Disonancias en el Mercosur
Francis Newton|
La celebración de los 30 años del nacimiento del Mercosur, fueron el inicio de una serie de disonancias, en el seno del mismo. La arremetida del presidente de la República Oriental del Uruguay, Luis Lacalle Pou, reclamando la flexibilidad, fue motivo de fuertes enfrentamientos con su par de la Argentina, haciendo temer por la vigencia del Acuerdo.
Dando su apoyo a los reclamos de Uruguay, pero no asumiéndolos para su país, el Ministro de Economía de Brasil, el economista Paulo Guedes, reclamó la modernización del Arancel Externo Común, exigiendo una rebaja sustancial del nivel arancelario del mismo, cercana al 50%.
Una vez presentadas ambas demandas se produjo, en principio, un alineamiento entre los mandatarios de Brasil y Uruguay, dado que expresaron tener coincidencias con las mismas.
Por su parte los mandatarios de Argentina y Paraguay, se opusieron a la propuesta de flexibilización, y en lo que respecta a la rebaja del Arancel Externo Común, se mostraron proclives a analizar la misma.
Se entendía que el nivel de rebaja solicitado era elevado y que resultaba necesario continuar manteniendo la protección, sin modificaciones, a algunos sectores productivos, dada su alta sensibilidad, en lo relativo al empleo de mano de obra, que generan los mismos.
Los argumentos esgrimidos por parte de Uruguay, en defensa de la necesidad de dotar de flexibilidad para negociar con otros mercados de forma unilateral, a los miembros del Acuerdo, no resultan novedosos. Diferentes gobiernos, de diferentes colores políticos, han sostenido tal postura, basándose en la necesidad de acceder a más mercados, algo que, el Mercosur no ha logrado concretar.
Las diferentes posturas existentes en lo relativo al tema de la apertura comercial, obedecen, fundamentalmente, a las notorias diferencias que presentan los niveles de desarrollo económico, alcanzados por los miembros del Acuerdo de Integración.
Argentina y Brasil han desarrollado un modelo económico que cuenta con una estructura industrial, con un importante agregado de valor e incorporación de mano de obra. Ello ha determinado que las cámaras que representan los intereses de estas actividades y los movimientos sociales vinculados a las mismas, tengan un importante peso político y procuren la implantación de políticas de corte proteccionista en defensa de esos sectores de la producción.
Por el contrario, Uruguay y Paraguay cuentan con un desarrollo económico básicamente sustentado en la actividad agroexportadora y con la provisión y exportación de servicios, contando con un sector industrial de escaso desarrollo, que encuentra en el Mercosur el mercado que absorbe su producción exportable.
En el caso de Uruguay, el gobierno de Lacalle Pou, identificado totalmente con los sectores vinculados al agronegocio, llevando adelante una política de clase, impulsa la celebración de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China, el principal destino de las exportaciones agropecuarias del país.
La necesidad de acceder a ese mercado contando con las ventajas arancelarias con que cuentan otras naciones, por el hecho de poseer un TLC, ha generado una controversia, de carácter interpretativo en lo que respecta a la normativa del Mercosur.
Quienes se oponen a la flexibilización se basan en la Resolución 32/00 del CMC, la cual exige, la negociación conjunta, de los miembros del Mercosur, para celebrar acuerdos con otras naciones. Quienes apuestan a la flexibilización del Acuerdo señalan que la mencionada resolución carece de validez, ya que, la misma no ha sido internalizada a los ordenamientos jurídicos respectivos.
La respuesta a tal argumentación ha sido que, luego de 30 años de vigencia del Acuerdo, esbozar tal argumento, no resulta verosímil y que, por otra parte, en el Artículo 1 del tratado del Mercosur, queda claramente establecida la voluntad de la negociación en forma conjunta.
En pocas palabras, debe primar el consenso en el Mercosur. Bien sabemos, que, existiendo voluntad política, las desavenencias de tal naturaleza son superables, pero, precisamente, en este tema, no existe una voluntad política que permita arribar al consenso.
El 7 de setiembre el presidente Lacalle Pou recibió a referentes de todos los partidos políticos con representación parlamentaria para comunicarles que había recibido respuesta formal, del gobierno de la República Popular China, manifestando su disposición en avanzar en la concreción de un TLC entre ambos países.
El mandatario uruguayo trató de que el mismo se llevase a cabo rápidamente, consciente de que había que culminar de ejecutarlo durante el mandato del presidente brasileño Jair Bolsonaro. Las próximas elecciones en Brasil podrían llevar al expresidente Lula da Silva a ser reelecto nuevamente. Asimismo, en el propio gobierno brasileño se insinúan algunas contradicciones.
En tal sentido, Lucas Ferraz, secretario de Comercio Exterior, manifestó que la iniciativa de Uruguay está en línea con la necesaria modernización del Mercosur, mientras que la Cancillería (Itamaraty) señaló que los dichos del presidente Lacalle, se tratan de “un anuncio preliminar del Gobierno de Uruguay” y que “aún no hay elementos concretos a la vista”.
En su alocución frente a los representantes de los partidos políticos, Lacalle Pou manifestó tener “una vocación histórica, de pertenecer al Mercosur y a la vez abrir nuestras fronteras a los mercados del mundo”. La reacción de Argentina no se hizo esperar. El Secretario de Relaciones Económicas Internacionales, declaró que “en el bloque no hay otra posibilidad de negociar con terceros por fuera de la regla de consenso”.
