Le Figaro: Las elecciones en EEUU y el estado de dependencia europeo

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Le Figaro

 

Cada cuatro años, los europeos se encuentran como espectadores pasivos de una batalla electoral que se juega lejos de ellos, pero tiene enormes repercusiones sobre su futuro. El próximo presidente de los EEUU controla las cartas claves de su seguridad y de su prosperidad, según que garantice la fuera de disuasión de la OTAN o se desentienda, desarrolle relaciones privilegiadas entre aliados o desate una guerra comercial generalizada.

Cada cuatro años el suspenso que mantiene algún oscuro condado de Pensilvania devuelve Europa a su estado de dependencia y a sus insuficiencias congenitales. Eso no debiese ser una fatalidad.

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Macron con Kamala Harris

Con el tiempo, debiésemos haber comprendido que el 47o ocupante de la Oficina Oval, como todos sus predecesores, hará pasar, como es debido, EEUU primero. Derechos de aduana, rechazo de acuerdos internacionales, distorsiones de competencia para atraer industrias innovadoras, extraterritorialidad del dólar, aventuras o esquives militares, protección cobrada en ventas de armas…

La manera es a veces brutal y unilateral, a veces sonriente y falsamente apenada, el grado de proteccionismo varía, la formación de coaliciones puede ser preferida al jinete solitario… Pero a fin de cuentas, la apreciación que hacen los EEUU de sus intereses le es impuesta al campo occidental.

Esta realidad nos limita a especular sobre el carácter, las inclinaciones personales y la competencia aleatoria del elegido. Si al menos los Europeos respetasen un imperativo elemental de unidad frente a la potencia americana… ¡Pero no!

Se puede hablar, en las semanas que vienen, de un desfile ansioso y desordenado de los líderes del Viejo Continente del otro lado del Atlántico, para jurarle lealtad al próximo amo del mundo con la esperanza de obtener algunas prebendas. Eso no hará sino debilitarnos colectivamente, mientras la aspiración a más “soberanía” no se concretiza.

Francia, algo sola, parece lista a propiciar un pulso (después de haber intentado la seducción) para pesar en la relación bilateral. Pero Alemania tiembla a la idea de poner en peligro sus exportaciones y su paraguas estadounidense. Si aún estamos ahí dentro de cuatro años, podría ser de verdad demasiado tarde.