A la escritora, doña Isabel Allende

Arévalo Méndez

Permítame Ud. referirme en primera instancia a mi admiración personal por su obra Como también, reconocer y exaltar su permanente preocupación por los terribles problemas sociales de nuestra América. Resalto que es buena noticia su incursión en el campo de la economía y la política internacional, así entonces, sea usted bienvenida.

No me referiré, para ningún propósito, a las comparaciones, diferencias y otras consideraciones que pretende resaltar entre Chile, Argentina y Venezuela. No nos anima en lo absoluto debatir y emitir discursos sobre los consabidos rankings, curvas, encuestas, tablas, etc. entre países. Comparaciones por demás irrelevantes dadas las características, realidades y particularidades de cada sociedad.

En Venezuela la única comparación que damos por válida, y a esa si prestamos suma atención, es a la partición entre dos épocas y entre dos proyectos de sociedad. Antes y después de 1998, es ese el centro y médula del asunto, distinguida Señora Allende. A ello quiero referirme.

¿Crisis social en Venezuela?, si, por supuesto que si. Usted convivió con nosotros trece valiosos años de su vida. Y debe entonces recordar las crisis sociales generadas por las masacres y desapariciones de jóvenes, campesinos, políticos, estudiantes, entre otros; solo por pensar diferente y ubicarse a la izquierda de aquella entonces, sociedad acosada por la pobreza. Crisis social para nosotros eran las recurrentes conmociones que causaban las desapariciones, torturas y muertes solo por causas ideológicas.

Crisis social hubo cuando los indígenas eran maltratados y humillados, al punto de negárseles su identificación, por tanto, eran carentes de nacionalidad, y por supuesto, eran impedidos de votar. Esa, Sra. Allende, si es una auténtica y genuina crisis social. Entre otras razones porque era una negación a los Derechos Humanos.

Crisis social había cuando nos sorprendió el Presidente Chávez en el año 1998 con un proyecto de real y revolucionaria avanzada, y es entonces cuando nos enteramos que la ficción nos dibujaba una Venezuela en la que éramos felices pero, ni nos enteramos, cosas veredes. Encontramos para entonces 54% de pobreza y 24% de pobreza estructural, si a las cifras vamos, hoy Venezuela es otra, Sra. Allende, están disponibles para cuando usted guste.

Crisis social hubo cuando la desnutrición infantil alcanzaba la vergonzosa cifra de casi 6%. O cuando la matrícula en educación media solo sumaba el 64% de la población en edad escolar. Crisis hubo cuando fallecieron mas de 60 mil venezolanos que, aun con derechos adquiridos, no hubo forma que el Gobierno pagara las prestaciones sociales ni les asignara una pensión ni obligara, como mandato legal, a que la empresa privada cumpliese con sus obligaciones. Duele, Sra. Allende, duele.

No tenga dudas de que hoy somos un país y una sociedad radicalmente diferente. La inclusión social, la igualdad y equidad campean en Venezuela. No nos interesa, ni nos llama a debatir si es nuestro país el campeón, primero o último lugar, el más chévere de la comunidad, etc. Los hechos hablan por sí solos, la ONU y todos los organismos internacionales serios lo reconocen. Y digo serios, porque de la otra estirpe suman organizaciones por montones, -como arroz-, decimos en mi país.

En Venezuela, los niños más pobres hoy no se alimentan con perrarina como en aquellos tiempos, ¿lo sabía Ud.?. En aquel país que usted conoció si hubo crisis social. De hecho, las secuelas son evidentes. Debe recordar aquella época, que ni en dictadura, a los ancianos que clamaban por una humilde pensión, incluso quienes habían pasado treinta o más años cotizando a la seguridad social,  recibían como respuesta palos, agua y gas lacrimógeno, y cuando no, los perros mastines de la guardia pretoriana de Carlos Andrés Pérez y Antonio Ledezma, que todavía esta activo, si, cincuenta años después de debutar en política, ese personaje si que conoce de cómo enfrentar la crisis social generando muerte y desesperanza, en eso fueron exitosos.

Crisis social, Sra. Allende, fue la resultante del empeño de CAP, Ricardo Hausmann y Moisés Naim, exministros del nada bien recordado expresidente que llevó a la carnicería de tres mil muertos el 27 de febrero de 1989, solo porque ellos consideraron, y así le venía en su reales ganas, que no había salida sino por vía del neoliberalismo a sangre y fuego como fórmula económica y social. Seguro Sra. Allende estará de acuerdo con miles de venezolanos en que esa fue una hecatombe social.

En política y más aún en materia comunicacional no se da puntada sin dedal, menos aún en el plano internacional. Andrés Openhaimer es un contumaz propagador de las malas nuevas sobre mi país, asociado con Naim y Hausmann y la inefable CNN administran el bufete de la maldad a costa de mentiras, medias verdades y desopilantes informaciones en las que debaten entre ser consejeros gratuitos del Departamento de Estado, socios parlanchines de los más espurios intereses bancarios sionistas y adivinadores de las plagas que nos azotarán, aun cuando en esta última categoría los imagino más como brujos profiriendo maldiciones.

Habló Obama en la ONU, y al parecer fue el pistolazo de salida para que se armara el aquelarre de opiniones, unas más estrafalarias que otras. Quince años en estos avatares nos lleva a un estado de permanente alerta. Aún así, el petróleo venezolano sigue siendo nuestro por voluntad de Chávez y las mayorías populares, y es nuestra soberana y digna decisión, o simplemente porque nos viene en ganas, lo que ha impedido a los poderes fácticos mundiales apoderarse de nuestras riquezas naturales, y por lo vivido, seguirán estrellándose. El petróleo es factor clave Sra. Allende, no lo dude. Se lo refiero solo como un aporte a sus alusiones sobre la economía venezolana.

No hace falta empequeñecer pueblos hermanos para hacer lucir a Chile. Este hermoso país es lo que es y tiene lo que tiene por diversas razones. Y es un gran país no porque otros pasen por ciclos de decaimiento económico. Chile, ni ningún otro país se ven reflejados en ese tipo de comparaciones que no llevan a nada; siempre las comparaciones.

Por cierto, debo referirle que hoy más de dos millones venezolanos posiblemente lean sus novelas, pues ahora saben leer, gracias a que dejaron de sufrir la condena del analfabetismo. Ellos no hablan de crisis, hablan de “aquella catástrofe social”. Los pobres, que ahora leen conocen las tesis goebelianas; ya no son víctimas de aquel desenfado mediático empobrecedor.

Sus opiniones, Sra. Allende son valiosas para los venezolanos; usted nos conoce y nos quiere tanto como nosotros a usted. En aquella casa, los espíritus están bien guardados.

Embajador Arévalo Méndez

Arévalo Méndez, Embajador de la R.B. de Venezuela en Chile