Colombia: las protestas de las “gentes de bien”

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Alejandro Quintero Galeano

El pasado martes 20 de junio varias de las ciudades más importantes de Colombia vieron en sus calles miles de ciudadanos pertenecientes a las clases altas y media altas, los denominados “ciudadanos de bien”, identificados por su camisa blanca, blue jean, sombrero o gorra, otros con camiseta de la selección y banderas del país, o algunos con la camisa con el logo de las empresas donde laboran.

Dentro de los reportes presentados en los noticieros corporativos era claro el afán por presentarlas de forma grandilocuente, mientras que los medios alternativos enfatizaron en tres elementos que las caracterizaron: la alta irascibilidad y el odio al Presidente, la Vicepresidente y los miembros del gobierno; el gran desconocimiento de las reformas presentadas y la manipulación en muchos de los marchantes tanto por sus patronos, como por los medios corporativos que utilizaron los grandes escándalos de las chuzadas ilegales, elaboradas por la propia Fiscalía uribista de Barbosa.

Asimismo, las declaraciones de Benedetti; la manipulación de la información por la revista Semana a través de su periodista Vicky Dávila sobre el supuesto “asesinato” del coronel Dávila; así como, el informante fantasma quien habría sido “testigo” de que los dineros en la casa de Laura Sarabia eran del presidente Petro, “cinco maletas con tres mil millones pesos”, información ni contrastada ni validada, sacada a la luz pública desde el maletín mágico, sin el más mínimo rigor ni ética periodística, obviamente una construcción con la intención de causar daño.

El esquema ya había sido utilizado por esos mismos sectores desde la campaña por el No al plebiscito por la paz, el 2 de octubre del 2016; había que manipular a la gente para que “salieran verracos”, como lo confesaron públicamente. Ese papel lo cumplieron a cabalidad los medios corporativos: Semana, La FM, RCN, Caracol, El Tiempo, El Colombiano, otros diarios regionales, además de portales como La Silla Vacía, la Fiscalía de Barbosa -que actúa como jefe de la oposición-, la procuradora Cabello, etc., es decir, las instituciones estatales en poder de las élites que representan el viejo y corrupto establecimiento. Desafortunadamente, no son pocos los incautos de los otros estratos sociales (clase social trabajadora) que han caído en la trampa.

Marchamos contra nosotros mismos

El panorama es paradójico y macondiano. Por supuesto que las “gentes de bien”, que son la minoría adinerada en el país, salieron a protestar por las reformas sociales en contra de sus intereses económicos de clase; además, protestan por su dogmatismo conservador, su condición patriarcal, racista, homofóbica y aporofóbica; con su creencia de que el país les pertenece a ellos, no a los otros; que los derechos son para ellos, no para los otros; que su visión es la correcta, no la de esos otros.

Pero, sobre todo, sorprende la aprobación de la protesta en sectores de clase media y baja, quienes, manipulados y alienados, fruto del desconocimiento, llevados por la irracionalidad y las emociones negativas creadas, protestan contra su propio beneficio: un mejor sistema de salud con mejor asequibilidad; una reforma laboral en pro de los derechos del trabajador, de su formalización laboral con la recuperación de su seguridad social, horas extras, valor de dominicales, nocturnos y festivos; y en materia de pensiones, una mayor cobertura para toda la población, en especial, para los sectores más desfavorecidos.

Paradójico que quienes no tienen trabajo formal, salud, pensiones, marchen o aprueben las marchas contra las reformas que buscan subsanar esos males; los propios males que padecen y que tuvieron su origen en las élites en el poder durante los últimos 30 años, quienes fueron los que les quitaron esos beneficios y se han enriquecido a costa de su inseguridad laboral, el mal servicio de salud y la apropiación de sus dineros con los fondos de pensiones privados; es decir, las víctimas respaldando a sus verdugos, marchando a su lado, defendiendo un interés que no es el de su clase.

Carlos Gaviria Díaz en su excelente texto Fundamentos Éticos de la Democracia (1), nos aclara esta situación cuando expone, basado en Rousseau, la diferencia entre interés particular e interés común, la voluntad mayoritaria y la voluntad general.

Todos los seres humanos estamos movidos por intereses (interés particular); en muchas ocasiones esos intereses se hacen colectivos formando el interés común o general (por ejemplo: mejor educación, mejor salud, mejor trabajo, etc.); cuando estos intereses se traducen en política para determinar el rumbo de una sociedad, pueden predominar los intereses comunes que formarían una voluntad general de la mayoría de la sociedad, o los particulares de grupos de individuos minoritarios sobre la mayoría, formando la voluntad mayoritaria, esta última generalmente triunfante por mecanismos de manipulación.

