¿Qué conseguiría Putin con la muerte de Prigozhin?

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Anatol Lieven y George Beebe

Si la muerte del jefe de Wagner, Yevgeny Prigozhin, y de varios altos mandos de su grupo mercenario en un aparatoso accidente aéreo el miércoles pasado fue realmente deliberada y dirigida por Vladimir Putin, podría decirse que el presidente ruso ha restaurado su autoridad con los métodos del Michael Corleone en El padrino.En los meses previos al motín de Wagner, el fracaso de Putin a la hora de suprimir la disputa pública cada vez más enconada entre Prigozhin y el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, estaba empezando a debilitar su imagen como líder decisivo dentro de la élite rusa. Hoy en día, son pocos los que dudarán en Rusia de la capacidad de Putin para ser decisivamente despiadado, digan lo que digan sobre su moral.Retrato del jefe del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, en un altar improvisado en Moscú.El asunto Wagner supuso una grave ruptura de la estrategia de gestión de las élites por parte de Putin. Lejos de ser el autócrata estalinista que a menudo se describe en Occidente, Putin ha obrado por lo general más como firme presidente de un consejo de administración en disputa, manteniendo su propia posición mediante el equilibrio de una facción de la élite contra otra. De este modo evitaba que un individuo o un grupo se convirtiera en demasiado dominante, y también que sus disputas salieran a la luz pública y amenazaran la imagen y estabilidad de su régimen.

Si en un determinado caso Putin decidía a favor de un bando, los perdedores no acababan destruidos, sino que se les mantenía en reserva mientras se les compensaba con puestos menores, y al fin y al cabo, si no puedes ser director de Gazprom, un puesto de director en Rosneft no es mal premio de consolación. Sin embargo, esto sólo era así mientras permanecieran públicamente leales y deferentes hacia Putin y no permitieran que su descontento se hiciera público.

Putin habló sobre el líder del grupo Wagner y dijo que era un "hombre que cometió serios errores” - LA NACIONTal como demostró Putin en el caso del antiguo “oligarca” Mijaíl Jodorkovski, cualquier figura de la élite que surgiera como posible rival independiente del propio Putin acabaría eliminada de un modo u otro. El curso exacto de los acontecimientos que condujeron a la muerte de Prigozhin no está claro y probablemente no lo estará nunca. No se ha presentado ninguna prueba que apunte a un acto deliberado de asesinato por parte del Kremlin o del servicio de seguridad ruso. A última hora del jueves, aún se desconocen las causas del accidente.

Sólo podemos especular por qué podría querer Putin tomar este rumbo. Tal vez consideraba el acuerdo por el que Prigozhin fue indultado como una humillación que debilitaba su propia imagen. Tal vez Prigozhin rompió los términos del acuerdo al regresar a Rusia, en lugar de quedarse tranquilamente en Bielorrusia.

Esta combinación de autoridad y flexibilidad por parte de Putin ha sido bien recibida por las élites rusas. Una característica clave de la política rusa de la última generación ha sido la profunda desconfianza de las élites en su propia capacidad para gestionar y limitar sus diferencias sin Putin o una figura como él que las mantenga en orden.

Temen que si se le substituye o debilita gravemente, salgan a la luz sus rivalidades y destruyan todo el orden estatal del que dependen su propia posición y fortuna. Sin duda, muchos miembros de la élite lamentarán que se haya llegado al punto de tener que asesinar a Prigozhin, y se escandalizarán por la naturaleza descarada del acto, si se confirma. Pocos, sin embargo, lamentarán el consiguiente fortalecimiento del poder gubernamental.

En cuanto al futuro de Wagner (o cualquier nombre nuevo que le dé el Kremlin), la intención de Putin es claramente que siga actuando como apoderado de Rusia en África, Siria y posiblemente (aunque esto es menos seguro) en Bielorrusia. Hace sólo dos días, el viceministro de Defensa ruso se reunió en Libia con Khalifa Haftar, un señor de la guerra rebelde, señal de que el Kremlin ya estaba tratando de asegurarse a los clientes de Wagner en África que el apoyo ruso no disminuirá. Pero es casi seguro que, en adelante, Wagner estará sometida a un control estatal ruso mucho más estricto, ejercido probablemente poniendo a alguien leal a Putin al timón y con una estrecha supervisión de sus operaciones.

Del mismo modo, es poco probable que el violento final de los principales líderes de Wagner tenga mucha repercusión en la guerra de Ucrania. La mayoría de los combatientes de base del grupo mercenario han firmado contratos con el ejército ruso regular.

Aunque Rusia dependía en gran medida de la mano de obra y la destreza en combate de Wagner en 2022, una vez que Moscú completó su movilización militar parcial desde finales del año pasado y llevó decenas de miles de fuerzas frescas a Ucrania, Wagner pasó a ser mucho menos importante para el esfuerzo bélico de Rusia. Putin se contentó con explotar a los combatientes de Wagner y su experiencia en combate urbano durante la sangrienta batalla por Bajmut, pero el ejército ruso está ahora bien situado para proseguir su estrategia de desgaste en Ucrania sin necesidad del apoyo de Wagner.

Grupo Wagner: Prigozhin, el fiel de Putin que conquistó Bajmut a costa de miles de sus mercenarios | Internacional | EL PAÍSLa desaparición de Prigozhin echa por tierra las esperanzas de que el gobierno de Putin -y, por extensión, el esfuerzo bélico de Rusia en Ucrania- pueda verse pronto socavado por la agitación interna. Por el momento, cualquier suposición de que Putin ordenase matar a Prigozhin desalentará a los posibles aspirantes a desafiar políticamente al Kremlin. Junto con la reciente destitución del general Surovikin (considerado simpatizante de Prigozhin) como jefe de las Fuerzas Aeroespaciales rusas, y la detención de Igor Strelkov, un nacionalista crítico de línea dura, el Kremlin ha enviado contundentes señales a la inquieta derecha política rusa de que no se tolerará la oposición al Estado.

Sin embargo, el capítulo final de esta historia aún está por escribir. Aunque Putin ha superado el frustrado desafío de Wagner, su destino político a largo plazo dista mucho de estar asegurado. Y hay un factor que pesa más que todos los demás a la hora de determinar ese futuro: el curso todavía muy incierto de la guerra en Ucrania.

 

*Lieven es periodista y analista británico de asuntos internacionales, es profesor visitante del King´s College, de Londres, miembro del Quincy Institute for Responsible Statecraft. Beebe es
director de asuntos estratégicos del Quincy Institute, trabajó para el gobierno norteamericano durante más de dos décadas como analista de inteligencia, diplomático, asesor político y especialista en Rusia