A una semana de las elecciones, (¿publicitario?) optimismo macrista
Juan Guahán, Question latinoamérica|
A una semana de las próximas elecciones legisaltivas argentinas, todo parece claro, aunque queda una gran duda. ¿El exultante optimismo en los círculos macristas es producto de lo que dicen las encuestas? o¿las encuestas son fruto del planificado optimismo (o algo parecido) del macrismo?
Todos sabemos el desprestigio que rodea a la mayoría de las encuestadoras. Por cierto que esa desconfianza bien ganada está. Las recientes PASO volvieron a ratificarlo. Cuando la mayoría aseguraban un rotundo triunfo de Cristina en las elecciones bonaerenses el resultado le fue favorable por el 0,08% de los votos. Ahora, a la inversa, todas… pero todas las encuestas, aseguran que se viene una victoria del macrismo. ¿Tendrán razón ahora o se volverá a repetir la historia y dentro de una semana tendremos a Cristina Kirchner festejando?
Por empezar digamos que la campaña electoral, más allá de los cambios que se hicieron luego de las PASO, profundizó la confrontación (“grieta” que le dicen) Cristina-Macri que ambos vienen planteando desde hace tiempo. Además –los dos- apostaron, por razones distintas, a “nacionalizar” esa confrontación. Cristina con vista a su hegemonía en el peronismo y Macri para fortalecer su liderazgo y darle credibilidad a la posibilidad de una reelección en el 2019.
Da la impresión que el paso del tiempo va dando cuenta que ese esquema termina favoreciendo al actual oficialismo. La razón para ello tiene que ver con un fenómeno típico de estos tiempos y de esta democracia. Se trata de la incidencia de los medios masivos de comunicación, que son capaces de elegir la temática que conviene a sus intereses y el modo de plantearlo. Como dice Martin Hilbert, un alemán gurú de la era digital, “se usa la tecnología para lavar el cerebro de los votantes” e imponer lo que denomina “dictadura informática”. Se trata de la capacidad de llegar a cada elector con mensajes personalizados según sus propios miedos y gustos pero diciendo las cosas que al sistema le conviene decir. Metidos en esa lógica, con poca o nula influencia del pueblo y sus organizaciones, al gobierno se le facilitan las cosas.
El macrismo y los difusores de sus expectativas esperan algunos resultados que, si bien no le van a permitir tener mayoría parlamentaria, pueden significar cambios importantes para desarrollar los próximos pasos de su plan, de largo plazo.
Imaginan ganar en los cinco distritos más importantes (Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Capital Federal y Mendoza) reuniendo –nacionalmente- más del 40% de los sufragios. Para hacerlo posible se han puesto como objetivo ganar en12 distritos. Además de los 5 ya mencionados se le deberían sumar: Corrientes, Jujuy, Entre Ríos, La Pampa, Neuquén, San Luis y Tierra del Fuego. Esa perspectiva supondría revertir los resultados en Buenos Aires, Santa Fe y Tierra del Fuego, tres distritos donde triunfó el peronismo kirchnerista. En cuanto al número de bancas, en Diputados, de las actuales 86 esperan llegar a tener entre 108 a 110 (de repetirse las PASO tendrían 104), todavía lejos de las 129 necesarias para tener quórum propio. En el Senado confían en transformarse en la primera minoría y poner fin al quórum propio (37 senadores) que hoy ostenta el peronismo con 38 senadores. El macrismo espera llegar a los 27 senadores, igualando al FpV-PJ que tendría un número igual, aunque muy cercano a una fractura del actual bloque, si Cristina debe formar otro agrupamiento.
Por el lado del peronismo, en sus diferentes matices, las expectativas son menores. La mayoría tiene como objetivo mantener la elección de las PASO. Solo en Tierra del Fuego, el peronismo no kirchnerista, espera revertir los resultados de agosto.
La “nacionalización” de la campaña ha disminuido el peso de algunos referentes locales, de buena imagen, que han sucumbido ante la polarización planteada, es el caso de los Rodríguez Sáa en San Luis, Carlos Verna en La Pampa, Juan Schiaretti en Córdoba y el reciente resultado de Corrientes, donde el reconocido prestigio de Carlos “Camau” Espínola, no pudo hacer frente a esa polarización y la gobernación terminó en manos de Cambiemos.
Inflación alta y gobierno festeja datos de economía
En estos días, donde todas las lecturas económicas pasan por el filtro de las próximas elecciones, es necesario comparar varios datos para tener una idea de dónde estamos parados. En este sentido vamos a tomar tres cuestiones y desde allí ver lo qué está ocurriendo. La inflación es uno de ellos, los datos duros que aporta el gobierno es otro modo de mirar y la tercera forma es considerar la situación de otros aspectos de la economía, poco favorables al gobierno.
En materia de inflación, la reciente información del INDEC fue un sopapo en la cara a las pretensiones del gobierno de mostrar que la misma seguía en baja. El resultado final de setiembre indica un crecimiento mensual de 1,9%. Con ese número, el gobierno superó el tope que había puesto para todo el año, cuando todavía faltan 3 meses para terminarlo. Las previsiones inflacionarias que habían sido del 17% anual –luego fueron desplazadas al 20/22%- terminarán alrededor del 25% de inflación anual.
Otra mirada, cercana al gobierno, coloca la referencia económica en otras cuestiones favorables al discurso oficial. Eso le permite decir que tiene todo a favor, salvo la inflación. Desde esa perspectiva pone -como pruebas- al crecimiento económico, la información sobre el comercio exterior y las inversiones. A todo ello le agregó en el último mes el tema del consumo masivo. En efecto, las ventas del mes setiembre crecieron, vistas de año a año, un 0,4%. Este dato, totalmente exiguo, es el primer número positivo después de la recesión del 2016. Montado en ese detalle el gobierno se regodea diciendo que el consumo de productos masivos se está reactivando. Esta “reactivación” es con respeto a la profunda caída del año 2016.
Pero falta una tercera mirada. Los críticos de la política económica no encuentran un cambio importante entre los datos del primer semestre de este año, respecto al mismo período del 2015. Colocan como pruebas varios temas, entre ellos se pueden destacar: La inflación del primer semestre –en el 2015- fue del 2,5% mensual, la de este año fue del 2%. La reducción fue pequeña si se tiene en cuenta la caída de la producción y del consumo que el pueblo viene soportando.
El déficit de caja y el gasto público no reconocieron grandes variaciones en estos dos años. El déficit de caja estuvo rondando en ambos casos alrededor de los 2 mil millones de dólares mensuales. El gasto público, que creció en el primer semestre de este año, al ritmo de un 34% anual, en el 2015 lo había hecho al 31%. Por último la emisión de moneda y el déficit comercial se mantuvieron en valores y proporciones prácticamente iguales, en ambos períodos.
De lo dicho deriva que las ideas sobre el “optimismo” y el “cambio” que muestra el gobierno tienen mucho más que ver con la doctrina de “vender expectativas” que de los datos de la realidad.