El Fasher: epicentro de la guerra y escenario de un nuevo genocidio en Sudán
Nacho Ibáñez* – Diario Red
Durante la guerra, decenas de miles de personas han huido del resto del territorio darfurí y se han refugiado en la ciudad como última posibilidad de supervivência.
Tras más de 500 días de asedio, la población de la ciudad sudanesa de El Fasher vive un sufrimiento desgarrador. Bombardeos casi diarios, violencia indiscriminada, hambruna o un brote de cólera y otras enfermedades marcan el día a día de sus ciudadanos. El motivo es haberse convertido en uno de los epicentros de una guerra que organismos como Naciones Unidas no han duda en considerar como la “crisis humanitaria más grande y devastadora del mundo”. Una guerra por el poder entre dos generales, Abdelfatah al Burhan y Mohamed Hamdan Dagalo “Hemedti”, que no tiene visos de acabarse.
Darfur vuelve a vivir un genocidio
A mediados de abril de 2024, un año después del inicio de la guerra, el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) iniciaba una ofensiva total contra la ciudad de El Fasher, dejándola totalmente rodeada en pocos días y bloqueando todos sus accesos por carretera. Poco después se hacían con el control del Embalse de Golo, cortando el suministro de agua a la ciudad y cerrando las depuradoras. “A partir de ahora tendrán que conseguir agua del Mar Rojo”, declaró uno de los comandantes del grupo.
La brutal ofensiva de los paramilitares y la ausencia de un ejército sudanés centrado en otros frentes consiguió unir a varios grupos armados de Darfur con la creación de la llamada Fuerza Conjunta, cuyo objetivo declarado es evitar el asalto de la ciudad y la protección de los civiles. Entre sus limitados éxitos se encuentra la recuperación de la presa. Sin embargo, aunque han conseguido neutralizar la toma de la ciudad, no han podido hacer nada ante la penosa situación cada vez más grave que viven sus habitantes.
En los más de 17 meses de sitio, los ataques de las RSF han tenido claro sus objetivos: zonas con la mayor cantidad de gente posible para causar el mayor terror posible. Entre los principales destinatarios de la artillería del grupo se encuentran los mercados, hospitales y campos de refugiados. Según señala Médicos Sin Fronteras, actualmente solo queda un hospital parcialmente operativo en la ciudad, el cual está saturado y con un equipamiento mínimo. Por otro lado, el ataque a los mercados responde a una estrategia más amplia deusar el hambre como arma de guerra, saqueando e impidiendo la entrada de convoyes humanitarios.
La ciudad es la capital del estado de Darfur Norte, siendo la única de todo Darfur aún no controlada por las RSF. Durante la guerra, decenas de miles de personas han huido del resto del territorio darfurí y se han refugiado en la ciudad como última posibilidad de supervivencia. No huyen únicamente de los combates, sino que lo hacen especialmente de la campaña deliberada de limpieza étnica que las RSF llevan a cabo contra la población no árabe, en particular contra los pueblos fur, masalit y zaghawa.
La historia vuelve a repetirse para estos pueblos, pues ya fueron víctimas de genocidio a principios de siglo. En aquel entonces, el levantamiento de varios grupos armados contra la marginación impuesta por el gobierno del autócrata Omar al Bashir contra la población negra, fue contestada por el ejército y milicias aliadas con una brutal represión que causó un número de aproximado de 300.000 muertos y 2,5 millones de desplazados. Estas milicias eran los llamados “diablos a caballo” (janjaweed), que con el tiempo se institucionalizaron y se convirtieron en las actuales RSF.
Una de las tácticas más utilizadas entonces sigue utilizándose hoy: los combatientes rodean una aldea, la queman y saquean y, cuando la población huye, le disparan. A su vez, la violencia sexual tan extendida en tantos conflictos, también se vuelve a usar como arma de genocidio. Distintos organismos constatan un patrón generalizado de violaciones masivas de mujeres y niñas, con el objetivo de destruir el tejido social y familiar y crear un trauma psicológico colectivo en toda la población. Organizaciones como Human Rights Watch señalan que las violaciones y otras formas de violencia sexual están dirigidas contra comunidades específicas, por lo que se trata indudablemente de una estrategia planificada de destruir a todo un grupo.
