador de la provincia de Buenos Aires Daniel Scioli).
Pero al momento de irse conociendo sus primeras medidas ellas traían sonoridades que las colocaban más cerca del pensamiento del renunciante Guzmán que de las aspiraciones del promedio de los peronistas, que las padecerían.
Debilitado el apoyo de quienes se supone que eran los “propios”, quedaba la posibilidad que en los portavoces del mercado tuviera una mejor recepción. Pero, de ese costado de la tribuna, vinieron más palos que aplausos. De allí en más, sus decisiones parecían más cerca de quien se propone “aguantar” que la de aquellos que piensan en alguna forma de continuidad o reelección. Pero para las elecciones de 2023 aún falta.
De esta situación nacen los ejes de las próximas decisiones: del gobierno, de la oposición y de las luchas que preocupan al Ejecutivo, particularmente ante la escasez de recursos para seguir con las políticas que serían de su agrado.
La falta de recursos
Las dificultades para reunir los recursos necesarios para mantener las políticas actuales se han constituido en el eje de los problemas que hoy acechan al gobierno. Un peronismo acostumbrado a gobernar cuando no faltan recursos. Esas restricciones abarcan al dólar pero también se hacen sentir respecto del peso.
El peronismo se caracterizó, en los tiempos de las vacas gordas, en una redistribución de mayores recursos. Ahora tiene que gobernar bajo situaciones claramente opuestas. Tiene que hacerlo en medio de estas restricciones. Carente de voluntad política para torcer el rumbo de la economía, poniéndola al servicio de las mayorías, inclina la cabeza y queda en manos del poder económico y sus intereses.
Las políticas del gobierno se proclaman incapaces de responder a las vastas demandas populares. Declara no estar en condiciones para poner en marcha alguna forma de Ingreso Universal. En función de ello solo puede atender a una mínima parte de los sectores más vulnerables, los que fueron su natural base social.
Los planes Potenciar Trabajo llegan a menos de un millón y medio de habitantes, sobre una cifra de personas con dificultades para sobrevivir que ronda los nueve millones. Aún para esa reducida proporción de beneficiarios no logra mantener el ritmo de incremento de la inflación.
Respecto a los sectores medios está lejos de satisfacer sus demandas. Por el contrario diariamente toma medidas que los alejan del gobierno. A partir del jueves aumentaron los impuestos a las compras de bienes y servicios fuera del país. Esta medida se extiende a ciertos consumos de aplicaciones de Netflix, Amazon y otras empresas semejantes, utilizadas por estos sectores.
La aplicación de ciertas medidas, condenadas por gran parte de la población, le restan credibilidad. En este sentido una de las más sentidas es la confirmación del Plan de Ajuste (aunque prefieran no usar esa palabra) oportunamente firmado con el FMI, el aumento de las tasas de interés y la segmentación de las tarifas, entre otras.
Las restricciones para contar con los dólares suficientes para mantener funcionando a pleno la economía traen oscuras señales desde varios sectores productivos. La necesidad de contar con recursos para pagar a los barcos que traen gas está influyendo para que más de uno confíe en que los fríos se vayan lo más rápido posible. Mientras tanto la sociedad transita por una situación que nos acerca a la mentada frase de “bailando en la cubierta del Titanic”.
El “dólar barato” y lo que se denomina como el “factor nunca más” (la posibilidad que por largo tiempo esta situación no se vuelva a repetir) ha transformado al país en la sede de un festival de shows artísticos extranjeros. Aquí, en medio de esta crisis se venden más entradas para ver espectáculos con artistas mundiales que los que vende Brasil, con una población cuatro veces mayor, o Gran Bretaña, con todo su poderío económico.
Coldplay; Guns N’Roses; Joan Manuel Serrat; Michael Bublé; Demi Lovato, son algunos de los nombres que desfilarán por las canchas de River y Vélez o el Movistar Arena, antes de fin de año. Según el Banco Central los dólares para pagar esas actuaciones y las trasferencias de jugadores de fútbol que vienen del exterior no provienen de fondos estatales, sino de los productores o de los clubes.
Tampoco sobran los pesos para pagar, a sus respectivos vencimientos, diversos bonos que vencen en los próximos tiempos. La cifra total ronda los 500 mil millones de pesos, la mitad de los cuales lo tienen organismos vinculados al Estado, por lo cual serán renovados.
Un 25% -aproximadamente- es posible que se logre refinanciarlo, pero siempre queda ese otro 25% que habrá que pagar y ya están las autoridades monetarias haciendo malabares para hacerlo. El Acuerdo con el FMI y la Carta Orgánica del Banco Central, le pone límites al accionar de la “maquinita”. Por todo lo dicho, circula en los pasillos oficiales la idea que el gobierno “hoy firmaría” tener para fines de año una inflación del 90% y un dólar paralelo a 400 pesos.
Las luchas que se vienen
También el 9 de julio marcó una novedad en la presencia callejera. Ese día hubo, en diferentes lugares, manifestaciones contra el acuerdo del gobierno con el FMI. Pero también se hizo presente una movilización de opositores de la derechista Juntos por el Cambio (JpC) y sectores liberales. Allí se reclamó contra el gobierno con consignas pidiendo su renuncia.
El miércoles 13, sectores del campo -convocados por la empresarial Mesa de Enlace- nuevamente se movilizaron, aunque no lo hicieron en la medida esperada por sus dirigentes. Los guiaron dispersas consignas lo cual, para el oficialismo, es una prueba del carácter político de dicha movida.
Al día siguiente, el jueves 14, hubo otra movilización, convocada por los sectores piqueteros más combativos. Lo extraño es que, a último momento, se le sumaron sectores oficialistas, particularmente del Movimiento Evita. Sus reclamos: más planes Potenciar Trabajo y la denuncia contra allanamientos a merenderos y comedores, razón por la cual se habían reunido con el Presidente el día anterior.
Pero allí no termina la cosa. Para el miércoles 20 están convocando estos mismos sectores, cuando se espera una marcha más que multitudinaria, con la adhesión de más sectores.
Estamos ante una situación novedosa, sus efectos son difíciles de predecir. Pero, ¿de qué se trata? En los últimos meses las principales marchas tuvieron como protagonistas a los sectores más humildes convocados –básicamente- por agrupamientos trosquistas. Pero, digamos –aproximadamente- dos tercios de los integrantes de las mismas, eran idénticos sectores sociales a quienes venían acompañando a quienes constituían el grueso de las movilizaciones oficialistas.
Habrá que ver qué pasa de darse la continuidad de esta metodología de convocatorias unitarias. Es posible imaginar que allí se abran tres tendencias diferentes. Una, que esta expresión unitaria no pase de ser un hecho puntual, sin mayores efectos futuros.
Otra alternativa es que la dirigencia trosquista transforme ese acompañamiento en un salto, con una masificación de su militancia y de su peso en la sociedad o –por último- que al verse juntos quienes vienen movilizándose en agrupamientos distintos se comience a desarrollar la idea de imponer esa masividad y sus necesidades por encima de las diferencias ideológicas existentes entre los núcleos dirigentes.
Para hacer cartón lleno, dirigentes de la peronista Confederación General del Trabajo (CGT) vienen anunciando que durante el mes de agosto, posiblemente el 17, decretaría un paro o movilización nacional contra la inflación, pero no contra el gobierno. (¿Extraño, no?). Y con la duda sobre la participación de las otras centrales sindicales, de las dos vertientes de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA).
De todos modos y más allá de las palabras, todo ello parecen demasiados reclamos para tan poco gobierno.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)