“ El tema es político, la decisión de Uruguay de negociar solo implica que en algún momento va a tener que decidir si está o no de acuerdo con el Tratado de Asunción. Uruguay puede hacer un acuerdo bilateral con China por fuera del Mercosur o puede seguir en el Mercosur”, añadió.
También el embajador de Argentina ante la Unión Europea, Pablo Grinspun decía en “El relacionamiento externo del Mercosur” que “todo mecanismo de integración económica superior a una zona de Libre Comercio, que incorpore un Arancel Externo Común (AEC), entre sus socios, exige la negociación conjunta de acuerdos comerciales con terceros”.
“ Es el caso del Mercosur, cuyo objetivo es alcanzar un mercado común y que desde 1995 comporta una (aun imperfecta) Unión Aduanera. De esta manera, la esencia misma del bloque implica una política comercial y un AEC. Este y negociaciones comerciales conjuntas son, entonces, indisolubles y parte del mismo concepto”, añadía.
Estos intercambios generaron un estado de situación tal, que era posible llegar a aventurar la inviabilidad del Mercosur. Sin embargo, en el corto plazo se sucedieron una serie de circunstancias, las cuales implicaron un giro, por cierto, radical, en el escenario descripto precedentemente.
En la Argentina, los magros resultados de las elecciones interna (PASO), derivaron en un cambio de gabinete, poniendo al frente de la Cancillería a Santiago Cafiero, quien mantiene la diferencia en lo que atañe a la posibilidad de negociar tratados comerciales con terceros países por fuera del Mercosur.
Considera además que la aspiración de rebajar un 50% el Arancel Externo Común, planteada por el gobierno del Brasil, es extremadamente elevada, sin embargo, el novel canciller, expresó que la voluntad de su gobierno era la de llegar a un acuerdo sobre este punto.
También en Brasil cambia el escenario político, denotado fundamentalmente en un debilitamiento del otrora omnipotente presidente Jair Bolsonaro. Los más de 600.000 muertos, producto de su actitud frente a la pandemia, así como su displicencia con el medio ambiente y la deforestación en la Amazonia, lo hacen estar sujeto a una serie de procesos judiciales en su contra a nivel nacional e internacional
En este marco, la conducción de la política internacional que había sido dejada en manos del Ministro de Economía Paulo Guedes, vuelve a Itamaraty, producto de la vinculación del ministro Paulo Guedes con los Pandora Papers
El nuevo canciller brasileño, Carlos A. Franco Franca manifestó que “Argentina es vital para Brasil y viceversa. No hay Mercosur si Brasil y Argentina no están juntos”, retomando la alianza estratégica sustentada en los Acuerdos de Foz de Iguazú.
Las nuevas circunstancias políticas reunieron a los cancilleres de Argentina y Brasil, alcanzando un acuerdo sobre el Arancel Externo Común. El mismo implica una reducción del 10% para la mayor parte de los bienes, dejando fuera de la misma a sectores como el automotriz, textil y calzados.
Las partes quedaron conformes, se modificaría el Arancel Externo Común de acuerdo a lo exigido por Brasil, pero el nivel de tal reducción fue del 10% y no del 50%, tal cual lo demandaba Brasil. Asimismo, se deja de aplicar tal rebaja en sectores que ocupan mucha mano de obra, y que, se podrían ver afectados por esa modificación arancelaria.
Se superó una tensa situación y se recompuso el relacionamiento, dejando de lado la hipótesis de ruptura del bloque, al menos por parte de Argentina y Brasil.
Esta negociación llevada a cabo por los grandes del Mercosur (sin consulta previa a Paraguay y Uruguay), aceptando la suba del Arancel Externo Común, de interés para Brasil -suponiendo que la moneda de cambio ha sido no apoyar la propuesta de flexibilización-, impacta directamente en la línea de flotación de la estrategia del presidente Lacalle Pou.
Queda claro que Itamaraty privilegia su relacionamiento con la Argentina, y bien podemos suponer, que el supuesto apoyo brindado a la flexibilización del Mercosur, no estaba destinado a acompañar la postura de Uruguay. En realidad, estaba destinado a presionar a la Argentina.
Asimismo, ambas Cancillerías, tanto la argentina como la brasileña han recibido la presión de los sectores industriales reacios a celebrar un TLC con China, ya que seguramente verían afectados sus intereses, ante la insuperable competencia de las industrias de aquel país.
Finalmente, Uruguay parece haber quedado aislado, fracasando la idea de mantener su membresía en el seno del Mercosur, a la vez de negociar bilateralmente con China.
La próxima Cumbre del Mercosur, en el mes de diciembre, será el escenario en que se analice la rebaja del Arancel Externo Común y donde, según Lacalle, condicionará el tratamiento de esta propuesta al tema de la flexibilización.
Tal actitud no parece viable, ya que Uruguay no cuenta con el peso específico para enfrentar a Brasil, de persistir en tal postura, Uruguay quedaría, eventualmente, fuera del bloque.
¿Podrá Lacalle Pou mantenerse en esta postura, considerando que muchos de los integrantes de la derechista Alianza Multicolor, que da sustento a su gobierno, no apoyan el abandono del Mercosur?
*Analista internacional uruguayo, colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)