Argentina: Entre Macri, los Fernández y la agenda necesaria para todo el pueblo

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Paula Giménez y Emilia Trabucco

Desde 2016 en Argentina primó un modelo de financiarización de la economía que arrasó con todo el entramado productivo, sometiendo al pueblo argentino a condiciones salvajes de desposesión de la riqueza socialmente producida. El hambre y la miseria fueron la cara visible de un proceso muy bien ocultado de fuga de capitales y de enriquecimiento de unos pocos sectores.

El gobierno de Mauricio Macri estructuró un “modelo” que benefició a la banca transnacional, a los fondos financieros y las bancas de inversión; a las agroalimentarias exportadoras de las cadenas de la soja, el maíz y el trigo; y a las grandes empresas controladoras de las distintas ramas de las infotelecomunicaciones y de la economía de plataformas.

También se vieron beneficiados los grupos oligopólicos locales a los que se les dolarizaron las tarifas y se les habilitó el usufructo –compartido con el imperialismo angloamericano- de Vaca Muerta y de toda la renta energética del país.

Pero este camino de recortes y endeudamiento en tiempo récord tuvo sus expresiones de oposición, que fueron tomando fuerza a medida que avanzaba la implementación de políticas contra el pueblo.

En diciembre de 2017, a tan sólo 50 días del resonante triunfo parlamentario de la alianza macrista Cambiemos en las elecciones de medio término, aparece conformada una fuerza social de oposición política que, manifestándose contra la reforma previsional, logra impedir –aunque brutalmente reprimida por las fuerzas de seguridad-  el avance de la reforma laboral pautada con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Esas jornadas de lucha en las calles demostraron que la fuerza de oposición se encontraba, de allí en adelante, con una fortaleza material y moral para plantear una agenda de defensa de conquistas sociales históricas y de pelea por nuevos derechos.

El pasado domingo 11 de agosto, día de las elecciones primarias, los ciudadanos argentinos pusieron en vereda a los sectores neoliberales que trajeron hambre, miseria y desilusión a los sectores populares, trazando las respuestas a estos casi cuatro años de asfixia programada por el régimen burgués y su modelo de valorización financiera.

La fuerza social de oposición política no se había diluido en el tiempo. Por el contrario, de allí en adelante la calle nunca dejó de estar ocupada y, tampoco –jamás– pudo ser desalojada. Sólo bastaba, entonces, la estructuración de un momento de síntesis político institucional que, evidentemente, se alcanzó a través del mensaje difundido en redes sociales por la expfresidenta Cristina Fernández el 18 de mayo bajo el título de “En la Semana de Mayo, reflexiones y decisiones”.

Golpe por golpe

La magnitud del golpe lectoral del 11 de agosto generó una respuesta terrorista por parte del “mercado”, que legitimó el discurso y la decisión del propio presidente: al día siguiente de las elecciones, Macri culpó a los votantes por la debacle que generó el aumento del precio del dólar, ante “la incertidumbre” provocada por la victoria de Fernández-Fernández. Esas maniobras, de hecho, ya empezaron a transitar una causa penal en manos de la fiscal federal Paloma Ochoa.

Tal respuesta del enemigo de clase señala, entonces, el buen uso del momento político-electoral por parte de los sectores populares que, a pesar de encontrarse invisibilizados por los medios hegemónicos, votan por otro proyecto político sin dejar de sostener su momento de lucha callejera, con las masivas protestas exigiendo la declaración de la “emergencia alimentaria”, que ya cuenta con aprobación plena del Congreso Nacional.

En otras palabras, la militancia social argentina está logrando –bajo conducción de un núcleo político-gremial- combinar más de una forma de lucha, de una manera generalizada y en unidad. Esto es, sin dudas, el más valioso aprendizaje popular de estos casi cuatro años de neoliberalismo macrista.

Unidad, organización, calle, lucha y elecciones. De una situación similar en la París del siglo XIX, el padre del materialismo histórico supo decir que “detrás de las papeletas del voto estaban los adoquines el empedrado”.

Rumbo a la victoria electoral y el desafío de una nueva etapa

Esta victoria contundente puso los puntos sobre las íes a todas las fracciones de la clase política: ¿Qué pasó con ellos? ¿Qué sucedió que, mientras distintos sectores auguraban un resultado con una ínfima diferencia y otros sectores discutían sobre las tendencias de un posible fraude, muy por debajo, el río sonaba y pocos fueron capaces de escucharlo?

La producción de poder requiere de tejer un plan en un mar de iniciativas. La iniciativa burguesa prima y, desde ella, la militancia popular, bien enfocada, puede (y debe) construir la iniciativa de las masas. Se trata de proyectar un programa que establezca alianzas tácticas y estratégicas, algo que se estructura en función de las condiciones objetivas y subjetivas ante cada situación concreta.

Se trata de medir correctamente las correlaciones de fuerzas y lo que está principalmente en disputa en cada coyuntura. Se trata de configurar una organización social, colectiva, unida por una misma concepción general, capaz de imprimir una justa direccionalidad colectiva a los procesos de organización y lucha.

Se trata, al fin y al cabo, de reflexión y de debates colectivos, y de una política consecuente de formación de militantes (de cuadros) con capacidad de entender qué pasa y qué se hace (concebir el conflicto y diseñar la política), pensando en la acumulación de triunfos parciales que permitan lograr una victoria cuando se presente un momento decisivo, ajeno al voluntarismo idealista de pretendidas vanguardias.

¿Se puede seguir negando que esos 15 puntos de diferencia fueron una ofensiva del pueblo? Sin dudas, agosto demostró ser una prueba de la iniciativa popular. Ésta tomó en sus manos la herramienta electoral y la utilizó para poner en crisis al gobierno del neoliberalismo.

El próximo 27 de octubre la confianza será mayor y Macri, sin dudas, será desalojado del poder ejecutivo. Quedará en las fuerzas políticas y sociales convertir el triunfo electoral de Fernández-Fernández en una victoria estratégica, habilitando y empujando la construcción de una agenda progresista que resuelva, con participación popular y a favor de las mayorías, todos y cada uno de los problemas que el macrismo y el neoliberalismo dejan como herencia.

 

* Investigadoras argentinas, asociadas al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)