Argentina: el resultado electoral, la falsa grieta y la unidad de los de abajo

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Juan Guahán|

De las elecciones internas (PASO) del 12 de setiembre- emergieron acontecimientos que cambian la coyuntura y algunos de ellos ponen en evidencia situaciones y crisis muy peligrosas para los tiempos que corren, que dejaron en claro que la crisis existe y ella no está contenida en la “grieta” de la que tanto se había hablado.

En todo lo ocurrido no se puede omitir el rol de la economía y de nuestras ataduras al Fondo Monetario Internacional. También aparece en el escenario algo que el oficialismo pretendía negar: la contradicción entre la “dueña de los votos” y el de la “lapicera” (puesta por la dueña de los votos) que debía gobernar todos los días, según el actual sistema institucional.

 Los números que hablaron

Tres cuestiones parecen como centrales: el número de participantes, el rumbo que indican estos números globales y sus eventuales efectos sobre la composición futura del Congreso.

La participación electoral estuvo en el orden del 67,5% de los que estaban en condiciones de hacerlo. Este número -tomado comparativamente- nos dice que está unos tres puntos por encima del alcanzado en las cuatro recientes elecciones provinciales, donde osciló entre el 60 y 65%.

En la última elección de las PASO (2017) el porcentaje de asistencia fue del 72,37% y en la última elección realizada, las presidenciales del 2019, la asistencia fue del 81,31%.

En materia de orientación política triunfaron las fuerzas integrantes del opositor Juntos por el Cambio (JpC) sobre el oficialista Frente de Todos (FdT) que reunió poco más del 30% y estuvo a 2,3 millones de votos de los ganadores. Es posible que el dato más significativo sea que al FdT se le fugaron uno de cada dos votos de las presidenciales del 2019. La síntesis es que los votos que faltaron en las urnas son –fundamentalmente- del FdT.

La última cuestión a considerar, en este punto, es la repercusión que tendría en el Congreso, si se repitiera el resultado de estas PASO.

En Diputados, el Frente de Todos que tenía 117 legisladores, perdería tres, alejándose del quórum propio (127). Juntos por el Cambio, pasaría de los 116 actuales a 117 diputados. Los partidos distritales tendrían 12 legisladores, perdiendo dos.

En el Senado, que está en manos de fuerzas hegemonizadas por el peronismo, desde el regreso de las instituciones en 1983, el Frente de Todos tendría que acudir a aliados para llegar al quórum que es de 37 votos. Hoy tiene 41 senadores, pierde 6 y quedaría con 35. Juntos por el Cambio ganaría 5 y tendría 34 legisladores. Los partidos distritales tendrían tres senadores.

Vale la pena reiterar que esta es una proyección partiendo del supuesto que se repitan los resultados de las recientes PASO.

Una unidad en crisis y la “otra grieta”

Hasta hace un par de días la palabra “unidad” era sagrada en el lenguaje peronista del Frente de Todos. El gesto de Cristina de “renunciar” a su candidatura presidencial y guardarse para sí la vicepresidencia, ungiendo a Alberto Fernández como Presidente, estuvo fundado en ese concepto.

En las elecciones de 2019 se comprobó que eso era correcto, electoralmente hablando. El paso del tiempo demostró que lo que servía para las elecciones tenía muchas contradicciones para ser eficaz como gobierno.

Gran parte del peronismo político-electoral estaba ganado por esa “grieta” que también convenía a la oposición y que incentivaron los medios de prensa. En nombre de esa “grieta” se convocaba a la “unidad” del peronismo.

Pero ocurre que la mayor parte del pueblo peronista –no la dirigencia de sus estructuras institucionales– forma parte de otra grieta, la de los pobres y humildes, la del pueblo llano, frente a los poderosos que siguen creciendo y acumulando ganancias al calor de estos gobiernos.

Para responder a las necesidades de ese peronismo-pueblo era necesario tomar otras orientaciones, para dar respuesta a las tradicionales demandas de Paz, Pan, Techo y Trabajo. Una de esas cuestiones a resolver -tal vez la central- tiene que ver con el FMI y las deudas truchas con las que nos tiene acogotados. Desgraciadamente prácticamente toda la dirigencia no parece ver esa realidad y sigue apostando a una negociación y acuerdo que terminará por hundirnos del todo.

El cristinismo ha transmitido la idea que tiene “otro proyecto”, pero mantiene su disposición a seguir pagando aquello que nos reclaman. Se trata de deudas impagables; fraudulentas, según el lenguaje de un fallo del juez Ballesteros, dictado hace años en la justicia.

Un fallo que sigue celosamente guardado en despachos del Congreso. Tampoco se ha cuestionado la deuda más reciente y voluminosa, la “deuda odiosa” tomada por el macrismo en connivencia con el FMI.

Por este camino, que ni Cristina ni Alberto han decidido poner fin, seguiremos transitando estas desgracias, rumbo a un desastre mayor. Negociaremos mejores condiciones para ajustarnos la soga al cuello. Nos harán concesiones y nos “apretarán” con la letra chica del acuerdo y sus “condicionalidades”, que serán –como siempre- contra el pueblo.

