El adiós a José Mujica, protagonista central de la historia reciente de Uruguay
Álvaro Verzi Rangel
El expresidente de Uruguay, José “Pepe” Mujica, falleció este martes a los 89 años de edad en Montevideo, tras ser diagnosticado con un cáncer de esófago, confirmó el actual mandatario uruguayo, Yamandú Orsi “Con profundo dolor comunicamos que falleció nuestro compañero Pepe Mujica. Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho Viejo querido. Gracias por todo lo que nos diste y por tu profundo amor por tu pueblo”.

Hijo de un campesino, nació el 20 de mayo de 1935, y se involucró en la guerrilla tupamara en los años 1960, combatiendo contra el régimen militar uruguayo. Fue capturado, torturado y encarcelado durante 14 años.
En 1971, 105 presos políticos escaparon del Penal de Punta Carretas, en Montevideo, gracias a una increíble organización, el secreto que supieron guardar, la corrupción de algunos funcionarios de la cárcel y el ingeniero que pudo guiar el túnel con apenas algunos planos. Si se desviaban solo unos centímetros, todo hubiese fallado. Toda la operación –que llevó el nombre de El Abuso– se realizó en total silencio y sin disparar un solo tiro.
Pepe, así lo llamaban todos en Uruguay y será recordado por la sabiduría de sus palabras. José “Pepe” Mujica nació el 20 de mayo de 1935 y murió este martes, a los 89 años, haciendo historia: un exguerrillero tumaparo que el 1 de marzo de 2010 llegó a la presidencia de su paisito, como le decía.

A principios de 2025 Pepe Mujica se despidió de la vida pública y pidió que lo dejaran descansar en la intimidad de su chacra, ya con un cáncer de esófago muy avanzado. “Lo que pido es que me dejen tranquilo. Que no me pidan más entrevistas ni nada más. Ya terminó mi ciclo. Sinceramente, me estoy muriendo. El guerrero tiene derecho a su descanso”, expresó al semanario Búsqueda.
La vida del Pepe transcurrió como en escenas de una película. Una de ellas sucedió cuando le dijo a una multitud: “No me voy, estoy llegando” en el último acto como mandatario en vísperas de entregarle la banda presidencial a su correligionario Tabaré Vázquez, el 28 de febrero de 2015. “Me iré con el último aliento y donde esté estaré por ti, contigo, porque es la forma superior de estar con la vida. Gracias, querido pueblo”.
En aquella emotiva despedida en la que a sus 80 años dejaba la presidencia, quedaba claro que seguiría haciendo política. Mujica había sido electo presidente el 29 de noviembre de 2009 cuando ya era un histórico referente del Movimiento de Participación Popular dentro de la coalición de izquierda Frente Amplio (FA). Y cuando sentía el aprecio de la gente en las calles y él se mostraba accesible. Le tocaban el hombro y lo abrazaban, como a un padre.
Latinoamérica dolida
Las condolencias comenzaron a surgir en las redes, con especial atención a Latinoamérica. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, le despedía con pesar: “Ha muerto Pepe Mujica, el gran revolucionario, el presidente de Uruguay. Adios amigo. Ojalá América Latina, algún día, tenga himno, ojalá América del Sur se llame, algún día: Amazonía”.Adios amigo”.
Brasil lamentó profundamente este martes la muerte del expresidente uruguayo José ‘Pepe’ Mujica, a quien definió como un “gran amigo”, uno de los “principales artífices de la integración de América Latina” y uno de los “humanistas más importantes de nuestra época”. Durante una visita a Montevideo en diciembre último, Lula visitó a Mujica y lo condecoró con la Orden Nacional do Cruzeiro do Sul, la más alta distinción que Brasil otorga a ciudadanos extranjeros.
En México, la presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo escribió: “Lamentamos profundamente la muerte de nuestro querido Pepe Mujica, ejemplo para América Latina y el mundo entero por la sabiduría, pensamiento y sencillez que lo caracterizaron. Externamos nuestra tristeza y pésame a familiares, amigos y al pueblo de Uruguay”.
