España: La izquierda se devora a sí misma. Ahora ¿qué?

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Juan Torres López

Los resultados electorales del domingo pasado en España representan una derrota sin paliativos de las izquierdas que creo se pueden explicar por cuatro factores a tener muy en cuenta si se quiere que las generales recién convocadas de un vuelco y permitan renovar un gobierno progresista.

El primero de ellos es el acierto del PP. Sus dirigentes se han limitado a asegurar la permanencia de su electorado tradicional y que el de Ciudadanos se fuera a su cesta de votos. Para ello, han centrado la campaña en un discurso muy elemental y conocido: Pedro Sánchez sólo ha buscado y busca mantenerse en el poder por cualquier medio, para ello se ha aliado con quienes desean destruir España y con los herederos de ETA en particular, y ha formado un gobierno dividido internamente que destruye España. Gracias a ello, el Partido Popular ha obtenido 1,89 millones de votos municipales más que en 2019, es decir, no sólo los 1,69 millones que ha perdido Ciudadanos, sino otros 200.000 añadidos que habrá quitado a PSOE, o incluso a Vox, gracias a la radicalización de su discurso.

El segundo factor es que la estrategia del PSOE (centrar la campaña en Pedro Sánchez con relatos y propuestas de alcance nacional) no ha podido ser muy buena, pues ha obtenido 407.000 votos menos que en 2019. Los dirigentes que han perdido alcaldías o que han recogido menos votos de los esperados coinciden en que eso explica su derrota. Pero no creo que eso sea

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño y la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz

achacable tan solo a la decisión de su líder. El problema, a mi juicio, es que el PSOE está siendo en los últimos años un partido sin norte, sin proyecto y con una militancia y organización de base (su gran valor y la fuente de sus grandes éxitos electorales) desanimada, desmovilizada e incapaz de hacer política al lado de la gente.

El PSOE, como otros partidos de izquierdas, se ha convertido en una organización cesarista, en donde ya no hay apenas debate y en donde la estrategia se determina al margen de los órganos del Partido y, por supuesto, de la militancia. El partido socialista, como las izquierdas en general, lleva muchos años sin ser uña y carne de la gente de los barrios, sin vivir en el día a día sus problemas y sin construir de su mano la esperanza en un futuro diferente. Y eso se paga con paralización, lejanía y desafecto; y con menos votos.

Por añadidura, el PSOE sigue siendo lamentablemente incapaz de deshacerse de unos pocos oportunistas que suponen, sin embargo, un lastre insoportable para la inmensa mayoría comprometida y honesta de su militancia.

El tercer factor que a mi juicio explica los resultados electorales es la irresponsabilidad histórica de los dirigentes de las organizaciones a la izquierda del PSOE. Es una irresponsabilidad la desunión con la que se ha acudido a estas elecciones municipales y autonómicas porque se sabía perfectamente que esa división iba a impedir que, en un número muy elevado de municipios y comunidades, la izquierda del PSOE fuese la tercera fuerza o que, directamente, se superase la barrera del 5% que la ley electoral establece para obtener concejalías.

Es una irresponsabilidad histórica porque la alternativa a los gobiernos de centro izquierda es una derecha que se radicaliza constantemente llevada de la mano de los grandes grupos financieros y empresariales Vox - Infobaeque la financian y a quienes la democracia ya les viene grande porque sus negocios son cada día más incompatibles con la transparencia, la competencia, las preferencias ciudadanas y los derechos humanos. Y lo más grave de esta irresponsabilidad es que no basta con acudir a las elecciones en las mismas candidaturas. Es necesario ir unidos que no es exactamente lo mismo. La experiencia ha mostrado hasta la saciedad que no basta con sumar siglas ni juntarse mientras unos ponen verdes a los otros. Y la realidad es que ni siquiera se han dado tregua en las elecciones.

¿A quién le gusta salir de copas o irse a cenar con una pareja que no para de discutir y se ataca constantemente? A nadie en su sano juicio, y eso mismo es lo que le pasa a la gente corriente cuando ve a las izquierdas dedicadas sin parar a criticarse y hacerse zancadillas, a pelearse y condenar a los demás sin descanso. Cuesta decirlo, pero esa irresponsabilidad que ha implicado dejar en manos de la derecha cada día más extrema a cientos de municipios y casi todas las autonomías provocará el dolor de millones de personas, el sufrimiento y malestar de los españoles más desfavorecidos. No vale criticar tanto las maldades del capitalismo y luego actuar de modo que se facilite la llegada a los gobiernos de quien lo lleva a sus últimos extremos y con menos escrúpulos.

Finalmente, hay un factor, concomitante con los dos anteriores, que a mi juicio también explica la derrota de la izquierda y que es achacable (no estoy seguro de en qué proporción) a los socios que conforman el gobierno.