Argentina y Brasil: política internacional a contramano
Paula Giménez y Matías Caciabue
En un momento crucial para América Latina, las políticas exteriores de Argentina y Brasil, bajo los liderazgos de Javier Milei y Luiz Inagio Lula da Silva, respectivamente, las dos principales economías de Sudamérica, delinean dos enfoques que contrastan en la arena internacional. En medio de un panorama internacional convulso, Brasil emerge como un actor destacado bajo la dirección del presidente Lula da Silva, quien ha sabido imprimir a la política exterior de su país un enfoque caracterizado por la defensa de los derechos humanos, la promoción de la paz y la búsqueda de la cooperación internacional.
La reciente condena del conflicto en la Franja de Gaza por parte del mandatario Lula da Silva refleja no solo una postura firme ante la violencia y el sufrimiento de la población civil, sino también un compromiso con la resolución pacífica de conflictos y la defensa de los principios fundamentales del derecho internacional. Sus llamamientos a un alto el fuego y su apoyo a la creación de un Estado Palestino han sido recibidos con elogios por aquellos que buscan una solución duradera a este conflicto de larga data.
Sin embargo, esta postura no ha estado exenta de controversia, como lo demuestra la declaración de persona non grata por parte de Israel hacia el líder regional. Esta medida, si bien refleja las tensiones diplomáticas generadas por las declaraciones del presidente brasileño, también pone de relieve la firmeza de Brasil en la defensa de sus principios, incluso frente a presiones externas.
Además de una crisis diplomática, las declaraciones del Presidente generaron alineamientos a favor y en contra en la región y mostraron, una vez más, la similitud de concepciones con países como Bolivia, Colombia, Venezuela, Cuba y los países del ALBA, quienes se pronunciaron en su apoyo.
La polémica se desató en medio del desarrollo, en Brasil, de la reunión de Cancilleres del G20, donde el gigante suramericano estrenó la presidencia y volvió a plantear, a través de su Canciller, Mauro Viera, la incapacidad de los grandes organismos multilaterales para resolver conflictos, la ampliación del Consejo de Seguridad de la ONU, el cuestionamiento del derecho a veto de EEUU y la reforma de organismos de crédito internacional.
En ese contexto, el Presidente obrero se reunió con Antony Blinken y, aunque no hubo conferencia de prensa posterior, ambas partes elogiaron los buenos términos de la relación. Como antesala, EEUU ya había expresado su rechazo a las declaraciones de Lula sobre Israel, sin embargo Blinken coincidió públicamente con él en la necesidad urgente de crear un Estado palestino.
Las relaciones entre Brasil y EEUU mejoraron sustancialmente cuando llegó Lula al poder, ya que, si bien el estrecho vínculo comercial que mantienen no se vió interrumpido durante el gobierno bolsonarista, los vínculos se enfriaron ante la divergencia de posturas en amplios temas y la manifiesta cercanía de Donald Trump con Bolsonaro.
Además, Brasil ha demostrado su compromiso con la cooperación Sur-Sur, particularmente con la Unión Africana, entidad que, por gestiones de Lula ha ingresado recientemente al bloque del G20. Esta presencia en escenarios globales refuerza la posición del país como un articulador, buscando establecer alianzas estratégicas con países de África, Asia y Medio Oriente. Esta estrategia, también ha permitido a Brasil diversificar sus relaciones internacionales y abrir nuevos mercados para sus productos y servicios, especialmente en sectores como la agricultura, la energía y la tecnología.
Todo esto con un marco de polarización interna que se vio cristalizado en la reciente movilización en apoyo a Jair Bolsonaro en San Pablo que ha puesto de manifiesto las profundas divisiones que existen en la sociedad brasileña y la compleja situación política que atraviesa el país. En un contexto marcado por las recientes acusaciones por parte del Tribunal Supremo Federal (TSF) al ex presidente por participar del intento de golpe de Estado y la polarización política, esta manifestación ha avivado el debate sobre el futuro de la democracia en Brasil.
La marcha de los simpatizantes bolsonaristas, que la prensa calificó como la más grande desde que asumió Lula en 2022, también alzó banderas israelíes y convocó la presencia del embajador de esa nación en Brasil. Al mismo tiempo un grupo de Diputados, encabezados por la ultraderechista Carla Zambelli, anunció que iniciaría un pedido de juicio político contra Lula, por sus declaraciones.
Por su parte desde su llegada al poder el 10 de diciembre de 2023, el presidente Javier Milei ha marcado un rumbo polémico en materia de política exterior, caracterizado por un enfoque enérgico hacia la defensa de la antipolítica, el anarco capitalismo, el libre mercado y la protección de la propiedad privada, ante cualquier cosa.
