El plan de paz de Trump favorece a Rusia, acorrala a Ucrania y humilla a Europa
Juan Antonio Sanz – Público
El presidente de EEUU prioriza a Moscú en su plan de paz, cierra a Kiev las puertas de la OTAN, admite sus pérdidas territoriales y relega a la UE a pagar la factura de la guerra.
Hasta ahora eran eslóganes de campaña y cantos de sirena. Ahora es una realidad. Estados Unidos abandona a Europa en la seguridad del continente y empuja a Ucrania hacia un rincón de condiciones peores de las que gozaba antes de la guerra, hace tres años. La Administración Trump traslada por primera vez de forma oficial a sus aliados en la OTAN sus planes para Ucrania: portazo a la entrada en la Alianza, cesión de la parte oriental a Rusia y responsabilidad única de los europeos en el mantenimiento de una paz futura.
Las llamadas telefónicas que Trump hizo este miércoles a los presidentes ruso, Vladímir Putin, y ucraniano, Volodímir Zelenski, evidenciaron una realidad: el líder estadounidense apuesta por una paz entre superpotencias y los demás tendrán que acomodarse e incluso pagar un alto precio. En el caso de Ucrania, además de su territorio, el acceso estadounidense a sus riquezas minerales estratégicas para asegurar que en un futuro no pierda más territorios ante Rusia.
EEUU provoca el caos y ahora saca tajada
La nueva Casa Blanca se olvida oportunamente de que la crisis actual se deriva de la apuesta de Washington de las últimas dos décadas para llevar la expansión de la OTAN hasta las fronteras rusas y de orquestar la revolución del Maidán en 2014 para expulsar de Ucrania a un Gobierno demasiado cercano a Moscú.
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La reacción entonces de Putin fue ordenar la anexión de la península de Crimea y llevar tropas rusas al Donbás ucraniano para proteger a la población prorrusa. Se sentaban así las bases del actual conflicto, desencadenado con el comienzo de la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero de 2022. En estos momentos, Kiev puede sentarse a la mesa de las negociaciones que impulse Trump con la pérdida de una quinta parte del territorio ucraniano —en manos rusas— y la destrucción de buena parte de su economía, sin nada más que ganar que un armisticio ponga fin a esta devastación.
Negociaciones inmediatas
La primera conexión de Trump fue con Putin, a quien verá pronto, problemente en Arabia Saudita. A Zelenski, hasta ahora protegido de Occidente, lo deja como segundón, a la vez que pone en duda su legitimidad, pues, según Trump, lleva demasiado tiempo en el Gobierno de Kiev sin ser revalidado por unas elecciones recientes, el mismo argumento que puso Putin para renegar del presidente ucraniano como interlocutor.
Tras su contacto con Putin, el presidente estadounidense indicó que ambos mandatarios estaban de acuerdo en iniciar “de inmediato” negociaciones para poner fin a la guerra. Manifestó su convencimiento de que tales negociaciones “serán exitosas”. Washington estará representado por el secretario de Estado, Marco Rubio; el director de la CIA, John Ratcliffe; el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Michael Waltz, y el enviado especial para Rusia y Ucrania, Steve Witkoff.
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La conversación con Zelenski fue también cordial, pero el significado muy distinto. Con la perspectiva que Trump quiere dar a la negociación de paz, Ucrania aparece como la perdedora de la guerra. Así, según el presidente de Estados Unidos, el deseo de Ucrania de entrar en la OTAN, una de las demandas que venía haciendo Zelenski desde antes incluso de que empezara la guerra, “no es práctica”.
Trump dio también la puntilla a la voluntad de Ucrania de recuperar el 20% de su territorio ocupado y anexionado por Rusia. Es “poco probable”, dijo Trump, que Ucrania vaya a recibir ese territorio. Horas antes lo había señalado ya el secretario de Defensa de EEUU, Pete Hegseth, quien consideró “un objetivo poco realista” que Ucrania pudiera volver a sus fronteras anteriores a 2014.
“Perseguir este objetivo ilusorio solo prolongará la guerra y causará más sufrimiento”, afirmó Hegseth, quien apostó por el despliegue de tropas europeas y de otros países en Ucrania como garantía de seguridad. Fuerzas que no serán en todo caso estadounidenses ni de la OTAN, precisó.
Zelenski resignado, la UE soliviantada
Tras su conversación con Trump, el mandatario ucraniano pareció aceptar las circunstancias e incluso las condiciones de Washington. “Acabo de hablar con el presidente Volodímir Zelenski de Ucrania. La conversación fue muy bien. Él, como el presidente Putin, quiere la paz”, refirió Trump en su red social, Truth Social. La respuesta de Zelenski en sus redes sociales fue más lacónica y con un aire de resignación ante lo irremediable: “Como dijo el presidente Trump, hagámoslo”.
No obstante, aún aceptando las líneas principales del plan, Zelenski insistió este jueves en la necesidad de que Kiev y Europa tengan un asiento en la mesa de negociaciones.
A quienes ha gustado menos la ofensiva relámpago de Trump, en vísperas además de la Conferencia de Seguridad de Múnich que se reúne este fin de semana y en la que se suponía que se iban dar pistas sobre el plan de paz, ha sido a los países europeos, relegados a un segundo plano en este proceso. Les ha quedado muy claro que son las superpotencias quienes deciden y que Europa no lo es.
