Qué significará la caída de Bashar al-Assad para Siria
Alejandro López – Diario Red |
Parece que lejos de estabilizarse la situación o de pacificarse, no era solo una cuestión personal en torno a Assad como se señalaba en Occidente; sino que las potencias regionales y las milicias locales volverán a utilizar Siria como un tablero, una vez más.
Ya es un hecho. La República Árabe Siria ha caído tras más de sesenta años de existencia. Después de años de guerra civil que fue convertida por agentes extranjeros en un conflicto que conocemos como “proxy”, esas dinámicas que implican el patrocinio y el subsidio de una guerra han terminado por comerse el país bajo el régimen político establecido.
Bashar al-Assad ha acabado fuera tras unos días de campaña apresurada. El grupo islamista, heredero de Al Qaeda, Hayat Tharir al Sham (HTS), es el que ha ganado más peso con el descongelamiento de la guerra tras cuatro años en un perfil menor desde la última crisis de Idlib, en el noroeste.
Precisamente la región de Idlib ha sido su feudo durante estos años. De hecho durante años varios líderes del yihadismo internacional han sido hallados y asesinados precisamente en esta región, que sirvió como refugio para sus acciones por el mundo.
El primer análisis debe ser decir que todo puede cambiar en las próximas horas. No solo por la obviedad del cambio de régimen en ciernes, sino porque hay numerosos bandos internos y actores extranjeros con presencia militar o intereses que podrían negociar sobre el futuro de Siria. Por ello será de gran importancia seguir la situación con detalle y no olvidarla como ocurrió en Afganistán.
Para seguir hay que saber que el Ejército Árabe Sirio (SAA) de Bashar al-Assad ha demostrado ser un tigre de papel. Sí se puede decir que Assad llegó a llevar la delantera en la guerra durante años, pero precisamente fueron sus aliados los que “le ganaron” la guerra frente a sus rivales. Es decir, Irán, Hezbolá y Rusia tuvieron un papel imprescindible en la recuperación de territorio por parte de Damasco.
Ahora Irán y Hezbolá se encuentran en un perfil menor. Después de la escalada bélica con Israel, ambos actores son mucho más susceptibles a la expansión de la influencia de su rival. Israel movió su armamento pesado hacia los Altos del Golán ocupados a Siria y contempló la intervención terrestre, sobre todo si Irán llegaba a enviar a su propio ejército o convoyes de apoyo.
La misma situación suscitó la posible intervención de milicias chiíes iraquíes vinculadas al Eje de la Resistencia o incluso del propio Estado iraquí en la guerra de Siria. Durante días, se contempló la llegada de estos refuerzos iraníes o iraquíes, pero algo falló en Damasco.
Hay varias opciones sobre la mesa. Algunos reportes indican que Assad no quería caer bajo la influencia completa de Irán o que se temía que, ante tal intervención, hubiera una invasión israelí desde los Altos del Golán, que se encuentran mucho más cerca de Damasco.
De hecho, poco después de la entrada de distintas fuerzas desde Irak por Al Bukamal hacia Deir Ezzor, se vio cómo se marchaban y el Ejército Árabe Sirio entregaba la orilla occidental del río Éufrates a las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), que son el grupo de milicias, principalmente kurdas, que controlaban el noreste del país.
Al mismo acuerdo se llegó tras la caída de Alepo para que las SDF se ocupasen del territorio que el gobierno controlaba al norte del país mientras ellos se enfocaban en la carretera principal, la M-5, que conecta de norte a sur Alepo con Damasco.
HTS ni siquiera parecía haber preparado una ofensiva con intención de ser la definitiva, pero viendo su éxito en las afueras de Alepo, precipitó los siguientes acontecimientos. Tras la caída de Alepo, los islamistas solo tuvieron que seguir presionando hacia el sur y tomando las grandes ciudades que atravesaba la M-5 después de flanquearlas brevemente antes del asalto.
