El gris regreso de Bolsonaro, las joyas apropiadas y un futuro incierto
Juraima Almeida
En su retorno a Brasil después de 89 días en Estados Unidos, Jair Bolsonaro enfrentó una situación inédita: se vio obligado a pasar por los controles aduaneros, burlados frecuentemente por él y sus subordinados cuando era jefe de Estado. Desde Orlando, ciudad próxima a Disneylandia, imaginó un retorno cinematográfico, con una multitud de seguidores aclamándolo, como ocurrió en Brasilia en setiembre de 2022 durante su incitación al golpe del Estado celebrado por decenas de miles de acólitos.
Apenas una centena de simpatizantes con banderas nacionales aguardó a su líder en el aeropuerto donde se lo aclamó como “mito” y hubo insultos contra el “ladrón” Lula. Pero más allá del poco impacto de su retorno, desde el gobierno y el oficialista Partido de los Trabajadores (PT)T nadie da por muerto a un dirigente que obtuvo 58 millones de votos en las elecciones del 30 de octubre vencidos por Lula por estrecho margen.
En los casi tres meses en que estuvo en EEUU, Bolsonaro participó en algunas reuniones de partidos y agrupaciones de extrema derecha y tuvo un único y rápido encuentro con su principal inspirador, el ex presidente Donald Trump, pero su llegada a Brasilia fue cubierta por los principales medios nacionales y seguida con atención por la prensa mundial.
Según políticos y analistas, dos factores merecen atención en el regreso de Bolsonaro al país. El primero, la muy escasa repercusión de su llegada. Se especulaba con desfiles en motocicleta, como los que caracterizaron su mandato presidencial, y otro tipo de manifestación de seguidores, pero no hubo nada.
El segundo aspecto se refiere a los problemas que el ultraderechista enfrenta con la justicia electoral y la justicia ordinaria; en el Tribunal Superior Electoral hay nada menos que 16 denuncias por sus actos de campaña del año pasado y por sus afirmaciones infundadas de que el sistema de voto electrónico era vulnerable al fraude.
Abogados y juristas aseguran que son muy altas las posibilidades de que Bolsonaro sea formalmente declarado inelegible, lo que impediría su postulación a cualquier puesto electoral en los próximos ocho años, pero no veta su influencia.
Bolsonaro regresó con la idea de liderar una oposición a Lula que promete será dura y sin concesiones y sugiere que será nuevamente candidato en 2026. Este no fue un mensaje para el gobierno sino para referentes como el ex juez Sergio Moro y el gobernador de Minas Gerais, Romeu Zema, que esperaban postularse en las próximas presidenciales.
En sus primeras declaraciones, realizadas ante dirigentes del Partido Liberal, reveló que uno de sus ejes será la seguridad y posiblemente, asociar al gobierno con la organización delictiva Primer Comando de la Capital (PCC).
Las escasas declaraciones de Bolsonaro en su llegada fueron dirigidas a Lula. “Ahora la pelota está de su lado, hay que mostrar que Lula estará poco tiempo en el poder, el no va a hacer el bien para el futuro de la nación”, advirtió.
Otro de los objetivos del ex presidente y su equipo es quedarse con el 60 por ciento de las intendencias del país en las elecciones municipales del año que viene, lo que le daría una capilaridad fuerte para encarar las presidenciales dos años después.
Pero Jair Bolsonaro tendrá que hacer frente a causas judiciales vinculadas con la toma de Brasilia del 8 de enero y la supuesta compra ilegal de joyas de Arabia Saudita, ambas podrían derivar en la inhabilitación para ser candidato, algo que en su equipo pretenden usar a su favor.
Las joyas
Bolsonaro se vio obligado a pasar por los controles aduaneros, porque la Policía Federal (PF) insiste en que se apropió de alhajas valuadas en unos 3,5 millones de dólares, las que debieron ser devueltas al Estado una vez finalizado su mandato. Fue violando las requisas legales que militares a su servicio ingresaron clandestinamente joyas obsequiadas por la dictadura de Arabia Saudita.
Por ese presunto delito será indagado la semana que viene, junto a sus ex ayudantes de órdenes, el teniente coronel Mauro Barbosa Cid y otros miembros de las Fuerzas Armadas.
Jair Bolsonaro figura como epicentro de un escándalo al enfrentar una investigación por importar ilegalmente estas joyas, que estaban en la mochila del militar Marcos André Soeiro, asesor del entonces ministro de Minas y Energía Bento Albuquerque, quien el octubre de 2021 estuvo en Oriente Medio en comitiva oficial y representó a Bolsonaro en la cumbre titulada Iniciativa Verde de Oriente Medio.
Las piezas fueron descubiertas por fiscales de aduana del aeropuerto internacional de Guarulhos, en Sao Paulo, cuando Soeiro intentó ingresar a territorio nacional sin declararlas, incumpliendo la legislación. El senador oficialista Humberto Costa está interesado en saber si los presentes lujosos fueron una recompensa -más bien un soborno- por la refinería de petróleo vendida a un fondo de inversión árabe a 1.800 millones de dólares, siendo que su precio de mercado era de tres mil millones.
La prensa local destapó que se indaga sobre los nexos con la venta de una refinería de petróleo en el noreste de Brasil al fondo de inversión soberano de los Emiratos Árabes Unidos Mubadala.
El collar, los pendientes, el anillo y el reloj de la famosa y cara marca suiza Chopard, después de pasar más de un año en poder de la aduana, serían ofrecidos en subasta tras su decomiso por evasión de impuestos. Esta decisión, sin embargo, fue suspendida porque los costosos atavíos pasaron a ser enmarcados como prueba de posibles crímenes, entre ellos desvío, peculado y lavado de dinero.
En imágenes de videos de vigilancia, divulgadas por la televisión brasileña, el exministro aseguró que los aderezos de lujo estaban destinados a la otrora primera dama Michelle Bolsonaro. Bruno Dantas, titular del Tribunal de Cuentas (que supervisa las arcas del Estado), aclaró que la ley establece que los funcionarios públicos solo pueden quedarse con presentes que sean muy personales y de mínimo importe financiero.
Pese a maniobras para evadir responsabilidades, Bolsonaro está siendo investigado por los órganos policiales al procurar violar trámites tributarios en Brasil, al recibir joyas en su mandato, como regalos del gobierno de Arabia Saudita. La administración de Bolsonaro pretendió, al menos ocho veces, persuadir a los inspectores de aduanas para que liberaran las prendas, con una última gestión el penúltimo día de mandato.
«En mi evaluación, aseguró el abogado, con el avance de las investigaciones, la tendencia es que quede comprobada la participación delictiva de Bolsonaro».
Además, remarcó, «esa situación generó un enorme desgaste en la opinión pública brasileña y demuestra el real carácter del político ultraderechista, quien además de ese potencial crimen, enfrenta otras investigaciones».
*Investigadora brasileña, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)