A la mujer áfrica y afrodescendientes: Imperceptibles pero demasiado sensibles
JOSÉ CHUCHO GARCÍA| Ellas, las africanas y sus descendientes, debido al enfoque machista de la historia, muchas fueron condenadas al olvido, olvido que por supuesto no se logró y al paso del tiempo ellas vuelven a la memoria, no como hechos o actos del pasado sino como símbolos, mitos y complejo éticos contemporáneos.
Se trata de la mujer africana y afrodescendientes con sus historias anónimas llenas de una riqueza simbólica, mitológica que va desde el nacimiento del mundo hasta la construcción de las espiritualidades imperceptibles al ojo de los seres deshumanizados por la complejidad social que NO está dejando espacios para la contemplación, el cantar de los pájaros, los olores, la belleza y la reflexión profunda. Decir mujer africana y afrodescendientes es decir sociedad, ausencia paterna, confrontación cotidiana para la sobrevivencia, pero es también decir hilo conductor para la transformación social por un planeta equilibrado para todos, sin miedo, con coraje contra la adversidad como lo expresara la fallecida africana keniana, Wangari Maathai premio nobel de la paz en el año 2004:
“La gente me pregunta con frecuencia porque no tenía miedo. La mejor manera que tengo para explicarlo es decir que yo no proyecto el miedo. Si tú te mantienes concentrada en lo que quieres obtener, entonces, en efecto, irás exactamente al lugar donde mucha gente no se atrevería a ir.” “No es que sea valiente o que no vea las consecuencias, sino que al no proyectarlo, yo no adopto el miedo que con tanta frecuencia nos frena al perseguir nuestras metas.” Con su firme soberanía intelectual tuvo una visión multidimensional de la vida para enfrentar incluso una demanda de divorcio que le hizo su marido con quien se había casado caso en los años setenta, del siglo pasado.
Esa demanda, imagínese usted fue por “ser demasiado educada, tener demasiado carácter, ser demasiado exitosa y demasiado obstinada para ser controlada”. El juez coincidió plenamente con el marido. Por lo tanto, ella pasó a ser la única responsable de la educación de sus tres hijos. Esta mujer de Kenia, quien lamentablemente murió el 25 de septiembre del año 2011, entendió que con miedo no lograría sembrar, desde 1977 hasta cerca del año de su muerte, 30 millones de árboles con el apoyo de millones de mujeres en su país contra la deforestación que estaba acabando con los bosques, los ríos la vida…o lo que hemos llamado la aniquilación acelerada del planeta donde ya sabemos que los días lo tenemos contado ante la inminente amenaza del cambio climático y la expiración del protocolo de Kioto.
De la literatura a la ternura… una bendición
Los códigos ancestrales de las africanas, conservados por millones de mujeres como Wangari, al grito de Harambee (todas somos una) a travesaron el atlántico y fueron llenando de haces luminoso el cielo sombrío y oscuro de que cubría la esclavitud, el racismo y sus secuelas. Hoy la mujer afrodescendientes en las Américas al igual que en tiempo coloniales prosiguió ese hilo conductor en unos de los campos pocos explorados como es el de la literatura. Dejemos que la afroestadoundiense Toni Morrison, premio nobel (1993) de literatura quien en sus diferentes novelas sobre la esclavitud y el racismo quiso darle voz a quienes no la tenían en esa sociedad opresora
“La primera generación de un pueblo oprimido es siempre gente silenciosa, desarrollan en su interior una conciencia de la opresión pero no hablan sobre ello. La siguiente generación ya lo hace un poco, empieza a exteriorizar su queja. El silencio es roto, por ejemplo, en las canciones. En el caso de los americanos africanos, bastante gente escribió libros acerca de su historia, pero esa realidad no estaba presente en las novelas. Y ese reto me fascinó, el sentimiento de ser capaz de hacerlo”. Morrison en su novela del año 2009 titulado UNA BENDICIÓN donde deja entrever que “ el racismo todavía sigue operando hoy, mostrando su eficacia como instrumento para perpetuar las divisiones en contra de lo que debería ser una verdadera democracia”.
Estas dos mujeres, una africana y otra afrodescendiente, ambas Premio Nobel, lograron elevar con dignidad la voz no solo de la mujer, sino de los hombres oprimidos y castigados por los abusos del poder, el racismo y la discriminación.