Los múltiples intereses en el conflicto no dejan lugar para la paz
El resultado de la batalla de El Fasher puede marcar un punto de inflexión en la guerra sudanesa, por lo que ambos bandos la consideran estratégica. Para las RSF, su captura supondría un control total de Darfur, algo que el ejército liderado por al Burhan va a intentar impedir a toda costa. Tras su expulsión de Jartum este mes de marzo, las RSF han intensificado este objetivo, que además les permitiría conectar sus bastiones en el norte y sur de Darfur y limpiar una ruta de abastecimiento clave con sus aliados en Libia, Chad y Sudán del Sur.
Al mismo tiempo, han pretendido dotarse de una verdadera estructura de Estado con la implementación de un gobierno paralelo en el que participan líderes de otros grupos armados. Este paso de las RSF añade un grado más de complejidad a la guerra, alargando el conflicto y amenazando con partir el país en dos de forma definitiva. Esto podría verse con buenos ojos en uno de los mayores apoyos de las RSF durante el conflicto, Emiratos Árabes Unidos, quién ganaría un Estado aliado y expandiría su influencia en el Cuerno de África.
El país del Golfo Pérsico es, sin duda, el país que mayor interés ha puesto en la guerra y el que más ha contribuido a perpetuarla, suministrando armamento a las RSF desde el principio de la guerra. Las relaciones de Abu Dabi con Hemedti vienen de lejos, lo que incluye desde jugosos acuerdos comerciales -especialmente para la exportación de oro- a la participación de miembros de las RSF como mercenarios emiratíes en conflictos como los de Libia y Yemen. Por otro lado, actores como Rusia, Turquía o Irán tampoco se han mostrado ajenos a la guerra, pero, en su caso, sus intereses se centran en conseguir de al Burhan su deseado acceso al cada vez más estratégico Mar Rojo.
En este escenario de intereses cruzados, es difícil imaginar la paz para la población sudanesa, fracasando una y otra vez cualquier intento negociador. Uno de los principales obstáculos es que los líderes de ambos bandos siguen con sus posturas de máximos, negándose a cualquier solución que menoscabe su poder o disminuya sus intereses económicos. Tras la independencia de Sudán del Sur, Sudán perdió aproximadamente un 75% de sus reservas de petróleo, y al Burhan no está dispuesto a que pase lo mismo con el oro de Darfur. Para Hemedti, perder Darfur sería perder la guerra, y con ello su gran Imperio económico y su influencia política.
Todo ello también parece alejar cada vez más los ecos de la revolución sudanesa que asombró al mundo en 2019, y que consiguió derrocar a una dictadura con tres décadas al frente del país. La alianza de los ahora enfrentados acabó con la transición democrática con un golpe de Estado y la instauración de una junta militar en la que al Burhan y Hemedti se repartieron el poder.
Poco después, el inicio de la guerra entre ambos pareció enterrar los logros de la revolución, pero muchos de los comités de resistencia formados entonces han seguido funcionando como grupos de autodefensa y de protección de la población civil. El potencial éxito de las iniciativas civiles en esta cruenta guerra parece limitado, pero muestran el apoyo de muchos sudaneses a una tercera vía y su rechazo a una salida estrictamente militar.
Mientras todo esto ocurre, la población sudanesa sigue sufriendo lo inimaginable, sin parecer ser merecedora de la atención internacional. Uno de los datos que mayor lo ejemplifican es el de las personas que se han visto obligados a abandonar sus hogares, siendo la mayor crisis de refugiados que vive nuestro planeta con más de 14 millones de desplazados. A esto cabe añadirle, por citar solo algunos datos, que más de 24 millones de sudaneses están en riesgo de hambre aguda, siendo imposible obtener datos certeros de las decenas de miles de muertos como causa directa e indirecta de los combates.
*Graduado en Geografía e Historia y Máster en Cultura y Pensamiento de los Pueblos Negros. Escribo sobre África y Oriente Medio en medios como Descifrando la Guerra, La Directa o África Mundi.