Reunidos en París este miércoles para preparar la Conferencia de Seguridad de Múnich, los ministros de Asuntos Exteriores de Francia, Alemania, Italia, España, Polonia, Gran Bretaña, Ucrania y la jefa de la diplomacia de la UE, Kaja Kallas, subrayaron que cualquier acuerdo de paz para Ucrania debe incluir a Europa y a Kiev.
“No habrá paz justa ni duradera sin la participación de Europa y sin el acuerdo de Ucrania”, resumió el ministro de Exteriores francés, Jean-Noel Barrot. “No se puede decidir nada sobre Ucrania sin Ucrania y no se puede decidir nada sobre la seguridad europea sin Europa, porque la agresión rusa a Ucrania afecta claramente a la seguridad europea”, añadió el ministro de Exteriores español, José Manuel Albares.
La alta representante europea para Política Exterior subrayó que los aliados europeos deben “reforzar a Ucrania y ofrecer sólidas garantías de seguridad”. Kallas remarcó que “la independencia y la integridad territorial de Ucrania deben ser incondicionales” y que “Europa debe tener un papel central en todas las negociaciones”.
Kiev opta por los hechos y no por las palabras
No parece que vaya a ser éste el caso y hasta el propio Zelenski tiene más claro que sus aliados europeos que las cartas están ya sobre la mesa y poco se puede cambiar en la partida. Trump ha dejado sobre el tablero varias realidades y las hace valer desde la fuerza de su autoridad en la OTAN, su buena relación con Putin y el convencimiento de que Zelenski siempre optará por la amistad dosificada de Washington antes que por la retórica de Bruselas.
Lo dijo esta semana el presidente ucraniano en una entrevista a The Guardian: “Las garantías de seguridad sin Estados Unidos no son verdaderas garantías de seguridad”. Una bofetada directa a los gestos europeos, que en Kiev no se acaban de creer por muy grandilocuentes que sean.
Rusia está ganando militarmente la guerra y para derrotarla sobre el campo de batalla habría que desplegar una asistencia armamentística que ni Washington ni Bruselas están dispuestos a hacer, a pesar de toda la palabrería expuesta en las últimas horas por los indignados ministros europeos, pues llevaría a la entrada de la OTAN en la guerra y con ello a la hecatombe.
El plan de Trump pretende convencer al jefe de la otra gran superpotencia, Putin, y a nadie más. Si Putin lo acepta, la Casa Blanca no mirará en ninguna otra dirección para buscar el consenso. Y las manos de los aliados europeos de Ucrania están atadas en el ámbito militar. Pueden seguir mandando armas a Ucrania para que siga combatiendo a Rusia, pero en última instancia quien les vende ese armamento es Estados Unidos.
Los europeos pagan la seguridad de Ucrania
Según el nuevo jefe del Pentágono, Pete Hegseth, lo que pueden ahora hacer los aliados europeos de Washington es dedicar el 5% de su PIB a defensa para aumentar su contribución a la OTAN y que, así, EEUU reduzca su gasto en este bloque militar. También han de pagar, claro está, la seguridad futura de Ucrania y las eventuales fuerzas de interposición para garantizar el armisticio con Rusia.
El desdén y la humillación de Trump hacia sus socios europeos se dejó ya ver en los últimos días, cuando señaló que EEUU está dispuesto a contribuir a la seguridad ucraniana si Kiev le pasa las concesiones para la explotación de las llamadas tierras raras y otros metales estratégicos que contiene el subsuelo ucraniano, valoradas en más de medio billón de dólares.
Europa, en principio, queda fuera de este acuerdo minero para el que Trump despachó esta semana a Kiev al secretario del Tesoro, Scott Bessant. Para ejemplificar por dónde fueron las conversaciones, Zelenski llevó a la reunión un mapa de los recursos minerales de Ucrania.
Fue el propio presidente ucraniano quien hace días propuso a Trump que Estados Unidos accediera a los yacimientos de tierras raras, uranio, titanio, litio, hierro y carbón en Ucrania, para explotar conjuntamente estos depósitos a cambio de la ayuda económica y de seguridad estadounidense. Ayuda militar que no es para alargar el conflicto actual, sino para garantizar la seguridad ucraniana en un futuro, una vez se alcance un armisticio con Rusia.
Malas noticias para Occidente
Aunque Europa siga en estos momentos clamando por la integridad territorial ucraniana e incluso algunos países, como Polonia o los bálticos, reclamen una implicación mayor en la guerra para darle la vuelta a un conflicto ya perdido, en la UE hay ya voces que reconocen el impacto del torpedo lanzado por Trump bajo la línea de flotación de la estrategia europea para Ucrania.
Lo dijo este jueves sin adornos el ministro de Defensa belga, Theo Francken: el plan de paz aportado por Estados Unidos es “toda una victoria” para Putin y “malas noticias para Occidente”. Más crítico en su discurso fue el primer ministro de Hungría, el ultranacionalista Viktor Orbán, quien calificó en la red social X la declaración de los titulares de Exteriores europeos como “un triste testimonio del mal liderazgo de Bruselas”.