Siguen insistiendo en el suicidio del Mercosur
Rodolfo Koé Gutierrez
La tensión disparada el miércoles entre Argentina y Uruguay en la reunión de cancilleres del Mercosur por el anuncio de Uruguay de que comenzará a explorar acuerdos comerciales de forma individual, quedó ratificada al día siguiente en la cumbre de presidentes, cuando se vislumbró la posibilidad de que se esté consumando un intento de descarrilar el esfuerzo integrador de 30 años, y no solo por los discursos de Alberto Fernández y Luis Lacalle Pou.
Con Brasil en la presidencia pro témpore las expectativas están centradas en si este país avanza en busca de mayor apertura o una liberalización de aranceles, porque es quien tiene poder para negociar con Argentina. Los nubarrones se trasladaron de la sede de la cancillería argentina en la Plaza San Martín, al palacio de Itamaraty, en Brasilia, pasando por la sede montevideana del Mercosur.
El mandatario argentino fue el encargado de abrir el encuentro y el primero en brindar un discurso, de manera remota, desde Casa Rosada. “Es a través de más integración regional y no de menos integración regional, que estaremos en mejores condiciones de producir, comerciar, negociar y competir”, planteó. Pero su gobierno decidió solo transmitir el discurso del jefe de Estado y cortar la emisión de los mensajes de los otros presidentes, lo que molestó a los otros mandatarios.
Fernández dejó en claro la posición contraria al planteo de Uruguay: “Creemos que el consenso es la columna vertebral constitutiva del Mercosur, no podemos resignar este principio, es una regla”; “el camino es negociar juntos con terceros países o bloques”, negociando “solos alimentaremos el espejismo de una vana prosperidad, y unidos podemos tener un Mercosur creativo, que no se corte solo imponiendo visiones unilaterales”.
Al cierre del discurso, insistió: “Argentina reafirma que nadie se salva solo. Un Mercosur de corazón solidario es la nave insignia de la estrategia de integración”.
Por du parte, el presidente uruguayo Luis Lacalle Pou ratificó lo adelantado el miércoles por el canciller Francisco Bustillo en la reunión del Consejo del Mercado Común (CMC): sostuvo que su gobierno tiene “vocación aperturista” y subrayó que “el mundo ya va muy rápido, se está entrelazando comercialmente y el final del covid va a hacer que estas negociaciones se disparen. El mundo avanza y no nos va a esperar”.
Luego, amenazó: “Hacia allá va Uruguay. Ojalá que vayamos todos juntos, pero lo que está claro es que hacia allá vamos”. “Nuestro país tiene vocación aperturista. Nuestro país, como el Mercosur, tiene esa vocación. Tenemos que seguir avanzando con la Unión Europea. Los intentos frustrados generan escepticismo y desconfianza. El Uruguay quiere avanzar con el Mercosur, tenemos más fuerza, más dimensión y más poder negociador con el mundo”, añadió.
También manifestó que su país tiene “vocación de ser un puerto de salida al mar de la República hermana de Paraguay, ya sea el principal o el accesorio. Tenemos que unificar los trabajos en los pasos de frontera, trabajar en políticas de frontera. Lo hemos hecho muy bien en la pandemia con Brasil”, explicó.
El 26 de marzo Lacalle había dicho que el Mercosur no podía “ser un lastre” que impidiera el avance comercial de su país, a lo que Fernández contestó que si Argentina era considerado un lastre, “que tomen otro barco”. Tres días después, Lacalle insistió con que se le “afloje la piola (cuerda)” a su país para poder negociar con terceros.
Creado hace 30 años, el Mercosur agrupa a más de 300 millones de habitantes y es la quinta economía del mundo, con un territorio de más de 14 millones de kilómetros cuadrados.
La construcción de relatos
Respecto a la posición de Lacalle de negociar acuerdos extrazona, el periódico uruguayo Ladiaria advirtió que dedicarse mucho a la construcción de relatos tiene sus riesgos y uno de ellos es convencerse de que no hay realidad fuera de ellos. Otro es que, en medio de ese sueño autocomplaciente, algún hecho impensado cause un brusco y perturbador despertar.
