Un ataque a Irán plantea inmensos riesgos para expertos de EEUU en geopolítica
JIM LOBE|Como bastión del realismo en política exterior, el Centro por el Interés Nacional (CNI) conocido anteriormente como Centro Nixon, es conocido en Washington por presentar animadas discusiones entre expertos, y la sesión del viernes, titulada “Guerra contra Irán, consideraciones económicas y militares”, fue particularmente interesante y virtualmente unánime –casi unánimemente espeluznante– en sus conclusiones.
Common Dreams
Los tres ponentes fueron el almirante Mark Fitzgerald, excomandante adjunto de las Fuerzas Navales de EE.UU., Comando Central, y comandante de las Fuerzas Navales de EE.UU. en Europa, entre muchos otros puestos; Geoffrey Kemp, asociado de CNI, antiguo experto en el Golfo en el Consejo Nacional de Seguridad de Reagan; y J. Robinson West, presidente y fundador de PFC Energy, quien también ocupó puestos importantes en la Casa Blanca, en el Departamento de Energía y en el Pentágono bajo varios gobiernos republicanos. Hay que señalar que Kemp trabaja en un importante estudio que se publicará en enero, sobre el tema objeto de la discusión.
De los tres, la evaluación de West fue particularmente sombría. Afirmó que Irán, con su arsenal de misiles balísticos y de menor alcance y la Fuerza Qods de elite de los Guardias Revolucionarios (IRGC), podría sin gran dificultad retirar del mercado más de ocho millones de barriles de petróleo diarios, específicamente 5 millones de barriles de la instalación Abqaiq de Saudi Aramco y los oleoductos que van desde la terminal Ras Tannurah en el Golfo al otro lado de Irán (los misiles, dijo, podrán no ser demasiado precisos, pero “algo caerá”); otros 2,5 millones de barriles que pasan por el sur de Irak, donde “los iraníes tienen muchos agentes” que presuntamente podrían causar estragos en los oleoductos; y hasta otro millón de barriles que se bombean desde el Mar Caspio a Ceyhan, Turquía, en el Mediterráneo. (“Si los iraníes tienen agentes en el terreno, esos oleoductos son muy vulnerables”, dijo).
“Se podrían perder ocho millones de barriles diarios de producción y eso no se recuperaría rápidamente”, según West. “Creemos que el precio del petróleo aumentará a más de 200 dólares por barril”, dijo. (El crudo Brent se vende actualmente a unos 112 dólares por barril). Además, agregó, esa conclusión no toma en cuenta ningún esfuerzo iraní para bloquear el Estrecho de Ormuz (una eventualidad, dijo, que a su juicio la Armada de EE.UU. podría eliminar con bastante rapidez) o la posibilidad de que Teherán también podría utilizar sus misiles para atacar las inmensas instalaciones de GNL en Catar. Si lo hiciera, “las luces se apagarían en Corea del Sur y Japón”, dijo.
“Desde mi punto de vista, el coste sería enorme”, dijo West. “No les sería tan difícil bloquear el negocio del petróleo”. Haciéndose eco de Kemp, quien acababa de hablar, predijo que Washington será sometido a gran presión por “gente de nuestro lado” para detener la guerra.
Fitzpatrick dijo que está “totalmente” de acuerdo con la evaluación de West respecto a la vulnerabilidad de la infraestructura petrolera en el Golfo e Irak y también subrayó la vulnerabilidad del tráfico de buques cisterna en el Golfo y a través del Estrecho de Ormuz (especialmente en comparación con hace 25 años durante la “guerra de los buques cisterna”). Aunque la Armada de EE.UU. puede desplegar algunas defensas contra los misiles a ras de mar de Irán que vuelan casi a velocidades superiores a Mach 1, dijo, los buques cisterna están indefensos ante ellos. “[Los iraníes] son capaces de poner en peligro la geografía crítica”, dijo, y agregó que el mayor problema que enfrentarían las fuerzas de EE.UU. sería un “relámpago inesperado” con lo cual quiso decir un ataque unilateral israelí con poca o ninguna información a EE.UU. Una vez que las hostilidades comenzaran bajo esas circunstancias, dijo, se puede contar con que Irán coloque en posición sus minas y “una mina es un campo de minas”. También dispersarían muy rápido sus misiles balísticos y antibarcos, dijo, lo que facilitaría un contraataque iraní en el Golfo y más allá.
