Adiós a Abdón o Zenón, al irreverente revolucionario uruguayo “Viejo Julio” Marenales
Luvis Pareja|
La muerte de “El Viejo” Julio Marenales, uno de los fundadores del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, a los 89 años en la norteña ciudad de Salto, deja un vacío en su irreverente defensa permanente de los principios revolucionarios, combatiendo las claudicaciones de muchos que recorrieron junto á el parte del camino.
Mrenales, quien trabajó en su juventud como picapedrero y carpintero, regresó a Salto para esculpir las piedras. En 1956 egresó de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de la República, de la que fue docente. Se dedicó a la escultura.
Militante gremial, en 1946 se afilió al Partido Socialista, en el que permaneció por 18 años. A inicios de la década de 1960 integró el Coordinador, núcleo a partir del cual, en 1965, se crearía el MLN-Tupamaros. Integró su dirección y participó en diversas acciones armadas. Estuvo en prisión en 1964, 1968 a 1971 (cuando participó de El Abuso, la masiva fuga de la cárcel de Punta Carretas) y, tras la derrota del MLN, entre 1972 y 1985.
Fue uno de los pocos dirigentes históricos del MLN que continuó hasta el 2014 militando en la organización . Otros abandonaron el movimiento para integrarse a la vida política del país, como José Mujica y Eleuterio Fernández Huidobro; o se retiraron de la actividad política, como Jorge Manera Lluveras o Tabaré Rivero Cedrés, O fallecieron como el líder histórico Raúl “Bebe” Sendic, símbolo de la lucha armada y de las reivindicaciones por la tierra.
Hasta hace cuatro años, los jóvenes y los viejos militantes podían encontrar a Marenales en la sede del MLN-T en la calle Tristán Narvaja o en la del Movimiento de Participación Popular en Mercedes y Ejido. El viejo Julio era visto como una especia de cancerbero de la pureza ideológica del MLN revolucionario.
Se fue un guerrillero, que siempre luchó por los cambios sociales, por los derechos de los trabajdores y campesinos, por el socialismo, la liberación nacional y la unidad latinoamericana y combatió a aquellos que aceptaron las condiciones de la burguesía para administrar el neoliberalismo.
En el 2014 “el viejo Julio”, irreverente como siempre, se fue de Montevideo para Salto, abandonando la dirección del Movimiento de Participación Popular (MPP), sin ocultar sus cuestionamientos al gobierno de José “Pepe”Mujica (“un progresista profundo”, “ya no representa al Mln”) y al propio MPP, “un grupo juntavotos (que) no tirne ideología”).
Y, con ropa de simple militante, de carpintero, se fue a vivir a un barrio obrero de Salto, en el reposo del guerrero, para volver a sus orígenes: tallar la piedra. Lejos habían quedado sus años de jefe tupamaro, cuando no era el Viejo Julio, sino Tomás, Abdón o Zenón. Porfiado y rústico, cuadrado como una baldosa, lo definieron.
“Pretendía que el Pepe planteara cosas que podían ser resistidas. Podría suponerse que el Pepe no es un progresista, es un revolucionario, por algo estaba en el Movimiento de Liberación Nacional (MLN). Revolucionario en el sentido de transformación profunda, no en el sentido de la violencia política con armas. Yo esperaba eso, un revolucionario pujante, que empujara. Y si no puede, no puede. Pero no, se quedó en el progresismo. Evidentemente, se ha convertido en un personaje internacional, pero ha sido aceptado por el capitalismo mundial”, señalaba en 2015 sobre el gobierno de su excompañero.
El Comité Ejecutivo del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, señaló que “El Viejo vivió como pensaba, fue y es un revolucionario, que no abandonó nunca sus principios, un compañero consecuente, austero, que con su entrega permanente nos ha enseñado el valor de la lucha y de no anquilosarse con lo establecido. Destacamos entre sus virtudes, el carácter revulsivo de sus ideas permanentemente y su pensamiento transgresor”.
Kintto Lucas, escritor uruguayo que fue vicecanciller ecuatoriano, escribió: “se acaba de ir el Viejo Julio Marenales, un revolucionario auténtico (…). Esta es una partida que me entristece mucho, por la vinculación militante y de amistad que tuve con el Viejo, con quien a veces pasábamos horas conversando de política uruguaya, de geopolítica mundial, de cultura, siempre pensando estratégicamente… Creo que, con algunas discrepancias, estábamos siempre de acuerdo en casi todo.
“Cuando digo revolucionario auténtico, no es una frase más. Poquitos pero muy muy poquitos han sido consecuentes toda su vida como el Viejo Julio. Creo que todavía hay una gran deuda con él, de recuperar sus escritos y su pensamiento. Su vida es una enseñanza fundamental para los jóvenes, en estos momentos tan complejos y siempre.
Seguirá presente en la memoria de las luchas populares, de las luchas revolucionarias verdaderamente anticapitalistas…Tal vez nunca logremos un mundo para todos, pero seguiremos peleando por eso en el lugar que sea y con las buenas o malas arnas que nos toquen”.
Nicolás Duffau señala que ojalá todas las organizaciones sociales y políticas tuvieran un tipo de ese nivel de irreverencia. Imprescindible. Inconfundible (más con ese cinturón lleno de cosas con el que parecía Batman y si le preguntabas para qué tenía tanto cachivache colgando, respondía “supervivencia”).
**Periodista uruguayo, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)