80 años de la ONU: ¿celebración o responso?
José Miguel Amiune
El 26 de junio de 1945, hace 80 años, se aprobaba en San Francisco la Carta de las Naciones Unidas. La humanidad debería estar festejando una etapa dilatada, sin que aconteciera lo que esa Carta de 1945 trataba de evitar: una tercera guerra mundial.
Se fundaba en la esperanza de que el multilateralismo, el principio de una nación un voto y la solución pacífica de las controversias, garantizarían -para siempre- la seguridad y la paz internacional. Sin embargo, la ominosa sombra de un conflicto global se cierne sobre el mundo, más amenazante que nunca, desde la vigencia de la ONU.
¿Qué ha cambiado tan profundamente en estos ochenta años? ¿Cuándo y porqué se abandonaron los ideales y las metas de esa Carta? ¿Quiénes han sido los responsables de esta mutación que busca la solución en la guerra y no en la paz? Trataremos de sintetizar el Decálogo de los pecados que nos trajeron a la tragedia que presenciamos en estos días:
1).- El Orden Internacional Liberal nacido tras la Segunda Guerra Mundial, basado en el derecho internacional, o como se lo designa más recientemente “un orden basado en normas”, ha sido desconocido y violado por las potencias que lo impusieron y debían observar el respeto y mantenimiento de esas normas. Para ello se las incorporó al selecto club de los cinco miembros del Consejo de Seguridad, con derecho a veto.
2).- Esta actitud de las grandes potencias produjo una fragmentación creciente del sistema internacional, en la medida que se agudizaba la declinación de ese orden, se cuestionaba su legitimidad y carencia de eficacia. Hoy la ONU y su Consejo de Seguridad están paralizados y son impotentes para asegurar el objeto de su creación: prevenir y asegurar la paz y la seguridad internacionales.
La Organización Mundial de Comercio se ve debilitada, al igual que los organismos creados en Bretton Woods: el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, deslegitimados y sustituidos por órganos que niegan el multilateralismo como el G-7, el G-20 y otros que operan fuera del sistema de la ONU.
Este abandono del multilateralismo lo inició Donald Reagan en 1979 cuando expresó, en la Reunión de Cancún, que el sistema “una nación un voto” no sería reconocido en el futuro por su país, lo que dio pie para que EE. UU., promotor del orden consagrado en la Carta de San Francisco, se convirtiera en su principal crítico. Paradojalmente, mientras Washington se repliega en un soberanismo defensivo, China -la última potencia en incorporarse al sistema multilateral de 1945- resulta hoy su principal sostenedora.
3).- Ese repliegue estadounidense, retoma antiguas tendencias al unilateralismo, aislacionismo y proteccionismo económico, rasgos que ya habían caracterizado su historia antes de la Segunda Guerra Mundial. En el segundo mandato de Trump, la guerra comercial lanzada por EE. UU. ha intensificado el conflicto con China, pero también ha involucrado a antiguos aliados como Canadá, México, la Unión Europea y Japón. El aislacionismo ya no discrimina entre socios y adversarios. Todo lo reseñado hasta aquí ha desembocado en un sistema internacional más inestable, un escenario de “hegemonías segmentadas”, donde nadie está en condiciones de liderar al conjunto. De ahí lo caótico de la situación actual.
4).- Es natural que, en este nuevo contexto, ganen protagonismo y naciones emergentes y potencias regionales con agendas propias como los BRICS ampliados: India, Egipto, Arabia Saudita, Indonesia, Etiopía, Brasil, Irán, la Unión de Emiratos Árabes, Sudáfrica y otros, como Turquía, que están en la lista de espera. Esos países emergentes junto a potencias como Rusia y China adoptan la geopolítica que impone sus términos en el marco de una geoeconomía que privilegia el “Multipolarismo” al “Unilateralismo”.
Los enunciados anteriores son síntomas de una creciente fragmentación del mundo respecto del orden anterior consagrado en San Francisco en 1945. Este orden se resquebraja mientras el otro se está gestando. Esta transición genera ingobernabilidad, amenazas y tensiones que pueden sumarse a las actuales: en el Mar Rojo, en Taiwán, en las dos Coreas y en el Mar de la China.
5).- La tragedia que presenciamos ante la doble agresión de Israel y EE. UU. a Irán, bajo el argumento de la “guerra preventiva”, no puede ser considerada como un hecho aislado. Se trata de un eslabón de la cadena que se encuadra dentro de la lucha hegemónica entre los EE. UU. y China, donde la potencia ascendente necesita tiempo y la potencia dominante tiene que aprovechar su ventaja militar para detener el ascenso del gigante asiático. Así se explica que el presidente Trump haya decidido personalmente intervenir en una guerra, sin contar con la aprobación del Congreso de su país y sin consultar al Consejo de Seguridad de la ONU, con la convicción de que “la Paz se obtiene mediante la fuerza”. Ello sienta un precedente de alta peligrosidad para el mantenimiento de la paz y la seguridad mundial en el futuro.