Gabriel Boric, presidente de Chile, le dedicó sentidas palabras en X: “Pepe querido, te imagino partiendo preocupado por la ensalada amarga que hay hoy en el mundo. Pero si algo nos dejaste fue la esperanza incombustible de que es posible hacer las cosas mejor —’pasito a pasito para no desbarrancarnos’ como nos decías—, y la convicción innegociable de que me mientras nos palpite el corazón y haya injusticia en el mundo vale la pena seguir luchando”.
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, señaló que “Con profundo pesar, transmitimos nuestras condolencias y sentimientos de solidaridad a los compañeros, compañeras y familiares de José ‘Pepe’ Mujica. Hombre humilde e incansable luchador social, cuya vida fue de lucha, enfrentando todas las vicisitudes con entereza y dignidad”, dijo. “Desde la Venezuela revolucionaria, libertaria y heredera de (Simón) Bolívar y (Hugo) Chávez, enviamos un fraterno abrazo al pueblo de José Gervasio Artigas, nuestro pueblo hermano”.
Luis Arce, presidente de Bolivia señaló que “Con el corazón profundamente entristecido nos despedimos de nuestro hermano y compañero José “Pepe” Mujica, un verdadero faro de esperanza, humildad y lucha por la justicia social. Su vida fue un testimonio de rebeldía y amor por su pueblo.
Por su parte, el expresidente bolliviano Evo Morales señaló: “Nos duele profundamente la partida de mi hermano Pepe Mujica. Recuerdo siempre sus consejos llenos de experiencia y sabiduría. Él fue un ferviente creyente en la integración y en la Patria Grande. Quedan sus enseñanzas y su gran ejemplo”.
“Su historia permanecerá viva en la memoria de los pueblos”, comunicó el Partido de los Trabajadores de Brasil, fundado por el presidente Lula da Silva. La expresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner señaló:: “América Latina despide a un gran hombre que dedicó su vida a la militancia y a su Patria. Pepe, te vamos a extrañar mucho. Lucía… mi corazón está con vos y con todo el pueblo uruguayo”.
Desde España, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, resumía: “Un mundo mejor. En eso creyó, militó y vivió Pepe Mujica”.
Tupamaros
En una semana iba a cumplir los 90 años: Mujica nació el 20 de mayo de 1935 –o ese año lo inscribieron, según él contó en una entrevista con Folha de São Paulo, pero nació un año antes– en el barrio de Paso de la Arena, en Montevideo, y a los pocos años de vida, cuando estaba en tercer año de escuela, perdió a su padre.
Fue secretario del legislador nacionalista Enrique Erro, a quien acompañó, a su vez, en su salida del Partido Nacional en 1962 y, dos años después, se incorporó al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T). Allí vinieron los operativos, la guerrilla, la clandestinidad, la tortura y la cárcel. Mujica fue uno de los nueve rehenes tupamaros que estuvieron presos en distintos cuarteles del país durante toda la dictadura, desde 1972 hasta 1985; en esas condiciones estuvo junto a Raúl Sendic, Jorge Zabalza, Eleuterio Fernández Huidobro, Mauricio Rosencof, Henry Engler, Julio Marenales, Jorge Manera y Adolfo Wasem.

En una de sus últimas entrevistas, Mujica reflexionaba que en el MLN-T también fueron “prisioneros de una época y de un tiempo”. “Esos esquemas estaban ahí, el problema se resolvía llegando al poder y construyendo, como quien hace una obra de albañilería”, pero “no era tan sencilla la cosa” porque “los seres humanos somos más complicados”. “Aunque yo no reniego de todo eso, porque sería como renegar del amor”, declaraba, pero sí renegaba “de quedarse todos fosilizados, después de todo lo que pasó, viendo que se derrumbó la Unión Soviética y sin un tiro”.
El “problema”, señalaba Mujica entonces, era que “en la izquierda hay actitudes conservadoras que a veces pueden aparecer como sostenedoras de posiciones de izquierda, pero se transforman en reaccionarias”, porque “no se aprende de la realidad un carajo si uno no tiene una visión crítica de aquello y no la ve más complicada”.
