Afganistán, política y culturas : una visión desde Venezuela
Leopoldo Puchi|
No es sencillo prever la manera en que los recientes acontecimientos de Afganistán impactarán sobre las relaciones de Estados Unidos y Venezuela. Sin embargo, es útil intentar una aproximación a lo acontecido, por más que pudiera pensarse que es simplemente un asunto ajeno o distante.
Es conveniente ver qué hay detrás de las imágenes de una evacuación desordenada, del caos en el aeropuerto, la desesperación y las carreras tras los aviones; intentar comprender qué explica la presencia de los talibanes en el palacio de gobierno y su llegada en un abrir y cerrar de ojos.
Esta vez los talibanes no toman el poder bajo el impulso y apoyo de una de las grandes potencias mundiales, como había ocurrido en su guerra contra el comunismo soviético, cuando fueron dotados de equipos sofisticados y misiles que despejaron los cielos de ese país. En esta ocasión llegaron claramente con sus propios medios.
Autoengaños
De alguna manera, puede decirse que lo que ha fracasado en Afganistán es la idea de que las potencias pueden hacer guerras, invadir e intervenir en los países débiles sin que ello tenga consecuencias.
A su vez, vale destacar que los funcionarios políticos, los analistas de defensa y los servicios de inteligencia se habían imaginado que podían realizar una ocupación sin mayores implicaciones. Incluso ahora, en el momento de la retirada, esos funcionarios informaron que los talibanes tardarían seis meses en llegar a la capital, pero finalmente lo hicieron en seis días.
Si algo puede emparentar lo ocurrido en Afganistán con Venezuela, realidades completamente diferentes, es precisamente esa incapacidad de los políticos y de la inteligencia estadounidense para comprender otras culturas y la tendencia a engañarse a sí mismos, a la fantasía, tal como sucedió en 2019 en Venezuela, cuando se llegó al punto de traer a tres presidentes, el de Paraguay, Colombia y Chile, además de pautar el viaje del propio vicepresidente Mike Pence, para que estuvieran presentes en Cúcuta y pudieran observar en directo un derrocamiento que nunca ocurrió.
Aliados
En Afganistán se escogió como actores o aliados en el terreno para concretar la ocupación a señores de la guerra y a políticos en una gran medida sin respaldo social y vinculados a la corrupción, que se involucraron sistemáticamente en el robo de la ayuda que se suministraba y de armamentos. Y los medios de comunicación y los funcionarios los presentaron ante las autoridades, la sociedad estadounidense y el mundo como portadores de un prístino espíritu de democracia y libertad.
Al mismo tiempo, caricaturizaron al campo contrario, asimilaron a los talibanes al Estado Islámico, cuando en realidad son enemigos, y se expuso solo la cara de la violación de los derechos humanos o el ataque a periodistas, sin comprender las hondas raíces culturales del fenómeno.
Mutatis mutandis, si algo acerca lo ocurrido en Afganistán a Venezuela, es esa errónea manera de entender el acontecer en otras regiones, aproximarse con los valores de su propia cultura política a otras realidades y, sobre todo, ese modo de escoger aliados o representantes en el terreno, no ahora, con el extravagante “gobierno interino”, sino ya a principios de 2000, cuando se comenzó a apostar a medios de comunicación, ONG, clases medias y partidos de laboratorio.
Mujeres
La intervención militar en Afganistán no tenía como objetivo liberar a las mujeres ni instaurar un determinado sistema político, la democracia, sino que, además de tener el carácter de una reacción simbólica de represalia, que incluyó el traslado de prisioneros a Guantánamo, apuntaba sobre todo a concretar el rediseño de una estrategia de poder mundial en la etapa posterior a la Guerra Fría.
Esa estrategia tenía el fin de evitar que surgiera un contrapeso al orden unipolar que se había establecido con la caída del muro de Berlín y desmontar Estados que habían construido sus fortalezas a la sombra del viejo orden de la polaridad mundial. Más que Afganistán, se trataba Irak, Libia, Siria, Ucrania, posibles aliados de polos rivales emergentes. Esta etapa finalizó cuando comenzaron los vetos de Beijing y Moscú en el Consejo de Seguridad y la emergencia de China como potencia comercial.
Es momento para que la élite estadounidense reflexione sobre invasiones, sobre la ideología de la excepcionalidad con derechos especiales y, ante todo, cómo relacionarse con otras culturas y cómo escoger sus aliados. En esta dirección, pudieran comenzar por Venezuela.