Resistencia ciudadana contra la persecución de migrantes en EEUU
Beverly Fanon-Clay
Un grupo de unas 70 abuelas en Hamilton, Ohio –zona republicana–, se congregan semanalmente para protestar contra la colaboración de las autoridades de ese condado con el ICE. “Necesito poder ver a los ojos de mis nietos y decir que no permanecí en silencio”, sentenció la anciana Cassie Stevens al Cincinnati Inquirer.
El 70% de los 1,805 consultados por la encuesta nacional de KFF y el NYT -entre ellos extranjeros naturalizados, residentes permanentes legales e inmigrantes indocumentados- comentó que si pudieran echar el tiempo atrás, volverían a emigrar a Estados Unidos. Esta misma proporción opinó que su situación financiera es mejor que la que tenían en sus países de origen. Esta opinión se repite al mencionar su estatus laboral (65%), así como las oportunidades educativas que ahora le pueden ofrecer a sus hijos (74%).
Esta es una postura que comparten aquellos que escaparon de contextos violentos, marcados por la pobreza y la represión política. Pero la mitad de los consultados, incluyendo el 62% de los indocumentados, confiesa que les ha resultado màs difìcil ganras la vida desde enero de este año, con el retorno de Donald Trump al poder.
La narrativa del Gobierno actual se refiere casi siempre a los inmigrantes como “recién llegados”, lo que es desmentido por los datos de la Oficina del Censo: más del 70% de los migrantes ha vivido en el país por 10 años o más, y más del 50% cuenta con la ciudadanía estadounidense y habla inglés con fluidez.
El estudio deja en claro que a determinación del gobierno de Donald Trump por ejecutar la mayor deportación de la historia es equiparable a la de los extranjeros que defienden su proyecto de vida en el país. En este sentido, una amplia mayoría afirma que su futuro y el de su familia sigue siendo prometedor, independientemente de la agresiva polìtica migratoria del gobierno republicano.
Ahí viene “la migra”

Tres silbidos cortos y seguidos alertan que hay presencia de la migra, mientras tres largos significan que los agentes ya están deteniendo a personas. Estos sonidos se escuchan en Nueva York, Chicago, Charlotte y Los Ángeles, donde barrios enteros y vecinos se organizan en comités de protección de inmigrantes; los silbatos ya son símbolos de resistencia a la gran ofensiva contra extranjeros sin residencia desatada por el gobierno de Trump.
No sólo los migrantes se movilizan ante las persecuciones: estudiantes de preparatoria y secundaria realizaron un paro escolar en Charlotte, Carolina del Norte, donde salieron a las calles a denunciar las redadas de agentes de migración federales, que se desplegaron en esa ciudad en los días recientes. Fue seguido por otro paro escolar por derechos de inmigrantes en Durham, el viernes pasado y una marcha de miles en ambas ciudades demandaron, en inglés y español, la defensa de los inmigrantes.
Con las ventanas abiertas de un autobús escolar de niños de primaria, se escuchan gritos de apoyo para un plantón de adultos contra la migra; de repente ondearon banderas mexicanas. Esos símbolos patrios mexicanos y de otros países latinoamericanos son una respuesta de desafío explícito a la narrativa oficial de “defensa de la patria” de “invasores criminales” y la de “Estados Unidos primero”.
“Bienvenidas” a los agentes antimigrantes
En Charlotte, donde se desplegó la operación antimigrante federal más reciente hace un poco más de una semana, los agentes se encontraron con una bienvenida de marchas, condenas y con miles de voluntarios que se capacitaron para monitorear las actividades del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) y organizaron brigadas para escoltar a niños de personas indocumentadas a sus escuelas, o conseguir alimentos y medicamentos para quienes temen salir –algo que sucede en otras ciudades.

La bienvenida a los agentes federales también incluyó la pinchadura de las llantas de sus vehículos y la protesta de comercios –desde panaderías y almacenes hasta restaurantes– que se declaran cerrados para los agentes federales. Además de las acciones de protección de vecinos, los agentes son confrontados por ciudadanos estadounidenses, que obstaculizan el paso de sus vehículos, con gritos de “vergüenza”, y cuestionan la moralidad de los uniformados por “cazar” a inocentes.
En todo el país aparecen brigadas de voluntarios de protección de vecinos, así como incontables organizaciones de inmigrantes y sus defensores realizan campañas masivas de educación sobre los derechos legales y humanos de todo extranjero y consejos de cómo actuar ante agentes federales, incluido el derecho de no permitirles el paso a comercios y hogares o abrir las puertas de sus vehículos si no tienen órdenes judiciales.

