Elecciones locales en Brasil: la persistencia del bolsonarismo
Juraima Almeida
En menos de una semana habrá elecciones locales en los casi seis mil municipios brasileños, donde buena parte del electorado se encuentra indiferente, mientras la Justicia Electoral trata de encontrar métodos eficaces para enviar urnas electrónicas y fiscales a municipios que se encuentran al borde del aislamiento gracias a la sequía.
El presidente Luiz Inacio Lula da Silva cuenta con datos positivos para celebrar al final del segundo año de su tercer mandato: el desempleo bajó a 6.6 por ciento, el salario de los empleados creció; en agosto se registraron más de 230 mil nuevos puestos de trabajo formal. Más allá de datos positivos, hoy otros alarmantes, como la indiferencia de la justicia ante la destrucción ambiental.
La última encuesta de Datafloha señala que el candidato bolsonarista Ricardo Nunes se mantiene al frente con el 27% de la intención de voto en Sao Paulo, el principal estado del país, mientras el izquierdista Guilherme Boulos suma 25%, y el ultraderechista Rodrigo Marçal araña eñ 21%, lo que presagia un final infartante opara la primera ronda electoral.
Aunque el tema de las elecciones municipales aparece como el principal de la agenda política, el país se vio sacudido por el Análisis Técnico sobre el mercado de apuestas on line publicado por el Banco Central, que alcanzó los cuatro mil millones de dólares sólo en agosto, y por el recule del multimillonario Elon Musk en su pelea contra el Tribunal Supremo de Justicia.
Bolsonaro y el bolsonarismo
Uno de los temas de mayor análisis y discusión es sobre la vigencia del bolsonarismo. El investigador Rodrigo Nunes, de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro, señala que no se sabe si habrá un más allá un bolsonarismo más allá de Jair Bolsonaro, ya que no se ha abierto el espacio para un cambio de liderazgo o un proceso de herencia en su base social y capital electoral. Ya está decidido que él no puede presentarse en las próximas elecciones pero es una diferencia muy grande saber si estará en la cárcel o no.
Afirma que mientras la situación de Bolsonaro y sus hijos no se defina, la situación política del bolsonarismo no se va a decidir: hay una sensación de entropía que afecta a su base social. El 8 de enero, durante el asalto a la Plaza de los Tres Poderes de Brasilia había mucha gente que venía en un crescendo de expectativa desde las elecciones: sus líderes, los influencers del ecosistema, les hacían señales de que iba a pasar algo. Esa promesa fue otra estafa.
Lo evidente es que no tenían la intención de concretar nada porque conllevaba riesgos políticos y criminales muy grandes. Y la espera tiene efecto negativo sobre la base, todo el ecosistema de agitación, propaganda, desinformación y los universos informacionales paralelos que se construyeron a lo largo de estos años siguen ahí, aún cuando se produjo un crecimiento del descontento de la base con sus líderes.
Anunciaron un golpe y nada pasó. La base bolsonarista ha empezado a llamar “sandías” a los militares, porque son verdes por fuera y rojos por dentro. Pero, aunque descontenta, esa base lee la realidad en los términos que les proponen sus líderes.
Todo el ecosistema de agitación, propaganda y los universos informacionales paralelos que lograron constituir a lo largo de estos años siguen vigente. Mucha gente continúa informándose a través de estos espacios y sigue adherida al bolsonarismo, a su descripción de la realidad brasileña y bastante movilizada. Sin embargo, hubo un crecimiento del descontento de la base con sus líderes y se teme una autonomización de las camadas medias de la pirámide bolsonarista.
La forma organizacional de la extrema derecha en Brasil, como en Argentina y, en menor medida en Estados Unidos, es una combinación de una ecología de emprendedores políticos que se cruza con la lógica de la política institucional para devenir piramidal. En la punta más alta, la principal figura funciona como intermediario entre la ecología y la lógica de las instituciones, señala Nunes.
Hay algunos referentes que tienen el poder de “encender” y “apagar” la dinámica política según su conveniencia, pero la base no tiene capacidad independiente de organizarse, continúa atomizada. Son personas frente a sus pantallas, que desde ahí se conectan al movimiento y su ecosistema. Son consumidores de las plataformas digitales que les permite el ajuste permanente del discurso.
La estafa piramidal es la forma organizacional paradigmática de nuestros tiempos. Es paralelo al proceso de financiarización de la economía que viene desde fines de los 70, que crea disponibilidad de crédito y capital especulativo para invertir en lo que sea, afirma Nunes.
Y, en Brasil, la vieja clase media tiene que especular porque el trabajo formal no le garantiza ya una buena vida. Todos devienen en gestores de deuda pero también especuladores porque las estafas piramidales son el capitalismo de casino para la gente que no tiene capital.
Negacionismo de izquierda
El escritor y periodista Eric Nepomuceno dice que en los dos primeros mandatos de Lula se avanzó de manera concreta (quizá insuficiente), pero concreta. Pero en presidencia de la sucesora, Dilma Rousseff, ese avance perdió fuerza. Luego vino el golpe llevado a cabo por el Congreso, que la tumbó y puso en el sillón presidencial a un mequetrefe llamado Michel Temer, y todo se paralizó.
Fue entonces cuando entró en el tablado –y en el despacho presidencial– un desequilibrado y corrupto llamado Jair Bolsonaro, y el escenario cambió de manera radical.
Hoy, la izquierda analiza el ascenso de la extrema derecha en términos negativos, como si hubiese ahí algún déficit de racionalidad, inteligencia o moralidad del otro. Desde los años 80 en las relaciones laborales se produjeron transformaciones subjetivas que tienen su propia fuerza y no se pueden combatir con discursos o buenos slogans.
El trabajo de la extrema derecha es más sencillo porque al final sigue la dirección natural de las cosas hoy: la desintegración. Lo único que plantea es acelerar el proceso con una revuelta conformista. No hay ninguna política que se proponga cambiar la organización laboral, la economía o la ciudad. La promesa es: “no vas a tener más que competir con las mujeres, con estos gays, con los negros, con las minorías”.
Este ascenso de la extrema derecha demuestra la larga duración de los cambios subjetivos producidos por el neoliberalismo que no se revirtieron durante la hegemonía progresista. En Brasil el éxito de los gobiernos del PT –Lulka y Dilma- ha estado muy asociado a la expansión del poder de consumo. Cuando las condiciones cambiaron, vino la crisis y mucha gente votó a Bolsonaro en 2018 para luego volverse bolsonarista de largo plazo.
El remedio para la crisis del neoliberalismo es siempre más neoliberalismo. Cuando Bolsonaro dice algo así en Brasil, su popularidad crece porque una buena parte de la gente lo escucha y piensa: “es verdad, si no salgo a la calle, mi familia no va a tener qué comer”.
Es la sedimentación afectiva que ahora, con la resurgencia de la extrema derecha, viene a complementar la idea de que además se vive una batalla cultural. A la aceptación de la lógica sacrificial, se suman la noción de que “nosotros, los ciudadanos de bien”, estamos perdiendo nuestro lugar, porque nos están quitando derechos para dárselos a esta otra gente
*Investigadora brasileña, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)