Una guerra telenovelada

dos mujeres dentro de una casa, en Kharkov, Ucrania. (Xinhua/Diego Herrera)
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Maryclén Stelling | 

Ya analizamos la crisis de Ucrania en tanto guerra comunicativa, al servicio de intereses geopolíticos específicos. En esta ocasión, en la misma línea analítica, abordamos la “telenovelización” de la guerra, a la cual asistimos pasivamente en calidad de audiencia. Proceso donde la comunicación política se funde y confunde con la narración de historias y la construcción de relatos.

Desde esa perspectiva,  se imponen formas narrativas melodramáticas, personalizadas, que le colocan nombre y dan rostro a la noticia… Contexto informativo donde hay buenos, malos y héroes; dramas, pérdidas materiales y humanas; dolor, sufrimiento y pasión. Políticos, buenos o malos de acuerdo al bando donde se ubica el periodista-narrador. Quien, en calidad de “gran sacerdote del nuevo discurso”, hurga historias y biografías, sermonea, exorciza, confiesa y absuelve. Desde esa posición comunicacional-bélico-religiosa, en tanto narrador relata el proceso de transformación y redefinición de un nuevo equilibrio del poder mundial. Así, de acuerdo al bando desde donde informan, devienen en héroes o villanos mediáticos.

En cuanto audiencia, se nos pone en situación de escoger un bando, héroes y heroínas, villanos y villanas, victimarios y víctimas e igualmente periodistas buenos y malos. Suerte de construcción de un melodrama bélico sometido a una plantilla de telenovelización de la guerra.  Tratamiento mediático que, en casos extremos, transforma los eventos políticos o geopolíticos en verdaderos culebrones o melodramas bélicos.

Pasivamente entramos al mundo del espectáculo político o más bien de la espectacularización de la política, suerte de fusión entre información y entretenimiento, que se rige por sus propias leyes. En el tratamiento de la información destaca el incremento del peso de la espectacularización, el uso y abuso de nuevas narrativas y estéticas sustentadas en el protagonismo de las emociones. Se fortalece una tendencia mediática predominantemente audiovisual en detrimento de la escrita,  que arrastra inexorablemente a la simplificación del discurso político.

En el tratamiento de la guerra ruso-ucraniana es obligante evitar narrativas y estéticas basadas en el peso de las emociones que conducen a melodramas bélicos.