“Síndrome de Noé”, nuevo libro de Kintto Lucas.
Esa frase inicia el libro de Lucas que incluye 25 relatos independientes, los cuales en su conjunto podrían ser una pequeña novela. Desde la incipiente violencia entre pequeños carteles de droga a la tristeza de los indígenas con llaqui, desde la explosión de la Mama Tungurahua al cáncer que provocó la contaminación petrolera en zonas amazónicas, son algunas de las narraciones que se podrán encontrar en el volumen, según la reseña.
El libro, que a partir de los cuentos refleja sucesos que podrían ser de la realidad del Ecuador de estos tiempos, está disponible en varias librerías de esta nación sudamericana y también puede solicitarse directamente por correo electrónico a la editorial Tintají ([email protected]).
El escritor fue vicecanciller de Ecuador entre 2010 y 2012, embajador de Uruguay para organizaciones como Unasur, Celac y Alba y también recibió en 1990 el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí, así como la Pluma de la Dignidad de la Unión Nacional de Periodistas del Ecuador en 2004.
El libro
Fuego reparador
Yo solo quería salvar la humanidad, y salvar al Ecuador claro. Pero la humanidad no quiere salvarse, mucho menos el Ecuador. Así que ahí estaba yo ordenando el altar para el ritual, cuando de repente Chongón gritó: son balas, están atacando a los panas. Le bajó el diablo al cuerpo, parecía incorporado, se puso como loco. Cogió tres fusiles, me dio uno y dijo que empezara a disparar hacia el frente. Que al runa que asomara de ese lado lo acribillara sin pena.
Él y otro pana salieron afuera tiroteando para el mismo lado, y acercándose a los carros de nuestros socios. Eran unos siete que se cubrían repeliendo el ataque. Otros dos estaban en la calzada desangrándose, a unos diez metros había una moto tumbada en la calle y al lado uno de los runas contrarios, muerto.
Se armó una balacera de la gran hijueputa. En cosa de minutos el tiroteo y la disparadera fue demente. Unos corrían pa’ un lado, otros pa’l otro. Todos los runas estaban enardecidos, contentos con el enfrentamiento. Gozaban con el tiroteo. Parecía que la muerte, tan cercana, era un aliciente para seguir viviendo. Vibraban como barra brava. Era de película.
Los animales corrían por la calle, los gatos volaban, un perro se arrastraba herido, unas ratas se lo querían comer al verlo desangrar, otras iban por los cristianos muertos. Había comida de sobra. Las gallinas gritaban, revoloteaban cuervos y palomas. Los runas vecinos se encerraron en sus casas, apagaron las luces y se tiraron al piso, debajo de las ventanas. Trataban de escapar a posi-
bles balas perdidas. Alguien le prendió fuego a los tanques de basura. Las llamas subían y el humo se hacía espeso.
El barrio era un caos. Era la imagen de un país que se había incendiado mucho antes. La basura como metáfora de la muerte perpetua del Ecuador. El fuego como expiación de los muertos que sobreviven en las calles. Ni luchas por la justicia, ni utopías, solo fuego reparador en medio de
la basura… Así empezó todo, así terminará todo. Por eso digo, el diluvio viene porque viene o el mundo se incendia.