En cuanto a la cooperación que obtendría Washington de sus aliados del Golfo, “obviamente, son más pro EE.UU. que la mayoría de los países con los que tratamos, por lo menos la dirigencia”, dijo. “El problema lo tendremos con la población”. Además, a fin de proteger el Estrecho, es casi seguro que habría que poner “soldados en el terreno”, por lo menos en las tres islas del Estrecho y alrededores. “Será una guerra liosa, difícil de ganar rápido”, dijo, señalando que la OTAN tuvo que bombardear durante 78 días para quebrar la voluntad de Milosevic en Serbia, que es “del tamaño de un sello de correos” en comparación con el territorio de Irán. “Si el pueblo [iraní] cree que tiene razón no dará el brazo a torcer”, dijo, y agregó que hay muchas dudas sobre “qué haríamos para que Irán capitulara”.
“El sentido general de los participantes en la discusión, que incluía a otros expertos por derecho propio, fue que no había modo de “ganar” la guerra –es decir, eliminar el programa nuclear de Irán– sin ocupar el país. “Desde el punto de vista militar nos encontramos otra vez en una Tormenta en el Desierto como mínimo”, dijo Fitzpatrick, quien señaló que los soldados en ese conflicto utilizaron Arabia Saudí como rampa de lanzamiento. “Para llegar a Irán, habría que pasar por Pakistán o Irak”, señaló. “No creo que podamos pasar por Irak”, afirmó. “Entonces estaríamos librando dos guerras”).
Kemp se concentró primordialmente en las consecuencias estratégicas más amplias de un ataque contra Irán. Si EE.UU. y/o Israel lanzaran el ataque, dijo “podemos esperar una oposición extremadamente fuerte de Rusia, China, Brasil e incluso India… Me preocupa que no hayamos considerado detenidamente cómo se podrían comportar algunos de nuestros aliados”, agregó, recordando, en particular, la oposición de Alemania a la invasión de Irak en 2003 y que Turquía también rechazó los pedidos de EE.UU. de utilizar su territorio como rampa de lanzamiento hacia Irak, pero ahora está cerca de una guerra con el principal aliado de Irán en la región, Siria.
Además, “si nos involucramos en otra guerra más en Medio Oriente, ¿qué va a pasar con el ‘re-equilibrio’ en Asia en lo que es un momento crítico en esa región, especialmente si tenemos que pagarla con dólares prestados por China?
En última instancia, sugirió, los costes financieros infligidos por una guerra semejante pueden obligar a Washington a dar marcha atrás, como Gran Bretaña y Francia tuvieron que retirarse de Egipto durante la Guerra de Suez de 1956, cuando el presidente Dwight Eisenhower amenazó a Londres con una fuerte presión sobre la libra esterlina si las potencias europeas no se retiraban.
Dmitri Simes, exjefe del Centro Nixon y destacado “kremlinólogo”, advirtió de que un ataque a Irán lo “cambiaría todo” en algunas relaciones entre las grandes potencias. Es muy probable que Rusia, donde estuvo este mes, reaccionaría de un modo particularmente duro, predijo, no solo levantando sus propias sanciones contra Irán, sino posiblemente acelerando la venta a Teherán, retardada durante tanto tiempo, de sus elogiados sistemas de misiles antiaéreos S-400, aparte de renovar la cooperación en el programa nuclear de Irán. Si un ataque de EE.UU. y/o Israel a Irán durara más de un día o algo así, “se abrirá una caja de Pandora” en términos de la reacción de Rusia y posiblemente China, advirtió.