Vigencia y vitalidad del chavismo: los resultados de las elecciones en Venezuela
Marcos Salgado
Pasó una semana desde el 28J y el intento de desconocer los resultados oficiales del Consejo Nacional Electoral por parte de la oposición de extrema derecha naufragó, de nuevo, en el lugar donde se decide la historia de cualquier insurrección, legítima o de colores: la calle.
Apenas dos días, lunes y martes, duraron las refriegas callejeras en Caracas y otras ciudades y aunque hubo muertos, la violencia no escaló. Los cacerolazos en sectores de clase media apenas aguantaron un día más, hasta el miércoles. El jueves el movimiento en las calles era casi normal y el viernes ya las calles lucían como cualquier día hábil de agosto, mes de vacaciones escolares.
El sábado ante una muy esmirriada concurrencia la gran derrotada de estos comicios, María Corina Machado, indicaba a sus seguidores en la zona de confort de Las Mercedes, en el sureste de Caracas, que la lucha que llevaban adelante era “espiritual”. Una apelación demasiado inasible para el momento estelar que -ella misma había repetido antes hasta el hartazgo- sería “el final” (del chavismo).
Del otro lado de la ciudad, el gobierno demostraba su enorme capacidad de movilización con una marcha multitudinaria, de varias decenas de miles, que marcharon al Palacio de Miraflores a encontrarse con el gran vencedor de esta elección: Nicolás Maduro, quien el 10 de enero del año que viene comenzará su tercer mandato consecutivo, durante el cual alcanzará a Hugo Chávez en cantidad de años al frente del gobierno.
“Este pueblo que está aquí no es de mentira, este pueblo es real”, declaraba una manifestante a un medio internacional, de los pocos que se avinieron a cubrir lo que sucedía en el mar de gente de la marcha chavista. Una multitud que bailaba, cantaba y festejaba en una catarsis colectiva de reafirmación de identidad.
Esa manifestante resumía así, en pocas palabras -como habla el pueblo- algo que la oposición no entiende y es la base de todas sus penurias, errores de cálculo y fracasos políticos: el chavismo existe y se expresa y vota. Especialmente cuando se ve amenazado.
Los números
El Consejo Nacional Electoral difundió el viernes el segundo boletín de resultados, con 96,87% escrutado. Nicolás Maduro en la sumatoria de todos los partidos que lo apoyaban alcanzó 6.408.844 votos, el 51,95%. Edmundo González sumó 5.326.104 sufragios, el 43,18%. Los otros ocho candidatos sufrieron votaciones insignificantes, la polarización que se entreveía como posible, dominó la escena.
La participación se ubicó en casi 60 por ciento. Catorce puntos por encima de las presidenciales de 2018, cuando el mismo sector de la ultraderecha llamó a no votar, pero bastante por debajo del 79% de 2013, en las elecciones sobrevenidas por el fallecimiento de Hugo Chávez.
El presidente Maduro superó por unos 300 mil votos su marca de 2018, y no alcanzó la de 2013, cuando sumó 7.587.579 sufragios. Los más de 5 millones 300 mil votos para Edmundo González representan un importante crecimiento de unos 3 millones de votos para la oposición respecto a 2018, aunque todavía lejos de los más de 7,2 millones que cosechó Henrique Capriles en 2013.
Un primer análisis de estos de números arroja algunas luces de alarma, tanto en el tablero de la oposición como del gobierno. Primero, la polarización no terminó de derrotar la apatía de amplios sectores de la sociedad venezolana respecto a la política. Después, la diferencia de poco más de un millón de votos entre oficialismo y oposición, aunque contundente, es remontable incluso en un futuro más o menos próximo.
Pero en esto el gobierno tiene una gran ventaja: la miopía opositora que otra vez dilapida capital político en aventuras disolventes y cortoplacistas. De nuevo con la monserga de desconocer resultados adversos, la oposición venezolana debe ser récord, por lejos, a la hora de implosionar dirigentes y referentes. Esta vez fue el turno de María Corina Machado. Página aparte para González Urrutia, quien pasará a los anales de la política con un brillo más que efímero, apenas un par de meses.
El final no era electoral
“Esto es hasta el final” y “vamos a ganar y vamos a cobrar” eran las dos frases preferidas de MCM. El final prometido no llegó, lo cual constituye una nueva decepción inmovilizadora para un electorado apabullado por los desengaños. Ni ganaron, ni cobraron.
Las denuncias del comando de campaña del oficialismo sobre los verdaderos planes de Machado y los partidos de la PUD tras el 28J resultaron justas. El fracaso de la estrategia de desconocer los resultados e incendiar la calle muestra al presidente Maduro fortalecido y de nuevo conectado con una base social que se polarizó, así sea parcialmente, ante la amenaza de la ultraderecha.
Todo esto mientras la armada Brancaleone mediática de nuevo se desplegaba en Venezuela para deformar y ocultar los hechos. Se retiran, de nuevo, con los crespos hechos, sin entender que el chavismo existe, que se corporiza cuando es necesario y que revalida mayoría.
¿Se trata de una mayoría inalterable? No. Eso no existe en política. Los nubarrones persisten en el horizonte en un país que, desde hace ya un cuarto de siglo, no se subordina automáticamente a los dictados del norte. El tercer gobierno de Maduro tendrá su propias lógicas internas y el chavismo expresado en votos el 28J estará pendiente de nuevos puentes con el líder. Y es justo. Así es como funcionan los gobiernos con base popular.
*Periodista argentino del equipo fundacional de Telesur. Corresponsal de HispanTV en Venezuela, editor de Questiondigital.com. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la).