“Cada declaración que hice hoy está respaldada por fuentes, fuentes sólidas. No son inferencias. Lo que les damos son hechos y conclusiones basadas en sólida inteligencia”. Quizás algunos recuerden, o tal vez lo leyeron, ese discurso de Colin Powell ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas del 5 de febrero de 2003. Era la justificación del ataque de Estados Unidos y aliados contra Irak, acusado de tener armas de destrucción masiva. Powell incluso mostró un tubo de ensayo con el tipo de ántrax que estaba fabricando Saddam Hussein. Eran los tiempos de la época: los Estados Unidos estaban en plena guerra contra el terrorismo islámico.

Hoy, el gobierno estadounidense además está en guerra contra la droga. No es nueva, la inició Nixon en 1971. Pero las cifras son alarmantes: Si en 1999 hubo 17.000 fallecimientos por sobredosis en Estados Unidos, ahora superan las 100.000 muertes por año. Siete sobre diez fallecidos son atribuidos al fentanilo y derivados. Algo debe hacerse: por ejemplo buscar un culpable externo. Y mejor si además es un enemigo geopolítico, si tiene petróleo y si es Venezuela.

Hasta argumentan la supuesta existencia de un “Cartel de los Soles” –por las insignias militares venezolanas– dirigido por Maduro y otros bolivarianos. Las fuentes de las denuncias son artículos periodísticos de diversos medios conservadores, una confesión individual, así como la opinión del Insight Crime, un think-tank que se desvela por combatir el delito a nivel global, dura tarea. Los informes producidos por esa ONG no dejan dudas sobre la participación del gobierno venezolano en el tráfico de drogas que azota a los Estados Unidos. Venezuela se convierte así en un problema de seguridad interna estadounidense. Tampoco nos deja dudas cuando uno de los directores es un exmilitar británico, o que es fondeada por el Departamento de Estado norteamericano y la Open Society de George Soros, tal como puede verse en el sitio web. Es cómodo.

El problema, como siempre, es la realidad. El informe 2025 la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por las siglas en inglés), no ubica a Venezuela ni como productor de cocaína, heroína, cannabis, opíaceos, metanfetamina, fentanilo, ni tampoco como lugar de tránsito, sino más bien como un país afectado por tales flagelos. Tampoco figura el gobierno venezolano como uno de los promotores de los cárteles de droga, un rol que comprende a la Camorra, la N’Drangheta (Italia), el Cartel de Sinaloa (México), el Primer Comando Capital (Brasil) ni los fabricantes en Asia del Sudeste (Tailandia, Japón). Pero qué nos importan los hechos. En efecto, la “lucha contra las drogas” provee la justificación moral ante la opinión pública local y mundial; abre paso a represalias legales para ejecutar sanciones e intervenciones; compele a los países complacientes en maniobras diplomáticas, y además permite la ocupación militar de regiones estratégicas. Por estos días llega la Task-Force aeronaval de Estados Unidos a las costas venezolanas. Comprende tres navíos de los más avanzados de la flota, algunos miles de marines y todo lo necesario para demostrar que “todas las cartas están sobre le mesa”, como gustan decir en el norte. ¿Por qué Maduro es culpable? Porque está acusado por los Estados Unidos. ¿Quién necesita pruebas? Es un acto de fe.

Trump está de gira mundial para obtener un Premio Nobel de la Paz. Se ufana en decir que “detuvo seis guerras en seis meses”, quizás no sabe dónde queda Gaza. Por cierto, las consecuencias de una intervención  norteamericana en Venezuela son tan graves como imprevisibles, aunque estamos seguros que esa agresión no bajará el consumo de estupefacientes en EE UU. “Yo, por supuesto que lamento el discurso que di en las Naciones Unidas, que fue la principal presentación de nuestro caso. Pero nosotros pensábamos que era correcto en ese momento” declaró Colin Powell en 2012. Y continúa: “El presidente pensó que era correcto. El Congreso pensó que era correcto. Por supuesto que lamento que mucho de ello haya resultado equivocado”. La devastación de Estados, sociedades, recursos además de los millones de desplazados y de muertos son los resultados de esa equivocación que todos en EE UU creían correcta. ¿Le servirá a Marco Rubio?