Argentina, entre el dinero chino y la política yanqui
Juan Guahán-Question latinoamérica
En los próximos 40 días el presidente Macri visitará Estados Unidos y China. Allí terminará de definirse su estrategia que oscila entre las inversiones asiáticas -sobre todo con China- y los acuerdos políticos con Occidente, particularmente con Estados Unidos.
No le será nada fácil a Mauricio Macri mantener el necesario equilibrio, diplomático y comercial, en la agenda internacional de sus próximo 40 días. No es casual que el Presidente viaje de un modo casi contemporáneo a Estados Unidos y China. En los acuerdos con esos dos países el gobierno macrista juega sus principales cartas con las grandes potencias. Es sabido que históricamente nuestro país forma parte del “área de influencia” norteamericana. Eso es así desde os Acuerdos de Yalta, donde Estados Unidos y la Unión Soviética concertaron su reparto del mundo al final de la Segunda Guerra Mundial (1945). Esos acuerdos, con todas sus crisis y problemas, fueron los principios rectores de la política internacional hasta estos tiempos.
En los últimos años del gobierno cristinista Argentina tuvo un acercamiento con China y Rusia y un distanciamiento con los países occidentales, particularmente los Estados Unidos. Esto se manifestó en el plano político y también en las cuestiones económicas donde se privilegió la relación con China.
La llegada de Macri al gobierno y su pensamiento muy cercano al ideario occidental, daba por hecho que habría modificaciones con ese alineamiento internacional. Por otro lado, el nuevo gobierno esperaba, con su llegada y la prometida “apertura” al mundo, una lluvia de inversiones extranjeras, sobre todo de Europa y los Estados Unidos.
Nada de ello ocurrió, por razones vitales: La Argentina es un país que estaba lejos de tener una economía ideal para tales inversiones; su escaso mercado y su imprevisibilidad política formaban parte de una de las causas para la llegada de tales inversiones, que no se guían por la buenas palabras, sino por las posibilidades efectivas de tener importantes y seguras ganancias. La otra causa vino a pocos meses de asumir el nuevo gobierno. Se trata del auge del nacionalismo en los Estados Unidos, con el triunfo de Donald Trump, como principal estandarte. Su idea del relanzamiento económico norteamericano absorbería grandes capitales.
A partir de allí el marco internacional era, para Argentina y su perspectiva, poco menos que catastrófico. La alianza con Europa y los Estados Unidos forma parte de los genes de este gobierno. Pero de esos lugares, más allá de acuerdos y alabanzas políticas, no vendrían los recursos que el macrismo esperaba. Ante esta suma de males el gobierno vio que China –que nunca había sido descartada como un socio importante- aparecía como una de las pocas posibilidades futuras.
Así estamos ahora. El gobierno argentino actúa como un sólido aliado de la política internacional de los Estados Unidos. Las posiciones adoptadas respecto de Venezuela, la OEA y otros temas internacionales, como el reciente caso de Siria, así lo prueban. Pero de plata hay poco para hablar. Paradojalmente en esta reunión (el 27 de abril), dos hombres de negocios llegados a los gobiernos de sus respectivos países, acordarán más cuestiones políticas que económicas. Por eso Macri necesita establecer con China un firme acuerdo económico y –antes- quiere explicarle al propio Trump que no tiene otro camino.
Es conocida la creciente presencia china en la región. Son el principal inversor en Venezuela y junto con los rusos controlan y controlarán por un buen tiempo el petróleo venezolano. En Perú el ultra conservador Pedro Pablo Kuczynski les ha cedido la explotación del cobre. En Brasil manejan cerca de la mitad de Repsol y controlan la producción de hierro. En Méjico están cerrando la negociación en materia petrolera. En Nicaragua están avanzando en la construcción de un nuevo Canal que vincule el Atlántico con el Pacífico, reduciendo el rol del actual Canal de Panamá. Por si esto fuera poco la deuda yanky está en manos de China y en nuestro país tienen inversiones productivas en la mayor parte de las provincias.
Es por eso que los resultados de estos viajes seguramente no dejarán dudas. Se fortalecerá la dependencia política respecto de los Estados Unidos y quedaremos fuertemente atados a los intereses económicos de China.
FpV y provincia de Santa Cruz, símbolo de los tiempos que corren
Las situaciones por las que atraviesan la Provincia de Santa Cruz y nacionalmente el Frente para Victoria (FpV) grafican, más que mil discursos, algunas características del kirchnerismo y los cambios producidos en lo político e institucional a partir de la llegada al gobierno del macrismo. En esos ejemplos encontramos la actual decadencia del poderío del que hizo gala el kirchnerismo y sus debilidades estructurales.
Esta sigla –FpV- la utilizó Néstor Kirchner en las elecciones en las que fue electo Intendente de Río Gallegos en 1987. Ese mismo encabezamiento tenía la boleta electoral con la que fue ungido gobernador en 3 oportunidades y Presidente de la Nación en el 2003. En ese Frente electoral confluyeron, en todos esos años, la mayor parte del peronismo y otras fuerzas afines de menor peso. Ahora, a 30 años de su presentación en sociedad, tras haber gobernado el país durante 12 años y luego de su desplazamiento del gobierno nacional da la impresión que dicha sigla ha agotado su existencia política.
Se terminaron las imposiciones de la Casa Rosada y en la mayor de las provincias, para las próximas elecciones, el peronismo prescindiría de esa denominación. Sin perjuicio de lo anterior es muy probable que en las próximas PASO del mes de agosto, algunas corrientes internas –kirchneristas- usen ese nombre en esa disputa interna.
Desde hace 26 años el kirchnerismo gobierna a la Provincia de Santa Cruz. Dentro de ese período, entre el 2003 hasta el 2015, los recursos nacionales fluyeron sin mayores límites a ese territorio donde hoy habitan 320 mil personas. Además contó con los importantes recursos provenientes de las regalías petroleras, con las que Carlos Menem premiara a Néstor Kircher, para asegurarse la privatización de YPF.
A pesar de todo lo dicho y de sus vastos recursos naturales o bienes comunes la provincia está quebrada, tal como lo reconoce Alicia Kirchner, su actual gobernadora. No haber puesto de pie –en más de un cuarto de siglo- un proyecto viable hizo que agotado el apoyo nacional esa provincia de desbarranque.
Esa situación resulta un modelo aleccionador no solo para esa provincia, sino para toda la Nación donde se entregaron a empresas trasnacionales genuinos recursos estratégicos, sin construir una base sólida para sostener a su población.
La provincia de Santa Cruz y el país funcionaron relativamente bien mientras había recursos. En Santa Cruz venían de la Nación y al gobierno nacional le llegaban de la euforia de los mercados internacionales por productos como la soja.