Cientos de voluntarios se presentaron a una sesión de cuatro horas en Manhattan, el sábado pasado, para capacitarse en defensa de sus barrios; otros más de mil lo harán en Brooklyn y otras zonas de la ciudad. Esas reuniones se repiten alrededor del país, en las cuales aprenden a organizarse, medidas no violentas para enfrentar redadas, promover alianzas con comercios locales con el objetivo de dar refugio a inmigrantes y cómo y qué registrar sobre la manera en que agentes federales se comportan para posibles denuncias judiciales, recujerdan Jim Cason y David Brooks.
Mientras tanto, en las cortes federales de inmigración, voluntarios –a veces políticos locales– buscan proteger a familias inmigrantes que acuden a sus citas judiciales de los agentes de migración que arrestan a quienes no cuentan con alguna protección judicial.
Protestas ciudadanas
Noelle Damico, directora de justicia social de Workers Circle, declaró este fin de semana desde la vigila semanal frente a Alcatraz que “en todas partes vemos vecinos actuar en apoyo entre sí y denunciar estas operaciones. Por eso estamos aquí, semana tras semanas por ahora cuatro meses; rehusamos voltear a ver a otro lado, nos negamos a permanecer en silencio”. Informa que de ser apenas unas cuantas, ahora hay más de 150 vigilias por todo el país.
En Chicago, Los Ángeles, Durham, Raleigh, Washington y más hay anuncios en las puertas de comercios y tiendas con la leyenda: “ICE no es bienvenido aquí”. Algunos letreros oficiales del gobierno de Chicago dicen: “Protegiendo a la ciudad. Área privada. No tienes permiso para ingresar para propósitos de medidas contra inmigrantes civiles”.
Frentes de resistencia contra las redadas federales, que a veces se realizan con tropas, se organizan alrededor del país, como la de Manos Fuera de Nueva York, endosadas por cientos de organizaciones sociales, de defensa de derechos civiles, sindicatos y alianzas ecuménicas de cristianos, musulmanes y judíos.
Una inusual declaración conjunta de la Conferencia Nacional de Obispos Católicos –la suprema entidad de esa
religión en EEUU– deploró el tratamiento a inmigrantes, detenciones, separaciones de familias y el clima de temor generado por la retórica política que atenta “contra la dignidad de los inmigrantes”. Un grupo de las Monjas de Caridad en Nueva York lleva una pancarta a protestas que dice: “Examen bíblico. Jesús dijo ‘yo soy un extranjero ¿y tú ______? A. Me insultaste. B. Me metiste en una celda. C. Te llevaste a mis hijos. D. Me diste la bienvenida”.
Aunque el gobierno de Trump ha logrado marcar un nuevo récord de inmigrantes detenidos, con más 290 mil deportados desde que llegó a la Casa Blanca a fines de enero hasta la fecha, las expresiones de repudio, resistencia y solidaridad tampoco tienen precedente en años recientes.
Miedo
La encuesta refleja el deterioro de la imagen de Estados Unidos como nación de acogida, etiquetada tradicionalmente por su diversidad étnica y cultural. El 60% de los consultados considera que esa apertura es cosa del pasado. Este punto de vista lo comparten, sobre todo, latinoamericanos y asiáticos. Los de origen europeo son más propensos a afirmar que Estados Unidos sigue estando abierto a la inmigración.
El optimismo señalado anteriormente se atenúa cuando el estudio subraya las consecuencias que ha tenido la campaña de deportaciones de la Casa Blanca entre los migrantes. Aproximadamente la mitad —incluido el 82% de los indocumentados— confirmó tener miedo y enojo ante la aplicación de las leyes de inmigración. El 41% también teme que un familiar pueda ser detenido o deportado en cualquier momento.
La organización KFF apunta que hace dos años, en medio de un contexto migratorio más permisivo por parte de la Administración de Joe Biden, esta proporción era solo del 26%. En resumen, la preocupación por las expulsiones han aumentado entre ciudadanos y no ciudadanos, tanto entre quienes se encuentran en el país legalmente como entre quienes no.
Las contradicciones y contrastes entre la comunidad no quedaron fuera de los resultados del estudio. Un 40% opinó que las políticas migratorias del republicano son “necesarias”, y un 15% expresó sentirse “orgullosos” de las mismas. Este grupo está liderado por extranjeros con décadas de residencia en el país y ciudadanía estadounidense.