6).- No debe olvidarse que Israel atacó en el último año a cuatro estados soberanos Líbano, Yemen, Siria e Irán, en el marco de una agresión indiscriminada en Gaza a la población civil, provocando la muerte de 56.000 palestinos, en medio de la indiferencia del mundo. Hasta la reciente reacción de la Unión Europea ha sido formal y tardía al denunciar que el genocidio cometido en Gaza convierte a Israel en violador de los derechos humanos protegidos por el artículo 2° del Acuerdo de Asociación firmado por Israel y la Unión Europea. Sin embargo, aparte del comunicado que denuncia lo anterior no ha hecho absolutamente nada para impedirlo.
7).- No se trata de minimizar la responsabilidad del país agredido: Irán. Pero el ataque de Israel se perpetra en el momento en que debía comenzar la Quinta Ronda de Negociaciones con EE. UU. Es decir, había una negociación en curso y en 2015 Irán había llegado a un Acuerdo Nuclear con los cinco miembros del Consejo de Seguridad es decir EE. UU., Reino Unido, Francia, Rusia y China, más Alemania. Este Acuerdo firmado por el presidente Obama, fue luego desconocido unilateralmente por el presidente Trump. Según la Agencia Internacional de Energía Atómica, sus condiciones se estaban cumpliendo adecuadamente. ¿Por qué rehuir la posibilidad de una nueva solución negociada y poner a la humanidad al borde de la guerra mundial?
8).- Los principales gobiernos europeos se agraviaron ante la invasión de Rusia a Ucrania por destruir un orden basado en reglas. Paradójicamente, han expresado que no ven en el uso de la fuerza por Estados Unidos e Israel contra Irán, una violación del derecho internacional, poniendo de manifiesto una doble vara que dañara su credibilidad futura. Esa ignorancia deliberada de las normas sobre el uso de la fuerza, inclusive la “normalización” de las ejecuciones extraterritoriales de autoridades de otro país como de científicos nucleares, literalmente, volando sus domicilios con las familias con las que convivían, como si no se tratara de asesinatos, debieran condenarse como delitos de lesa humanidad.
9).- La Naciones Unidas deben ser reconocidas por su valiosa contribución, a través de todas sus agencias especializadas a la estabilidad global y al mejoramiento de las condiciones de vida de millones de seres. Su diplomacia preventiva, las operaciones de mantenimiento de la paz, el impulso al proceso de descolonización, las normas de protección de los derechos humanos y del medio ambiente, el régimen de no proliferación hoy en peligro, la asistencia humanitaria, la protección de los refugiados y la labor de organismos como la OIT, la UNESCO y la Organización Mundial de la Salud, por mencionar algunas de sus agencias, honran la tradición y los ideales de la Carta de San Francisco.
10).- Lamentablemente la impotencia actual de la ONU para contener el uso de la fuerza se deriva, principalmente, de la falta de voluntad política de las grandes potencias, entre ellas, las que conforman el Consejo de Seguridad. En un mundo fragmentado donde la seguridad ha desplazado a otros valores como el desarrollo, la integración y el multilateralismo, la guerra comercial y tecnológica pronto se convierte en conflictos que incitan al armamentismo, el belicismo y la guerra.
Las Naciones Unidas sobrevivirán, pero seguirán luchando contra la irrelevancia mientras persista en las potencias dominantes y hegemónicas un clima favorable a la confrontación. Mientras existan gobiernos que, ajenos a todo tipo de moderación, conciban al mundo como una lucha entre el bien y el mal, que solo se puede resolver por la violencia y la dominación, ignorando la diversidad de religiones, pensamientos y sistemas políticos que seguirán existiendo más allá de nuestras preferencias.
El retorno a los Principios de la Carta de San Francisco, la primacía de la paz y la seguridad y anteponer la diplomacia y la resolución pacífica de los conflictos al crimen de la guerra, serán la única garantía de alejarnos de este presente de caos y oscuridad.
Le dejo al lector la respuesta al título de esta nota: “80 años de la ONU: ¿celebración o responso?”
* Doctor en ciencias jurídicas y sociales por la Universidad Nacional del Litoral, Argentina. Estudios de posgrado en las universidades de Harvard y Tufts. Máster en relaciones internacionales por The Fletcher School of Law and Diplomacy. Exembajador y Secretario de obras y servicios públicos de la República Argentina.