Tras la amnistía y la salida de la cárcel en la recuperación democrática, en 1985, algunos integrantes del MLN-T comenzaron un proceso de incorporación al sistema político uruguayo. En 1989 los exguerrilleros fundaron el Movimiento de Participación Popular (MPP) y se incorporaron al Frente Amplio (FA). En 1994 Mujica fue electo diputado y en 1999, senador; el MPP comenzaba a mostrar una gran capacidad de acumulación que lo llevaría a ser, en 2004 y en las elecciones subsiguientes, el sector más votado de la coalición de izquierda.
En su momento, Mujica también dijo ser consciente de que “hay una izquierda uruguaya con la que no encajamos”, pero que “andamos porque nos precisamos”. “Nos une el espanto. El espanto de que gane la derecha. Y a los compañeros les debe de pasar lo mismo”, señaló. En 2009 se erigió como candidato único del FA para esas elecciones, las ganó en fórmula con Danilo Astori y a partir de entonces su figura se hizo mundialmente conocida.
Vida de militante
Pepe Mujica donó casi el 90 % de su sueldo como presidente para caridad y siguió viviendo en su chacra en Rincón del Cerro, a las afueras de Montevideo junto a Lucía Topolansky, entonces senadora. Una partecita de ese mundo de la pareja, que no tuvo hijos, con un estilo de vida sencillo, el amor por el tango y el cultivo de flores y vegetales fue contada por el cineasta Emir Kusturica en el documental “El Pepe, una vida suprema”.
Cerca de Rincón del Cerro, en Paso de la Arena, creció Mujica: una zona ubicada al oeste de Montevideo, de clase obrera y bastión de la resistencia a la última dictadura (1973-1985). Aprovechando la hectárea de campo que tenía la familia ahí, Pepe plantaba verduras y flores codo a codo con su madre, Lucy Cordano. Y empezó a vender flores tras la muerte de su padre, Demetrio Mujica.
Mujica militó desde adolescente. “Tenía 14 cuando empecé en una agrupación anarca”, le contó a María Ester Gilio en el libro Pepe Mujica, de tupamaro a presidente. De joven fue relacionándose cada vez más con partidos de izquierda y haciéndose marxista. Un marxismo difícil de encuadrar dentro de las visiones de los socialistas y comunistas de la época. La de un cuestionador y ávido lector.
En esa búsqueda se incorporó a la lucha armada con el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una guerilla urbana que lideraba Raúl Sen dic, líder campesino. Cayó preso por primera vez en 1964 por el intento de asalto a una sucursal de la empresa Sudamtex y en 1969 pasó a la clandestinidad porque la policía descubrió armas y municiones que la guerrilla le había dado a él en custodia.

En otro momento una patrulla lo baleó seis veces en el suelo. Fue varias veces detenido. En 1971 protagonizó otro momento cinematográfico: la fuga a través de un túnel de 111 presos (106 guerrilleros) de la cárcel de Punta Carretas, una de las mayores fugas carcelarias de la historia.
Tras el golpe de Estado de 1973, Mujica se convirtió en rehén de la dictadura. En el libro Memorias del calabozo, Fernández Huidobro dialogó con Mauricio Rosencof sobre la dolorosa experiencia que vivieron junto a Raúl Sendic, Jorge Manera, Henry Engler, Adolfo Wasem, Jorge Zabalza y Julio Marenales, a quienes tuvieron rotando entre cuarteles.
“Una noche de septiembre de 1973 nueve militantes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros fuimos sacados, por sorpresa, de cada una de nuestras celdas en el Penal de Libertad… Ese largo viaje de nueve rehenes de la tiranía duró, exactamente, once años, seis meses y siete días”. Entre los evadidos se contaban cuatro dirigentes históricos del MLN: el máxima líder Raúl Sendic (El Bebe), José Mujica (Pepe), Eleuterio Fernández Huidobro (El Ñato) y Jorge Amílcar Maneras, un ingeniero civil que resultó clave a la hora de planificar y llevar a cabo la fuga.

