Argentina: La muerte del fiscal Nisman y sus consecuencias
Juan Guahán-Question Latinoamérica
Cuando el tema que se conversa en la mesa familiar, en las mateadas, en bares, oficinas y otros lugares donde compartimos la vida con los demás, excede al fútbol, las cuestiones de familia, las charlas sobre mujeres (por parte de los varones) y las novelas (cuando son mujeres), podemos decir que se trata de un tema que conmociona. La muerte del Fiscal Alberto Nisman conmociona. Por el lugar, la forma y la oportunidad.
Su muerte ocurrió en una de las Torres de Puerto Madero. Un barrio hermético, supuestamente seguro, donde residen poderosos -de todo tipo- en una mezcla que haría las delicias del autor de “Cambalache”. Allí habitan adinerados de diverso origen, funcionarios, mafiosos nacionales y extranjeros. Al punto tal que siuno investigara exhaustivamente a sus pobladores es posible que tuviera un minucioso, preciso, conocimiento de los negocios y el poder; posiblemente no quedara delito mayor sin resolver. Si el lugar es llamativo, la forma en que aconteció el hecho también lo es.
El arma, aparentemente usada, traída por un subordinado; rastros del disparo que no se encuentran en las manos del difunto; puertas y entradas llamativamente fáciles de abrir; custodios que poco custodian; funcionarios de roles ambiguos que rápidamente dicen que fue “suicidio”. En fin… detalles detectivescos que pululan por las pantallas televisivas y los comentaristas de todo tipo que poco aclaran y mucho oscurecen.
Todo lo dicho sobre el lugar y la forma podría ser menor si no tuviéramos en cuenta la oportunidad en la que muere este “personaje”. Carlos Menem solía decir que “nunca se muere en las vísperas”, pues bien, Nisman sí murió en las vísperas. Fue un domingo y al día siguiente debía concurrir al Congreso para presentar las pruebas sobre las cuales se asentaba la denuncia sobre la Presidenta, el Canciller y un grupo de personas acusadas de encubrimiento del atentado a la AMIA, producido en 1994, que dejaraun saldo de 85 muertos.
Allí habitan adinerados de diverso origen, funcionarios, mafiosos nacionales y extranjeros. Al punto tal que siuno investigara exhaustivamente a sus pobladores es posible que tuviera un minucioso, preciso, conocimiento de los negocios y el poder; posiblemente no quedara delito mayor sin resolver. Si el lugar es llamativo, la forma en que aconteció el hecho también lo es. El arma, aparentemente usada, traída por un subordinado; rastros del disparo que no se encuentran en las manos del difunto; puertas y entradas llamativamente fáciles de abrir; custodios que poco custodian; funcionarios de roles ambiguos que rápidamente dicen que fue “suicidio”.
En fin… detalles detectivescos que pululan por las pantallas televisivas y los comentaristas de todo tipo que poco aclaran y mucho oscurecen. Todo lo dicho sobre el lugar y la forma podría ser menor si no tuviéramos en cuenta la oportunidad en la que muere este “personaje”. Carlos Menem solía decir que “nunca se muere en las vísperas”, pues bien, Nisman sí murió en las vísperas. Fue un domingo y al día siguiente debía concurrir al Congreso para presentar las pruebas sobre las cuales se asentaba la denuncia sobre la Presidenta, el Canciller y un grupo de personas acusadas de encubrimiento del atentado a la AMIA, producido en 1994, que dejara un saldo de 85 muertos.
La muerte del Fiscal, inédito acusador de la mismísima Presidenta, no solo potenció al hecho investigado, sino que transformó su muerte en una cuestión internacional de primer orden. Llamativas miradas internacionales se posaron sobre nuestro gobierno, desacreditando al Estado Argentino por su supuesta responsabilidad, por acción u omisión, sobre ese hecho. Los principales diarios del mundo y diversas organizaciones se hicieron eco –críticamente- de esta muerte.
