La derecha venezolana y EEUU, acorralados
Henry Pacheco |
¿Repetir el error de la ‘experiencia Guaidó’ o transar con otro candidato en lugar de Corina?.
Hay que acotar que Washington nos ha sometido a un infinito de sanciones, tales como el bloqueo comercial, sin poder importar insumos alimentario para el consumo del país, robo descarado de nuestros recurso monetario en el exterior, robo de nuestras empresa en el exterior, barcos, aviones, propiedades.
Robo en contra del pueblo venezolano tratando de crear una revuelta nacional para defenestrar al presidente Maduro y el pueblo ahí al pies del canon, resistiendo, si resistiendo pero con una moral revolucionaria socialista no entreguista.
De la misma creadora de la frase “esto es hasta el final”, llega el nuevo problema: “no puede haber elecciones sin mí”. Se trata de la líder venezolana de extrema derecha María Corina Machado, quien ha sido una de las mayores exponentes de la convocatoria al abstencionismo y la intervención extranjera y quien ganó las primarias opositoras en octubre pasado, consiguiendo poco más del 10 % del padrón electoral.
En esta ocasión ha tomado el camino electoral, aunque parece que ya es muy tarde. Su inhabilitación venía siendo un hecho pregonado, pero a finales de enero, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) lo confirmó.
Al acercarnos al evento comicial y con fuertes rumores de que el Consejo Nacional Electoral escogerá una fecha relativamente cercana, la derecha necesita poner en ejecución un ‘Plan B’, que implique la sustitución de Machado, lo que ya ha sido requerido por varios actores de su ala moderada, pero aún no cuenta con la venia de Washington. (quien decide el candidato o la candidata es Washington).
Como ya sucedió en 2018, casi todos los países de Occidente presionaron para que la derecha convocara al abstencionismo electoral y tomara el rumbo insurreccional y violento, algo que cristalizó en 2019, cuando reconocieron el autogobierno paralelo del títere Juan Guaidó, que culminó en una situación de Cantinfla que debería apenar al liderazgo de los “países desarrollados”.
Las próximas semanas podremos constatar si la derecha internacional aprendió de su error, o si lo van a cometer nuevamente, pero lo que proponen hasta ahora para enfrentar la coyuntura electoral de 2024, parece ser un camino similar al de entonces. El problema “hasta el final” de Machado, puede equipararse al del “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres” con el que el experimento Guaidó intentó, infructuosamente, derrocar al actual gobierno.
Del mismo método, podría esperarse el mismo resultado.
Al menos la forma como Biden ha respondido a la decisión del TSJ de inhabilitar a Machado, retomando la política de sanciones diseñada por Trump, y dejando en vilo la participación opositora en el evento electoral, hace recordarnos la estrategia insurreccional con resultados consabidos.
Washington, además, está sumando una nueva variante de peso, debido a que la otra respuesta a la decisión del TSJ fue la de amenazar la apertura de un teatro de operaciones bélicas con Guyana. (que la abran)
Se reabre el escenario de Guyana
Para echar un poco de leña al fuego, el Gobierno de EE.UU. no solo ha respondido retomando las sanciones, sino que también ha reabierto el escenario de conflicto militar desde Guyana.
El viceasesor de Seguridad Nacional, Jon Finer, y Juan González, consejero principal de la Casa Blanca en temas de América Latina, blandieron el garrote en Georgetown el fin de semana pasado, prometiendo aviones, radares, helicópteros y drones militares al Gobierno de Guyana para hacer frente a las reclamaciones de Venezuela sobre el Esequibo, lo que se parece mucho a la típica escalada belicista de EE.UU.
Nota, Juan González le pidieron la renuncia por que no pudo doblegar a Venezuela a su capricho imperial.
No hay que olvidar que el próximo mes de abril, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) deberá definir la controversia entre Guyana y Venezuela por el territorio esequibo, una instancia que Caracas no reconoce como vinculante.
Esta forma de presión por la vía de involucrar a Guyana en un conflicto contra Venezuela, sin embargo, puede parecer temeraria y hasta poco creíble, en tanto la desestabilización de la región sur-este del Caribe empaña las pretensiones de EE.UU. y Europa de obtener una fuente importante de abastecimiento de combustible.
Washington pide la intervención de Petro
Quizá por ello, la visita el lunes de ambos funcionarios estadounidenses al presidente Gustavo Petro para pedir su mediación con Venezuela, puede ser vista o bien como “la zanahoria” que le falta al menú, o como un deslizamiento de la estrategia de la Casa Blanca, nuevamente hacia el diálogo, con el fin de salvar el Acuerdo de Barbados.
El lunes, en Bogotá, Finer y González se perfilaron más comedidos que en Georgetown. Piden la intervención del presidente colombiano como “puente” para “construir el diálogo no solo entre la derecha y el chavismo, sino francamente, entre nosotros y Venezuela”, según palabras del segundo.
La frase de González en su encuentro con Petro, “nos importa es el proceso, no el candidato”, ha generado más suspicacias aún.
Algunos sectores políticos, tanto de derecha y gobierno, estiman que con este acercamiento a Petro se evidencia que la Casa Blanca estaría dispuesta a ceder posiciones. Oscar Schémel, un analista político cercano al Gobierno venezolano, dice que EEUU estaría inclinado a “sacrificar” a Machado para poder seguir desarrollando los planes petroleros con Venezuela.
El escenario de sustituir a María Corina, como se le conoce popularmente, se ha planteado en varios sectores internos de la Plataforma Unitaria, organización que la escogió como abanderada en sus primarias. Sin embargo, esta coalición de partidos no cuenta con mecanismos definidos ni con la cohesión necesaria para designar a otro candidato. Tampoco con la “luz verde” de Washington, al menos aún.
Por lo tanto, la derecha, de no generar un viraje radical, está destinada a repetir el error de 2018, en el que no se presentaron al evento electoral y cantaron fraude a pesar de su inasistencia.
En Venezuela se sabe de sobra que hay líderes de peso en la derecha que aspiran la presidencia, pero que les cuesta mucho emprender una candidatura sin el reconocimiento de la Casa Blanca. (borregos o esperando dólares de la campaña).
Por ahora, entre las visitas de los altos funcionarios estadounidenses a Guyana y a Colombia, no termina de quedar claro cuál será la posición definitiva de EEUU en torno al reconocimiento del evento presidencial en Venezuela y si definitivamente consentirán la selección de otro candidato. Aunque no tengan capacidad de consentir nada.
Por su parte, los actores gubernamentales pisan el acelerador y plantean hacer una convocatoria electoral más cercana de lo esperado, lo que achicaría el margen de maniobra para la derecha y pone toda la presión en torno a los soportes internos y externos de Machado, quienes deberán decidir si repiten el escenario abstencionista o si acceden a pasar el testigo a otro líder opositor.
Mientras tanto, el tiempo avanza y las presidenciales se aproximan.