Mujica empezó a hablar con las hormigas y a tener delirios y terminó en el Hospital Militar a principios de los ’80. Una psiquiatra recomendó que lo dejaran leer y escribir. Sobre ese momento Pepe contó: “Yo agarraba las pastillas que me daba y las tiraba en el baño. Hubo algo, sin embargo, en lo que esa mujer me sirvió. Me consiguió permisos para leer libros de ciencia… me autorizaron también a escribir y el ejercicio de escribir disciplinó mi cerebro”, dijo en Pepe Mujica, de tupamaro a presidente.
Su madre Lucy, en una de las tantas visitas que hizo para llevarle libros, vaticinó que la carrera de su hijo recién empezaba. “Va a llegar a presidente gracias a su piquito de oro” le dijo por entonces a un vecino.
Pepe Mujica recuperó la libertad con una amnistía en 1985 y una década después fue electo diputado, luego senador, y en 2005 fue ministro de Ganadería y Agricultura del primer gobierno del Frente Amplio encabezado por Tabaré Vázquez. Tras la liberación de la dictadura, Mujica se convirtió en un destacado miembro del Frente Amplio, la coalición de izquierda uruguaya. Fue ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca de 2005 a 2008 y luego senador.
Mujica ha sido descrito como «el jefe de Estado más humilde del mundo» debido a su estilo de vida austero y su donación de alrededor del 90 % de su salario mensual de doce mil dólares a organizaciones benéficas que benefician a los pobres y a los pequeños empresarios.
Estaba casado con Lucía Topolansky, quien fue presa política, torturada y aislada en el campo de concentración de Punta Rieles, durante más de una década. Lucía, dirigente histórica del Movimiento de participación Popular, fue vicepresidenta del Uruguay entre 2017 y 2020, con quien mantenía una relación sentimental desde 1972.
En abril de 2024, Mujica anunció que fue diagnosticado con un tumor en el esófago. En enero de este año dijo que su cáncer se había expandido por todo su cuerpo y que no se sometería a más tratamientos.
En campaña
Su militancia frenteamplista y sus reflexiones sobre Uruguay y América latina siempre buscaron despertar conciencias. Mujica asistió el pasado agosto a un acto político del FA horas después de recibir el alta del hospital donde había sido internado por una descompensación relacionada con su tratamiento contra el cáncer de esófago, diagnosticado en mayo de 2024. “Hoy ha sido un día pesado. Ando remontando mis huesos como puedo, pero tenía que estar”, dijo Pepe tras ingresar en silla de ruedas a la sede central la principal fuerza opositora del país que logró regresar al poder en las elecciones del 27 de octubre.
En una reciente entrevista que le hizo The New York Times, el influyente diario estadounidense lo presenta como un “filósofo sin pelos en la lengua”. “La vida es hermosa. Con todas sus peripecias, amo la vida. Y la estoy perdiendo porque estoy en el tiempo de irme”, dijo Mujica. Preguntado sobre cómo le gustaría ser recordado, fue enfático: “Como lo que soy: un viejo loco que tiene la magia de la palabra”.
Una de las obsesiones del veterano político fue el barrio, Sudamérica. “No veo la integración para mañana. Estoy pensando en 25, 30 años. Tenemos que aprender a soportarnos, de izquierda y de derecha”, dijo Mujica a esta cronista en su último viaje a Buenos Aires sobre la anhelada integración regional. Él, que protagonizó junto a Lula, Chávez, Cristina Kirchner, Rafael Correa y Evo Morales un tiempo en el que ese anhelo parecía posible y se mejoraban las condiciones de vida de los sectores más postergados.
“Cuando mis brazos se vayan habrá miles de brazos sustituyendo la lucha”, fue su último mensaje. Su jugada final fue anticiparse al futuro y garantizar la renovación del Movimiento de Participación Popular y del mismo Frente Amplio y asegurarse de que -con o sin su presencia- las ideas a las que dedicó toda su vida permanezcan.
Es difícil pensar un tiempo político en Uruguay sin la figura de Mujica, sin su irreverencia, sin sus discursos, sin sus pausas. Sin su termo y mate, sin su viejo Volkswagen. Se fue Pepe Mujica, dejando un vacío difícil de llenar.
*Sociólogo y analista internacional, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista seniordel Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)