El Secretario General de las Naciones Unidas ha ofrecido colaboración técnica para investigarlo. Estados Unidos han solicitado una “investigación completa e imparcial”. Desde el Estado de Israel llovieron críticas. Un grupo transversal de legisladores chilenos piden que una comisión internacional tome a su cargo la búsqueda de la verdad de los hechos.Desde el punto de vista de la política interna de nuestro país no quedan dudas que lo acontecido incomoda al gobierno. Más allá de lo que luego se pueda determinar es indudable que en el imaginario colectivo se trata de un hecho delictivo del cual el gobierno difícilmente pueda “despegarse” totalmente. Desde este punto de vista tiene puntos en común con los asesinatos de Kosteki y Santillán que obligaron al Presidente Eduardo Duhalde adelantar las elecciones, renunciando a su –hasta allí- previsible candidatura presidencial.
Una operación de inteligencia.
Parece que estamos asistiendo a una “operación de inteligencia” pero… ¿qué es una operación de inteligencia? Se trata de acciones desarrolladas principalmente por Estados que tienen por objetivo producir hechos como si fuera de otros la autoría de los mismos. Cuando la producen Estados suelen denominarse de “falsa bandera”. Esta muerte y los propios atentados, publicitariamente muy usados aunque escasamente investigados, forman parte de esas “operaciones deinteligencia”.
Sobre esta cuestión no vale la pena abundar porque el domingo pasado, al referirnos al tema, se hicieron reflexiones más detalladas sobre las razones y el porqué el tema de la denuncia sobre la AMIA volvía ahora sobre el escenario. Los atentados a la Embajada Israelí (1992) –del que poco y nada se dice- y el de la AMIA (1994) “metieron” a nuestro país en un conflicto internacionalque tiene incidencia sobre cuestiones internas, porque algunos agentes internos vinculados a estos acontecimientos tienen fuertes “compromisos” internacionales.
Basta recordar los estrechos vínculos, ya señalados entre Nisman y el ex-agente de nuestros Servicios de Inteligencia -Jaime Stiusso- con las embajadas de Israely Estados Unidos. Es difícil pensar que el reciente atentado en París y el descabezamiento de Stiusso de la Secretaría de Inteligencia nada tienen que ver con la oportunidad de la acusación de Nisman y su posterior muerte. Argentina “acompañó” la política norteamericana de colocar al Estado de Irán en el “ojo de la tormenta” con las acusaciones que anualmente hacían Néstor y Cristina Kirchner en las Naciones Unidas y con el hecho de dejar en manos del dúo Stiussi-Nisman las investigaciones.
Esta política que venía desde los tiemposdel duhaldismo fue ratificada por el kirchnerismo que la modificó –respecto de Irán- hacia el 2011. Eso pasó cuando los Estados Unidas también viraban la propia, ante necesidades estratégica por el retiro de sus tropas de Irak. Tiempo después, la consolidación de las relaciones argentinas con Venezuela, China y Rusia colocó a nuestro país en una vereda distinta a la que transitaba la estrategia norteamericana. Si a ello le agregamos los recientes cambios en la Secretaría de Inteligencia tenemos el “combo” que explica la “molestia” de los países occidentales respecto a la actual política internacional de nuestro país.
Es por eso que, por la envergadura de los actores más importantes y más allá del“éxito” de la tarea judicial, es posible pensar que descifrar la verdad es una perspectiva que difícilmente podamos ver. Las diferentes y contradictorias apreciaciones que tuvo la Presidenta sobre la forma en que se produjo la muerte de Nisman ejemplifican el nivel de confusión en el que se mueve el gobierno. Sin embargo el contexto de la última carta de la Presidenta parece asomarse a la complejidad de responsabilidades que aquí se señalan.
Argentina está metida en un berenjenal de difícil solución. Una auténtica salida, aunque de muy difícil realización, es recuperar el derecho a decir y sostener la verdad. Eso supone poner en cuestión lo “investigado” desde el inicio, incluida la autoría de los atentados. De lo contrario la verdad seguirá oculta entre los escombros de la Embajada y la AMIA. El país seguirá pendiente de enfrentamientos externos en los que no tiene decisión y que son presentados como si fueran “guerras internas entre los servicios” por ambiciones personales, la política seguirá subordinada a las encuestas y los asesores de imagen ocuparán el lugar de los estadistas.