El Consejo de Ministros acuerda pedir a Argentina la extradición de Carlos Fernández -Como esta dirigencia no parece dispuesta a tomar ese camino, el debate consiste en “repartos de culpas” y peleas de sectas, con diferencias menores que no atienden al fondo del problema, que responden a la agenda de los proyectos propios de cada grupo y no con las necesidades del pueblo.

Más allá de la “grieta”, cargada de subjetivismo e intencionalidad electoral, que se coloca entre oficialismo y oposición existe otra “grieta” que no se corresponde con la que se invoca en los discursos y los medios de prensa.

La situación económica, la crisis actual y el rol del FMI

Este rol del FMI -como símbolo de nuestra atadura al interés del capital financiero internacional- aparece con nitidez, en esta crisis y sus prolegómenos.

El tándem Alberto y Sergio Massa (titular de Diputados)  trabajan arduamente para cerrar ese acuerdo. La mayor parte de los viajes de Alberto a Europa, el de Massa a EEUU y los “ilustres visitantes” del Departamento de Estado que hemos tenido, apuntan en esa dirección.

Cristina, en primera instancia, cuestionaba esa política. Su manifestación más clara fue la “Declaración” emanada del Senado diciéndole al Ministro de Economía que no utilizara los dólares que nos debía acreditar el FMI al pago de la deuda. Pocas semanas después fue ella misma la que planteó, en un acto del cierre de campaña, que esos recursos deberían aplicarse al pago del FMI.

Para Alberto y Cristina, Martín Guzmán es el garante de esa relación con el FMI y permanecerá hasta que se firme el Acuerdo. Su llegada al gabinete vino de la mano de la flor y nata del sistema financiero mundial: George Soros y Joseph Stiglitz, que presumen de progresistas y mantienen públicas y buenas relaciones con Cristina.

La relación con el FMI está firme. Por eso en la Carta de Cristina y sus repartos de culpas aparece con toda crudeza el tema económico pero no el cuestionamiento a esta relación y su futuro. Están bien escritos los efectos que produjeron causas que no se mencionan.

No aparecen estas negociaciones con el FMI, tampoco los acuerdos con el Club de París, que negociara Axel Kicilloff -siendo Ministro de Economía de Cristina- y que seguimos pagando.

Los plazos para pagar los vencimientos de intereses de la deuda, el momento de la firma del Acuerdo, su aprobación parlamentaria y los próximos compromisos con el Club de Paris son las fechas claves, la música cuyo ritmo marcará los pasos a seguir en nuestros bailes de entrecasa.

Contradicción entre la “dueña de los votos” y el manejo de “la lapicera”

Allí está la causa inmediata de la crisis y de sus coyunturales salidas, es una clara disputa por el poder. Por cierto que existe una diferencia entre la perspectiva inviable de un reformista social demócrata europeizante y porteño como Alberto y el  progresismo más redistributivo que imagina Cristina.

Pero ese progresismo hoy carece de los recursos de su anterior gobierno y con escasos recursos, ese progresismo es como una máquina que se quedó sin batería. Ésa es una debilidad de la que Cristina no da cuenta.

Alberto y Cristina expresan sus limitaciones para confrontar contra los intereses conservadores de una derecha que olfatea el poder.

Esta inconducente pelea -por cuotas de poder- muestra la profundidad de la crisis de un peronismo sin rumbo y de los riesgos que tenemos como sociedad.

El resultado, que se hace efectiva con la jura de los nuevos funcionarios, es un triunfo de Cristina. Si bien no “liquidó” a Alberto, lo dejó con un poder aún más reducido. Todo ello al margen de una serie de alardes de Alberto para los cuales –por lo visto- no le daba el cuero.

Es obvio que la suerte de este emparchado arreglo y de este nuevo gabinete se vincula estrechamente con lo que ocurra en las próximas elecciones. Allí se verá si tiene aire para seguir pedaleando o si tendrán que buscar nuevos fusibles.

Pero esto no está pasando en sociedades con anchas espaldas. No. Pasa en una Argentina que cada día tiene menos márgenes para seguir por este rumbo, porque se acelera la profundización de la destrucción nacional y el sufrimiento para los humildes.

La unidad a construir

Pero también es posible que desde el fondo más hondo surjan las alturas más altas. El pueblo llano puede reaccionar. El que padeció los errores señalados, el que –cargado de bronca- le hizo perder al oficialismo uno de cada dos votos, ese pueblo ignorado que encontró una forma de expresar su desencanto, está expectante. Puede cansarse y nadie puede prever el final de tal situación.

Ante estas frustraciones crece la posibilidad de una nueva perspectiva. Se trata de avanzar en la articulación de los sectores más afectados por esta crisis, reunir sus voluntades e irlas colocando en el escenario.

Lo que se anhela es otro tipo de unidad, que se habrá que construir -en el largo plazo- si no se quiere que este “fin de ciclo” siga transcurriendo hasta transformar a la Argentina en una colonia en liquidación.

 

*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)