Así cayeron Saraqib, Hama, Homs y, tras la ruptura de las últimas líneas de defensa -si es que se puede hablar de tal cosa-, Damasco no ofreció resistencia. Además, los levantamientos de grupos tradicionalmente opositores al sur de Damasco permitieron que la batalla llegase a la capital antes incluso de la caída de Homs.
No hubo una destrucción masiva de las ciudades durante la toma del país y los insurgentes podrán contar con el país casi como se encontraba hace una semana, incluyendo todos los equipos militares que no se han desplazado a la costa.
Pero queda lo más importante. ¿Qué va a pasar ahora con Siria? Hay multitud de aristas que pueden modular el resultado. Pero Rusia, Irán, Catar, Jordania, Egipto, Turquía y otros países de la región ya se han ido reuniendo para concretar el día después. Sobre todo cabe señalar el apoyo que Turquía ha ofrecido tanto a HTS como a sus socios acérrimos, el Ejército Nacional Sirio (SNA).
Las cosas han cambiado en esta década de guerra. La toma talibán de Afganistán ha mostrado a HTS y su líder, al Jolani, cómo vender una imagen de moderación al mundo que luego no tiene por qué ser tal. Así, los yihadistas han tratado de esconder a los elementos más radicales; han prometido respetar a los kurdos, cristianos, armenios, alawitas y otras minorías; así como han intentado tranquilizar a los rusos, chinos e iraquíes para evitar que se sobreactuase ante su éxito.
Incluso HTS se abrió a disolverse para integrarse en el Estado de un nuevo régimen. No se puede decir que Assad haya sido visto durante estos últimos días como la única esperanza para mantener Siria unida y evitar un nuevo Estado fallido como propició el derrocamiento de Gadafi en Libia.
Pero aún queda por saber qué pasará realmente con los kurdos. El SNA ha sido mucho menos moderado en sus acciones, colocando banderas turcas y negando la opción de que exista un Estado kurdo. Además el SNA y HTS podrían volver a enfrentarse como lo estaban hace unos meses si no se haya algún acuerdo sobre el futuro país.
No sería nada extraña la balcanización de Siria en un Estado islamista con capital en Damasco, un Estado kurdo al este del Éufrates y un Estado alawita en la costa, permitiendo así mantener a Rusia su influencia en el Mediterráneo, clave para sus operaciones en África. Sin embargo, Turquía y Rusia no se han mostrado muy proclives a romper la unidad del Estado sirio, lo que abocará a la continuidad del conflicto hasta que se acuerde el futuro statu quo de todas las etnias y religiones. Rusia, por lo pronto, pareció preparar una posible retirada de Siria si era necesario.
La enemistad de grupos islamistas suníes como los mencionados hacia Irán y el Eje de la Resistencia sí es más marcada y se espera una pérdida de influencia de todos ellos en la futura Siria. Pero no por ello hay que pensar que Israel estará más satisfecha, ya que se va a encontrar con un régimen islamista en sus fronteras pero mucho más miliciano y armado, con simpatías con Hamás.
Una alternativa que se planteó antes de la caída de Assad fue, precisamente, un acuerdo con Israel, Estados Unidos y Emiratos Árabes para abandonar la órbita iraní. Algo así se quiso negociar hace décadas para la devolución de los Altos del Golán a Siria pero ahora eso queda fuera de todo cálculo. Igualmente Israel ha intervenido en la frontera desmilitarizada con Siria y, según evolucione el islamismo sirio, podría ir a más.
Mientras tanto Donald Trump, más partidario que Biden de abandonar el escenario sirio, ya ha señalado que ellos no quieren tener nada que ver con lo que ocurre en el país. Cabe recordar que incluso EEUU reconoce a HTS como una organización terrorista y pedía la detención de al Jolani, ahora habrá que ver cómo pasan al pragmatismo con el nuevo régimen. Parece que lejos de estabilizarse la situación o de pacificarse, no era solo una cuestión personal en torno a Assad como se señalaba en Occidente; sino que las potencias regionales y las milicias locales volverán a utilizar Siria como un tablero, una vez más.