Trump busca derrocar a Maduro en los supermercados
Quiere colapsar la economía para provocar una revuelta social
Néstor Prieto Amador
En los supermercados de Caracas el precio de los productos ha vuelto a escribirse con papel y boli, nada de impresos que pueden quedar desfasados en pocos días. La inflación vuelve a golpear la economía venezolana y los precios actualizan casi a diario. «Todos los días a vueltas con los precios, chico», sintetiza un tendero de un mercado popular resguardado tras montañas de aguacates, papayas y piñas.

En noviembre de 2024, cuando Donald Trump venció en las elecciones estadounidenses, un dólar se cotizaba a 45 bolívares, la moneda nacional venezolana. Poco más de un año después, el tipo de cambio oficial ya supera los 277 bolívares por billete verde, y en el mercado paralelo la cifra es todavía más abultada. El fantasma de la hiperinflación vuelve a sobrevolar Venezuela, alimentado por el endurecimiento de las sanciones y el intento de bloqueo económico promovido por Washington.
El Banco Central de Venezuela (BCV) no ha difundido información reciente sobre la inflación, pero organismos económicos hablan de subidas de los precios de tres dígitos. Según el índice semanal de Bloomberg, el alza interanual de precios supera ya el 550% en los últimos 12 meses, mientras el FMI proyecta una inflación de más del 680% en el 2026. El alza interanual de precios supera ya el 550% en los últimos 12 meses, según Bloomberg
El asedio de Washington sobre Caracas está estrangulado varias de las vías que permiten a Venezuela obtener divisas frescas —desde la venta de petróleo hasta el acceso a créditos internacionales—. El resultado se palpa en la calle: menos dólares en circulación significa un bolívar aún más débil, y un bolívar más débil implica precios más altos casi en cuestión de días.
Trump ha buscado endurecer aún más esta ecuación al decretar un «bloqueo total» al petróleo venezolano, llegando incluso a interceptar un buque que transportaba crudodel país sudamericano. «El impacto que experimentarán será algo nunca antes visto», se jactaba el presidente estadounidense en una publicación en redes sociales.
Las exportaciones del denominado oro negro aportan alrededor de una cuarta parte del PIB nacional y concentran cerca del 80% del total de las ventas externas venezolanas. Obstruir su comercialización asfixia el pulmón de su economía.

El salario de Lourdes, cocinera de 47 años en un lujoso restaurante de Chacao —barrio noble de la capital—, es el mismo desde el inicio de año, pero cada vez alcanza para menos. Cobra en bolívares y, aunque la cifra nominal no ha cambiado, su poder de compra se erosiona día a día. Cuando Lourdes saca dinero del banco, el tipo de cambio que obtiene al convertir su salario es cada vez más alto, lo que significa que sus ingresos valen menos en la práctica.
«No hay que subir el salario, sino frenar la inflación», dice. «Acá podemos ponerle ceros a la moneda, que si los precios siguen pa’ arriba no sirve de nada», explica. «No hay que subir el salario, sino frenar la inflación»
«Yo ya compré la carne para hacer mi hallaca [plato típico en la Navidad venezolana]», dice Lourdes con una media sonrisa en la cara. «La congelo y listo, la semana que viene va a estar más cara que ahora», explica, reflejando cómo la inflación obliga a las familias a adelantarse a la escalada de precios.
El chavismo dispuesto a «resistir»
Pese a que los precios continúan al alza, desde el Gobierno se muestran optimistas y aseguran que «la economía venezolana está más fuerte ahora que en 2016 [peor momento de la anterior crisis económica] para resistir».
«Lo que EEUU quiere es que el venezolano no tenga para comer y se lance contra nosotros [el Gobierno], pero por suerte ya aprendimos del pasado», dice. El Ejecutivo venezolano ha apostado por reducir sus importaciones y aumentar la producción nacional en sectores clave como la alimentación. «Antes teníamos que ir a por proteína animal fuera y ahora estamos produciéndola aquí».
Además, aunque los salarios pierden poder adquisitivo debido a la presión económica y las sanciones estadounidenses, el Estado venezolano intenta mitigar sus efectos mediante políticas sociales de alcance significativo.
El subsidio al combustible —que, pese a haberse incrementado ligeramente en los últimos años, sigue siendo de los más bajos del mundo—, la distribución gratuita de ciertos alimentos y los bonos –dirigidos tanto a sectores vulnerables como a servidores públicos– funcionan como mecanismos de alivio para los hogares.