Trump, zanahoria y garrote, para apoderarse del petróleo venezolano
Álvaro Verzi Rangel
Dos meses después del primer ataque militar estadounidense contra una supuesta narcolancha en el Mar Caribe, la presión de Washington contra Caracas se ha convertido en una guerra de nervios. Cada vez es más difícil de creer que los constantes hundimientos de naves sean para combatir el narcotráfico. Las grandes reservas de petróleo venezolano juegan un papel clave en la escalada militar contra Venezuela.
La cuestión sigue siendo cómo el gobierno de Donald Trump quiere aproximarse a estas reservas: a través de acuerdos comerciales sin importar quién gobierne, con un régimen más favorable a los intereses estadounidenses, o apoderándose de ellas por la fuerza. Día tras día, Washington alimenta el temor de una operación militar contra Venezuela, aunque es muy poco probable que implique botas estadounidenses sobre el terreno, con un pueblo que parece dispuesto a impedir cualquier invasión extranjera.
En las últimas semanas, Donald Trump ha autorizado a la CIA a llevar operaciones encubiertas en Venezuela y contra el presidente Nicolás Maduro, mientras el Pentágono ha incrementado la flotilla de la marina que está desplegada a los límites de las aguas venezolanas. El último buque en sumarse ha sido el portaviones Gerald Ford, el más grande del mundo.
La preocupación se extiende por toda América Latina. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, dijo este domingo que hablará con el mandatario de Estados Unidos, Donald Trump, para evitar un conflicto militar con Venezuela. “Estoy preocupado porque América del Sur está considerada una zona de paz”, dijo Lula tras el cierre de la Cumbre de Líderes del G20, en Sudáfrica.
Cuando empezaron las operaciones militares en el mar Caribe en septiembre, Trump negaba que tuviera interés alguno en provocar un cambio de régimen. Recientemente, en una entrevista a principios de noviembre en la cadena CBS, el tono era muy distinto. La periodista Norah O’Donnell preguntaba al republicano: “¿Están los días de Maduro como presidente?”. Y este respondía: “Yo diría que sí. Creo que sí, sí”.

No se dieron más detalles sobre en qué consistía la operación Lanza Sud, más allá de que el Comando Sud -el encargado para el área de América Central, Sud y el Caribe- estaría implicado. A mediados de octubre, el comandante del Mando Sur, el almirante de la Marina Alvin Holsey, anunciaba que se jubilaba después de un año en el cargo y apenas días después del quinto ataque contra una embarcación que salía de la costa venezolana.
Trump ha estado usando la designación de “terrorista” y “narcoterrorista” para saltarse el derecho internacional y emprender ataques militares contra embarcaciones a las que acusaba de ser narcolanchas. Bajo esta designación de “narcoterroristas” el Pentágono ha asesinado a más de 80 personas en sus incursiones en el mar Caribe y el Pacífico Oriental. Ahora bien, los blancos eran personas anónimas -familiares de pescadores- que no han regresado creen que son sus seres queridos y niegan que fueran narcos- y no un presidente.
Las tensiones subieron desde que el gobierno estadounidense reconoció como ganador de las elecciones
presidenciales al candidato de la oposición Edmundo González, quien se presentó en el lugar de Marina Corina Machado, la candidata de Washington, quien paradójicamente este año recibió el Premio Nobel de la Paz..
Este lunes, cuatro altos cargos estadounidenses confirmaron a la agencia noticiosa Reuters que en los “próximos días” Washington pensaba iniciar la segunda fase de la operación militar contra Venezuela.
La novela de Trump
El Departamento de Estado de Estados Unidos ha designado a partir de este lunes, al Cartel de los Soles, como grupo terrorista extranjero, organización a la que Washington vincula a la cúpula del Ejército y el Gobierno venezolano. Una decisión que convierte a Nicolás Maduro y a su núcleo duro, a ojos de EEUU, como miembros de una organización terrorista internacional.
El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, ya anunció el pasado 16 de noviembre que, según el gobierno de Donald Trump, “existe una base fáctica suficiente” que demuestra que el Cartel de los Soles cumple con las condiciones descritas en la ley de inmigración y nacionalidad que regula la designación de FTOs.
Mientras, el Ejército estadounidense atacó el viernes otra supuesta narcolancha en aguas del Mar Caribe que ha vinculado con la organización criminal venezolana Tren de Aragua. El ataque crminal ha provocado la muerte de los seis tripulantes que iban en la embarcación, según reconoció el secretario de Guerra, Pete Hegseth.
“Durante la noche, por orden del presidente Trump, el Departamento de Guerra llevó a cabo un ataque cinético letal contra una embarcación operada por el Tren de Aragua, una Organización Terrorista Designada, que traficaba narcóticos en el mar Caribe”, ha explicado Hegseth a través de la red social X.
Atacar a Maduro directamente es poco probable, y una operación especial encubierta tampoco casaría con el exhibicionismo de fuerza que recientemente ha desplegado Washington sobre Latinoamérica. Lo más probable es que Trump intente provocar fracturas dentro del gobierno venezolano y entre los militares, lo que no ha logrado en varios años. Trump espera que Maduro se vea tan desconcertado por el despliegue militar que perciba lo inevitable y decida autoexiliarse a un país amigo, pero no hay indicios de que esté dispuesto a seguir esa opción.
La otra esperanza del gobierno estadounidense es que Maduro sea derrocado desde dentro de las filas militares, y alguien reclame la recompensa de 50 millones de dólares por su cabeza. Algunos analistas han especulado sobre un golpe quirúrgico contra Maduro, similar al ataque con dron que Trump ordenó contra el general iraní Qasem Soleimani en 2020, en su primer mandato.
La prensa estadounidense señala que ver botas estadounidenses desplegadas en Venezuela es muy difícil, pero un ataque aéreo no es improbable. Trump acumuló experiencia en este mandato con el ataque contra los hutíes en Yemen a principios de año y en el bombardeo a las instalaciones nucleares de Irán,, un operativo que precipitó Estados Unidos al borde de una guerra regional, pero que al final sirvió como herramienta de presión al régimen de los ayatolás, además de, supuestamente, reconducir las conversaciones sobre el programa nuclear.
Al inicio de su gobierno, Trump situó a Richard Grenell -exembajador estadounidense en Alemania- para trabajar en las relaciones con Venezuela. La visión de Grenell era mucho más de negocios y de hecho consiguió un acuerdo para que el gigante petrolero estadounidense Chevron pudiera seguir operando. Mientras, el secretario de estado cubanoestadounidense Marco Rubio, apuesta por la mano dura contra el régimen de Maduro. *Sociólogo y analista internacional, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