Sus recientes interacciones internacionales, como su encuentro con el expresidente Donald Trump en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) de febrero de 2024, han reflejado su avance en el establecimiento de alianzas con movimientos neoconservadores a nivel global. En estas reuniones, Milei ha reiterado su compromiso con el libre mercado y ha expresado su preocupación por el avance del “socialismo” en el mundo.
Ante la presencia de líderes conservadores como Nayib Bukele, Javier Milei, Nigel Farage, Santiago Abascal y Steve Bannon en la última edición de la mencionada Conferencia cabe destacar su lema “Donde el globalismo va a morir”.
Casi en paralelo se llevó adelante la visita del secretario de Estado norteamericano a la Argentina, Antony Blinken. Allí se discutieron temas claves en relación a garantizar la liberación del comercio y la explotación y entrega del litio y el agua dulce, ya comprometidos en la gira por Israel del presidente argentino.
Pero no se trata sólo de retomar las “relaciones carnales” por el país del norte, sino de un claro plan de entrega y privatización de las principales empresas estatales y los recursos estratégicos nacionales, mediante la apertura indiscriminada de inversiones extranjeras que condena a la Argentina a proveer materias primas -alimenticias y energéticas, principalmente- sin agregado de valor en origen.
Desde el inicio del mandato, la canciller Diana Mondino, quien acompañó a mediados de enero al presidente a la 54ª Reunión Anual del Foro Económico Mundial en Davos, ha tenido una abultada agenda de negociaciones para tal fin, con empresarios y autoridades de países como el Reino Unido, Singapur, Francia, Italia, República de Corea (del norte), India, Polonia, Uruguay, Japón, Australia, los Emiratos Árabes Unidos y el Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la UE, Josep Borrell.
Diversos funcionarios de cancillería argentina, con Mondino como principal portavoz, plantearon en cada oportunidad, el avance en el proceso de incorporación de Argentina a la OCDE como principal interés, solicitando el expreso apoyo de los países que hoy son parte del organismo. Está claro además, por comunicaciones oficiales, que la suspendida firma del Acuerdo Mercosur – UE, sigue siendo una prioridad para el Gobierno argentino, abriendo además el bloque a acuerdos con nuevos socios y buscando fortalecer la alianza con Uruguay en este sentido.
Un hecho no menor que pareciera escapar de las agendas mediáticas, es la definición del actual gobierno de Argentina como nicho global de startups tecnológicas, sin regulación estatal y bajo el modelo internacional imperante que conjuga la extrema financiarización con la digitalización de la economía “del conocimiento” y la destrucción de las relaciones contractuales y los derechos laborales.
Destacan, en este sentido, las conversaciones mantenidas con los CEO de las principales empresas tecnológicas de Israel: Aviad Eyal (Entrée Capital), Chen Amit (Tipalti), Assaf Heffetz (Snyk); Yair Amit (Skycure); Alon Gamzu (Roundforest); Danny Leshem (INT3); Yair Amit (Skycure); Gerardo Tyszberowicz (Tachles); y Gabriel Chocron (Conexion Israel), con quienes se acordó la necesidad de aumentar la cooperación en materia de innovación y productos tecnológicos.
Por su parte, el nuevo Presidente del Directorio del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Dr. Daniel Felipe Salamone, sostuvo encuentros con el Embajador de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) en Argentina, S.E. Saeed Abdulla Saif Joula Alqemzi, y el Presidente de la iniciativa emiratí “Emirates Tech & Invest”, Martín Gonzalo Bueno.
Estas reuniones tuvieron como objetivo avanzar en la creación de un consorcio tecnológico que involucre a expertos científicos del CONICET y a empresas públicas y privadas tanto argentinas como emiratíes. Tal consorcio estaría enfocado en desarrollar proyectos relacionados con la ciencia, la tecnología y la inteligencia artificial, de exportación.
Así, lo que en apariencia puede observarse como una desconexión progresiva del mundo, por el rechazo al ingreso al potente BRICS y el desdén oficial por mecanismos como la CELAC o la UNASUR, a poco rascar, se encuentra que en lugar de abonar a la política internacional de cooperación sur-sur, el gobierno argentino ha marcado rápidamente una agenda de prioridades en otro sentido y con otra perspectiva, alejada del crecimiento económico con distribución y el aprovechamiento soberano de las riquezas nacionales.
El juego está abierto y la divergencia de proyecciones internacionales de Argentina y Brasil es clara. El resultado de las próximas elecciones presidenciales norteamericanas inclinará la balanza a favor del neoconservadurismo liderado por el magnate republicano y con ello, se fortalecerá la estrategia de Javier Milei o, por el contrario, será el camino de Lula el que se afiance, con el multilateralismo como horizonte estratégico.
*Giménez es Licenciada en Psicología y Magister en Seguridad y Defensa de la Nación y en Seguridad Internacional y Estudios Estratégicos. Caciabue es Licenciado en Ciencia Política y Secretario General de la Universidad de la Defensa Nacional UNDEF en Argentina. Ambos son investigadores del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).