Trumperialismo

Jorge Elbaum

La segunda presidencia de  Donadl Trump expresa la búsqueda desesperada por recuperar un estatus geopolítico perdido. La Guerra Fría les otorgaba el lugar privilegiado de defender la libertad frente a la planificación centralizada del denominado entonces como el socialismo real. Cuando esa batalla concluyó, las elites corporativas estadounidenses se declararon triunfadoras y ofrecieron al neoliberalismo y al Consenso de Washington como rutas seguras para alcanzar la prosperidad global.

El fin de la historia augurado por los gurúes económicos del establishment global empezó, sin embargo, a trastabillar cuando se puso en evidencia que el mercado no solo tenía fallas, sino que contenía en su lógica interior el detonador Con un impredecible Trump 2.0: ¿qué viene para las tensas relaciones con  China e Irán?de la autodestrucción. Lo que se desmoronó fue la inconsciencia de una mano invisible (cuyos manipuladores se hicieron visibles) y, al mismo tiempo, un interventor estatal ineludible. Dos malas noticias para los quiméricos postulantes de una autorregulación homeostática.

La asunción de ese principio de realidad fue coetánea con el ascenso de la República Popular China que combinó, con una orientación estratégica e intervencionista del Estado, la apertura de su economía, el control de las variables financieras, la práctica de la ingeniería reversa y la inversión incremental en Ciencia y Tecnología. Este proceso de modernización incluyó una política planificada de urbanización e integración social –a nivel doméstico– y de cooperación no injerencista hacia el exterior.

La emergencia de China como un actor central de la producción industrial, que triplica según la OCDE los bienes elaborados por Estados Unidos, ha vuelto a poner en cuestión el libre mercado postulado por la ortodoxia global. Desde que Barack Obama dispuso el fin de la guerra contra el terrorismo se inició la ofensiva contra China. La segunda administración de Donald Trump expresa la urgencia de ese posicionamiento incómodo frente a la actual etapa geopolítica caracterizada por lo que el pensador camerunés Achille Mbembe denomina como el periodo brutalista de la actual etapa geopolítica.Spencer Platt/Getty Images

Esta fase no se inscribe –como pretenden señalar algunos devotos de la gestualidad megalómana y patriarcal– por poseer un perfil aislacionista. Por el contrario, la promesa de MAGA trumpista es el regreso a la edad dorada de un Reich basado en la Doctrina Monroe, la Política del Gran Garrote y el derecho llevar a cabo limpiezas étnicas, sanciones unilaterales, anexiones territoriales, intervenciones militares, golpes de Estado, bloqueos criminales y múltiples formas de injerencismos antojadizos.

La demarcación estratégica no cambia. Se reorienta y se incrementa: se pasa de una lógica imperialista multilateral, diplomática, subterráneo e informal –que utilizaba los derechos humanos y las diversidades como mascarón de proa– para transformarse en imperialismo brutalista, unilateral, extorsivo, racializador, depredador, prepotente y partidario de heterogéneas hostilidades comerciales.

Trump encarna una alianza entre los empresarios tecnológicos multimillonarios, clases medias empobrecidas y trabajadores mal remunerados. Estos dos últimos grupos admiran aspiracionalmente a los empresarios tecnológicos como la representación posible de una prosperidad que debe ser recuperada. Por detrás de ellos, esgrimiendo el poder real, no aparece el conspiranoico Estado Profundo (deep-state) de agencias y funcionarios federales, sino el más concreto compuesto del Complejo Militar Industrial, Wall Street y las corporaciones transnacionales, algunas de las cuales tienen sede en Silicon Valley.

El segundo gobierno de Trump pretende recuperar el sentido del destino manifiesto que tiene como mito fundacional el concepto de frontera. En el discurso de asunción el último 20 de enero se expusieron los objetivos geoestratégicos trazados, ligados a una conflagración multidimensional. En la actualidad, los dispositivos bélicos se vinculan con espacios (a) territoriales; (b) marítimos; (c) aéreos; (d) atmosféricos y (e) propagandísticos. Estos últimos orientados a modelar el sentido común y las consciencias, apelando a la conjunción entre medios de comunicación, redes sociales, algoritmos, Big Data, Inteligencia Artificial y el apoyo de difusores despuesto en Fundaciones, ONGs y centros de investigación y pseudo-académicos.

Trump busca expandir su control sobre tres de esas dimensiones bélicas: la marítima, la atmosférica y la propagandística. Groenlandia no solo dispone de Tierras Raras (minerales necesarios para tecnologías de frontera) sino que habilita el paso por el Ártico que Rusia y China están abordando en forma conjunta. El Canal de Panamá es otro de los objetivos porque tres cuartas partes de los buques que atraviesan esa Nación centroamericana transportan mercancías de la costa este a la oeste de los Estados Unidos. Mas del 90 por ciento del comercio mundial transita por mares y océanos, alrededor de 226 millones de contenedores. Además, el 98 por ciento de los flujos de datos digitales pasan por las redes submarinas de fibra óptica compuestas por un tendido de más de un millón de kilómetros subacuáticos. CódigoManta - Sabía usted que en lo que va del 2021 se han... | Facebook

Los estrechos de Gibraltar, Bósforo y Malaca y el Canal de Suez son otros de los objetivos de Trump para controlar o debilitar el intercambio comercial de China. La otra dimensión es la acordada con Elon Musk referida a la construcción del sentido común mediante la combinación de redes sociales, algoritmos direccionados y controles satelitales de vigilancia, información y censura. El presidente estadounidense parece desconocer –o haber olvidado– el famoso consejo de Douglas Horton: “La desesperación es como robarle a la mafia: es muy probable que acabes llamando la atención de las personas erróneas”.

*Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)