El anti-correismo resultó ser anti-Ecuador
Julio Peña y Lillo
Ecuador vive hoy en nuestros días el peor momento de su historia contemporánea. Hace prácticamente 8 años, con la traicionera llegada de Lenin Moreno, luego Guillermo Lasso y ahora con Daniel Noboa, se ha impuesto en el país la necropolítica – neoliberal, con su “Modelo de Ajuste Estructural”.
Entre los principales objetivos de este ajuste tenemos: el pago de la deuda a organismos internacionales, por sobre el fortalecimiento y expansión del desarrollo, reducción de la inversión pública en salud, educación, programas sociales, disminución en el acceso a servicios básicos, así como la vulneración de los derechos laborales, permitiendo despidos masivos, y menores salarios; medidas que, en su conjunto, han empeorado drásticamente las condiciones de vida de las y los ecuatorianos.
Después de 8 años de neoliberalismo en Ecuador, auspiciado y promovido por las banderas anticorreístas (Moreno – Lasso – Noboa), tenemos una economía que aumentó la desigualdad, la pobreza, la violencia, el crimen y la inestabilidad social, favoreciendo únicamente a pequeños grupos del capital privado (Banca y Banano). El debilitamiento y la reducción de la intervención del Estado en la economía, ha imposibilitado hacer frente a las asimetrías sociales.
El anti-correísmo necropolítico-neoliberal, al reducir la inversión pública, ha restringido el acceso de las mayorías a servicios esenciales, necesarios para poder llevar una vida digna. Esta propuesta política que gobierna Ecuador desde hace ya 8 años, viene a su vez auspiciada y promovida por los grandes medios de destrucción masiva (TV, radio, prensa y redes sociales), que día tras día, tiene al correísmo –y no a la pobreza, la desigualdad o las injusticias sociales-, como su principal enemigo.
En este escenario, muchos ecuatorianos han perdido la esperanza y se han visto obligados a marcharse del país, porque Ecuador les ha dado la espalda, les ha dejado abandonados a su suerte, condenándolos a la miseria, a la pobreza o a la violencia. Hablamos ahora de la 2da. gran ola migratoria. Los 8 años de neoliberalismo en el país, han demostrado ser de sobra, una propuesta política inhumana y antidesarrollo para Ecuador.
El modelo de Estado y desarrollo que propone el correísmo, y que genera tantos detractores entre las élites políticas, las cámaras de la producción y los medios de comunicación, se enfoca, sobre todo, en promover una mayor justicia social, combatiendo la desigualdad y la pobreza, a través del fomento del crecimiento económico, mediante la inversión y fortalecimiento de lo público.
Se trata de un modelo de desarrollo que no se mide solamente en términos económicos, sino también, en términos de fortalecimiento de las capacidades del Estado y del desarrollo del talento humano. Tiene claro que un Estado que garantiza derechos y seguridad social, promueve sociedades más cohesionadas, menos violentas y conflictivas.
Entiende que la clave radica en redistribuir, para combatir las graves e injustas desigualdades que generan los conflictos y la violencia, ahora sistematizados y naturalizados en el país (ahora estamos entre los países más violentos de la región).
La política de redistribución y fortalecimiento del Estado que propone el correísmo, genera transferencias y servicios que reducen la brecha económica entre los distintos sectores de la población, y con ello combate la pobreza. Este es el modelo satanizado por el anticorreísmo, que como vemos en el fondo, lo que busca ya no es combatir a Rafael Correa -porque él ya no está en el país-, sino poner trabas y postergar cualquier posibilidad de desarrollo o esperanza para las y los ecuatorianos.
Entre el correísmo y el anticorreísmo, ¿qué tipo de Ecuador quieres tú? ¿Más protección o menos protección ciudadana?, ¿fomento de oportunidades, o cada uno echado a su suerte?, ¿crecimiento económico nacional, o únicamente de la banca y la banana?
La necropolítica – neoliberal no contribuye al desarrollo de los pueblos, porque fomenta la concentración de la riqueza en pocas manos, promueve la reducción del papel del Estado en la economía, generando un aumento de la desigualdad, el deterioro de los servicios públicos y la precarización laboral, perjudicando a los sectores más vulnerables, haciendo de las personas, bienes desechables.
Para lograr un desarrollo de país, más humano e inclusivo, es necesario un modelo económico que combine el mercado con una intervención estatal que garantice derechos y equidad. La disputa no radica en nombres (Luisa o Noboa), sino en comprender, qué Modelo de Desarrollo impulsan estos candidatos.
*Máster en Ciencias Políticas, expresidente del Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL) y Director del Seminario Permanente de Pensamiento Crítico Bolívar Echeverría.