“Una voluntad mayoritaria no será la voluntad general. ¿Cómo se estructura, entonces, la voluntad general? Hago énfasis en esto porque la política actual es una prueba palmaria de manipulación. Se manipula la gente y la conciencia de la gente y se apela a la propaganda que entre nosotros ha sustituido el debate ideológico. Los candidatos no tienen que afinar sus propuestas sino hacerse a los servicios de un especialista en estrategia política. Y digámoslo claramente: es propaganda sucia si calumnia a sus adversarios y presenta las cosas de la manera más deformada posible en beneficio de la persona a quien le presta sus servicios; y eso es lo que triunfa.

Cuanto más sucia más eficaz… Ahora, recurramos a un ejemplo. En este caso se trata de repartir tierras y yo soy un terrateniente. Naturalmente mi interés no radica en que me quiten mi tierra sino en incrementarla. Supongamos que alguno de los aquí presentes es un terrateniente a quien le digo lo siguiente: ‘Mire. Para que no nos quiten nuestra tierra hagamos una cosa. Reunamos gente que esté de acuerdo con nosotros y fundemos un partido político. A ese partido no lo podemos llamar Partido de los terratenientes porque se descubrirían nuestros propósitos, sino que apelando a un truco muy conocido lo vamos a llamar Partido de la justicia agraria’.

Ese partido, obviamente, no estará interesado en que ustedes, que necesitan tierra, tengan acceso a ella pero sí en que mi copartidario y yo incrementemos nuestra tierra. Sin embargo, lo vamos a hacer muy atractivo para todos haciendo falsas promesas por una parte y por la otra comprando votos, sobornando: ‘si usted vota por mí le voy a dar parte de mi finca para que la cultive’. De esa manera es posible que nosotros triunfemos, pero la volulntad que ha salido victoriosa en este ejemplo es una voluntad que, si bien es mayoritaria, representa un interés particular y no una voluntad general que representaría un interés común. ¿Por qué ha triunfado? Por la estrategia manipuladora”.

Es claro, como también lo cita el maestro Carlos Gaviria, que para no caer en esta manipulación y superar la alienación resultante, se requiere de una educación con calidad, basada en un pensamiento crítico, que incentive la autonomía, que permita la contrastación y el análisis a profundidad, donde se tengan en cuenta los diferentes contextos históricos, políticos, económicos y sociales; que esté en contravía del pensamiento único, dogmático, del predominio de lo emocional individual; además, que los medios de comunicación corporativos (cuarto poder), las iglesias, la familia y la escuela (con excepciones), han funcionado como mecanismos reproductores de posiciones conservadoras y dogmáticas en los individuos de nuestra sociedad, llevándolos a ser de una cultura poco racional, anticientífica (idealista), temerosa a lo diferente, individualista, resistente al cambio; esta ideología construida desde esas élites, que han manejado nuestro país durante más de doscientos años.

Es la causante del amor de muchos a su “auto explotación”, a su enajenación.n la actualidad, no es de amor ni de individualismos o buenas intenciones de concertación por las élites, como hipócritamente lo expresan Bruce Mac Master, presidente de la ANDI; Jaime Alberto Cabal, presidente de Fenalco, entre otros, o como lo demuestra la parálisis del trámite de las reformas por el ausentismo legislativo de sus representantes; es de confrontación de intereses de clase y su resolución es colectiva. Solo el pueblo consciente y unificado, con un trabajo colectivo, podrá lograr los cambios para las mayorías, dando paso a la voluntad general y no a la manipulación mayoritaria.

Como lo expresa Julio César Carrión Castro en su texto Las confusiones del amor y la verdad: “En sus ‘Notas sobre Maquiavelo’ Antonio Gramsci nos precisa que la política se refiere a las relaciones de fuerza que se dan entre las clases sociales o fragmentos de estas y sus opciones y propuestas sobre la relación gobernantes, gobernados; que la lucha política no puede reducirse a las simples relaciones interpersonales, a las posturas de amor o desamor. Que debemos entender que ‘el príncipe moderno, el mito príncipe, no puede ser una persona real, un individuo concreto; sólo puede ser un organismo, un elemento de sociedad complejo en el cual comience a concretarse una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la acción’” (2).

Notas

  1. https://revistas.usb.edu.co/index.php/CienciasHumanas/article/view/1778/1538
  2. https://viva.org.co/cajavirtual/svc0828/articulo08.html

*Médico obstetra. Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia. Publicado en Cronicón