Con mirada corta, sin planificación ni estrategia, el FMI impone sus condiciones a Argentina
Juan Guahán-Question Latinoamérica|
Desde 1956, poco tiempo después del derrocamiento del presidente Juan Domingo Perón, el Fondo Monetario Internacional (FMI) es uno de los actores ineludibles a la hora de definir las orientaciones centrales de las políticas -no solo las económicas- de diferentes gobiernos.
La atadura de los gobiernos a las “condicionalidades” que se les imponían, por cada crédito que les otorgaban, se constituyó en el símbolo de la dependencia impuesta, salvo breves y honrosas excepciones. La palabra “soberanía” sintetizaba las posiciones de quienes trataron de escapar -con escasa suerte- del aceitado lazo creado por el poder imperial, como expresión del sistema financiero internacional.
Da la impresión que, en los tiempos que corren, esta situación no se ha modificado. Por el contrario, recientes decisiones que tienen como principal protagonista a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner -la principal figura política del país- lo están ratificando.
Hace algunos meses tomó estado público que el FMI transferiría a varios países -Argentina entre ellos- un determinado volumen de recursos, bajo la forma de Derechos Especiales de Giro (DEG) destinados a resolver cuestiones derivadas de la pandemia. Por ese concepto ingresarían 4.350 millones de dólares. Casi inmediatamente el Ministro de Economía, Martín Guzmán, manifestó que esos fondos serían usados para mejorar las negociaciones con el FMI pagando una parte de lo que nos reclaman.
Es decir seguir con la mecánica de siempre, nos prestan para que les paguemos. El viejo chiste, el mundo financiero hace como que me presta y nosotros hacemos como que les pagamos y sigue la calesita con una deuda que crece porque nuestros “pagos” -en general- van a la cuenta de intereses, que es lo que al sistema financiero mundial le interesa.
Cristina insinuó que esta vez se iba a plantar y que la cosa sería distinta. Para hacer visible esa decisión hizo que el Senado aprobara -el 13 de mayo- un “Proyecto de Declaración” (Expdte. 792/21) en el que se le solicitaba, al Ministro de Economía, que esos fondos fueran destinados a financiar políticas públicas que den respuesta a la grave situación producida por la Covid. En dicha Declaración, se demandaba que tales recursos no fueran destinados al pago de la deuda o sus intereses.
Setenta días después, en el municipio de Escobar, la vicepresidenta asistió a la proclamación de los candidatos de la Provincia de Buenos Aires y la Capital Federal del Frente de Todos, que ella conduce. Allí tomó distancia de la Declaración del Senado y dejó sentado que los recursos tendrán que ir a pagar algunas cuentas para aceitar un arreglo con el FMI. Buscando la gobernabilidad que le puede dar el mundo financiero, Cristina abandona su idea de confrontar con el FMI.
Como tantas otras veces ocurrió en la historia argentina, los gobernantes -puestos entre la espada de los reclamos del pueblo y la pared de las decisiones internacionales- optan por los intereses de mundo financiero.
De allí y de las reservas del Banco Central saldrán los recursos para pagar: A principios de semana se pagaron los 230 millones para el Club de París y con ello se postergaron pagos –hasta el 2022- de otros dos mil millones. La semana próxima vencen 350 millones del FMI; de las mismas fuentes se derivarán los 3.600 millones de vencimientos del FMl, la mitad en agosto y la otra para fin de año.De este modo el gobierno piensa asegurarse el escudo externo, la gobernabilidad que otorga el mundo financiero.
En lo que respecta a la gobernabilidad interna ella reconoce dos fuentes de crisis. Una que se corresponde a las demandas de las provincias, y el camino seguirá siendo distanciar las transferencias, sobre todo respecto de aquellas provincias que no reportan al gobierno.
Pero hay otra demanda, es la que proviene de los sectores populares y para ella tiene dos tipos de remedios: La amortiguación de los reclamos, que le pueden proporcionar los sindicatos y las organizaciones sociales amigas del gobierno, y –cuando ello no alcance- tiene el ejercicio de la represión.
Esa semana, en la calle, miles de manifestantes le recordaron al gobierno que la primera deuda -a la que tiene que responder- es la deuda interna, la que tiene con el pueblo y no con el FMI.
Una mirada corta deja sin planificación ni estrategia
Argentina, desde hace varias décadas, es un país que carece de un modelo o propuesta de largo plazo, lo que se debe a que las miradas cortas, con respuestas a las diferentes coyunturas, son la principal guía de su acción: algunos acontecimientos de los últimos días ratifican ese modo de pensar cortoplacista: una apunta a la inserción internacional y la otra a las compras de vacunas.
En materia internacional, el kirchnerismo -con distintas limitaciones- ha tratado de darle continuidad a la política peronista de reivindicar el multilateralismo y la independencia respecto a los grandes poderes mundiales. Las cuestiones que le han quitado fuerza a esas definiciones reconocen diferentes orígenes. Uno es la diferente opinión que tienen sobre este tema el Presidente y su Vicepresidenta.
Ello se manifestó en el momento mismo de la asunción de Alberto Fernández, mientras él recibía a la delegación estadounidense, Cristina hacía lo propio con los enviados de Rusia y China. La otra razón, que se agrega a la ya mencionada, es la tendencia a la respuesta coyuntural sin tener presente el marco estratégico de una planificación. Todo ello hace que las respuestas sean puntuales y guiadas por las urgencias de las coyunturas y no por el hilo conductor de una estrategia.
El drama de la pandemia y las vacunas como su solución más cercana pusieron sobre la superficie este problema. Argentina, carente de vacunas por la imprevisión existentes en éste como en tantos otros temas, debió acudir a las vacunas y poderes internacionales, para encontrar alguna solución. Esa situación lo llevó a cometer variados y graves errores, cuyas esquirlas llegan hasta nuestros días.
Todo comenzó con la Oxford Astra Zeneca, vacuna inglesa gestionada por un “amigo” argentino; le siguió la negociación trunca, por factores geopolíticos, con la norteamericana Pfyzer; eso nos derivó a los acuerdos con Rusia y China, la reciente carta de una funcionaria local que desmienten las alabanzas públicas que el presidente le había hecho al propio Vladimir Putin, son otra prueba de las señaladas vacilaciones.
Llas limitaciones rusas y chinas, en materia de producción, distribución y entregas ahora nos devolvieron la necesidad de un acuerdo con las norteamericana Pfizer y Moderna, después de largos meses perdidos.
Esos vaivenes tienen costos humanos y políticos. Una mayor profesionalidad, más sólidos pensamientos y planes hubieran permitido respuestas más rápidas y eficaces, nos hubieran evitado declaraciones, promesas y plazos incumplidos.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)