Y recuerda que muchos de los integrantes del gobierno actual de derecha se embanderaron durante años con un singular relato sobre las posibilidades en materia de comercio internacional, según el cual Uruguay obtendría resultados mucho mejores que los actuales si el Mercosur no le impidiera realizar acuerdos de libre comercio con otros países.
“Este planteamiento se apoya en algunos datos de la realidad; el problema es que no tiene en cuenta muchos otros. El interés en hacer acuerdos con Uruguay se debe en su mayor parte a que integramos el Mercosur, y podemos ser una puerta de entrada a los mercados de nuestros socios mayores (a quienes poca gracia les hace tal negocio). El Mercosur es, ante todo, un acuerdo entre Argentina y Brasil, que Paraguay y Uruguay han debido aceptar, y los intentos de incorporarle contrapesos no tuvieron el éxito deseable”, recuerda Ladiaria.
Y destaca que de todos modos, la pertenencia al bloque asegura al Uruguay un volumen muy considerable de exportaciones con bajos fletes y sin aranceles, así como el acceso a recursos del Fondo de Convergencia Estructural.
Según informes periodísticos de Argentina, el gobierno de ese país considera que la postura de Uruguay es “errónea” e “ilegal”. Esto puede dar lugar a que aquí se intente invocar una causa nacional contra la prepotencia porteña, como sucedió durante el conflicto por la instalación de Botnia. Pero no está claro que Brasil vaya a aceptar que Uruguay haga lo que se le antoje. A Jair Bolsonaro le podría interesar mandarnos al frente para que él coseche luego, pero no parece que le quede mucho tiempo en el gobierno.
Y ahora Bolsonaro es el presidente protémpore
Para Argentina y Paraguay la resolución del 2000 que establece que todos los socios deben avalar las negociaciones comerciales de los demás es parte de la normativa del bloque aunque no fue ratificado por los Parlamentos, es decir que no avalan negociaciones sin respetar el consenso, mientras que Uruguay no lo entiende así.
En la cumbre, Bolsonaro pidió “no dejar que el Mercosur continúe como sinónimo de ineficiencia” y de “desperdicio de oportunidades”. También ratificó que durante su presidencia pro témpore —hasta fin de año— intentará la reducción del arancel externo común (AEC) del bloque, es decir las tasas aplicadas a las importaciones.
Este tema genera controversia con Argentina que pretende avanzar protegiendo sectores industriales; así como la flexibilización, que significa una reforma normativa que avale que los países puedan negociar de forma unilateral o en distintos tiempos con otros Estados o bloques económicos. Ambos temas están en la mesa del CMC y en abril Uruguay presentó una propuesta de flexibilización que no alcanzó consenso.
Esa fue la apuesta original del gobierno de Lacalle, pero ante la falta de avances en el bloque se resolvió apostar por el “plan b”, es decir anunciar a los socios que se explorarán acuerdos con terceros, sabiendo de antemano que se sabía iba a tensar el enfrentamiento con Argentina. El interés primordial uruguayo apunta a China, que en 2017 expresó su voluntad de comenzar a negociar un tratado de libre comercio (TLC) con Uruguay.
Obviamente, dialogar y comenzar a negociar no está prohibido en ningún caso, pero sí acordar con terceros aranceles para la importación y exportación de productos. Uruguay pretende adelantar caminos.
“Uruguay tiene un obstáculo legal, reglamentario y jurídico” para “cortarse solo”, sostuvo Marcos Soto, decano de la Escuela de Negocios de la Universidad Católica del Uruguay, señaló que la resolución del 2000 que Uruguay manifestó que no tiene vigencia, es “tan irrelevante como redundante”, porque el Mercosur adoptó desde su origen el “compromiso de negociar en conjunto” y “es una obviedad que los países no pueden generar acuerdos bilaterales violando el arancel externo común”.
El excanciller y actual senador argentino Jorge Taiana, Indicó que se trata de “una bravuconada, un anuncio para la tribuna” y advirtió que si Uruguay “rompe el arancel externo común y hace tratados, habrá que ver qué medida toman los países del Mercosur en relación con la defensa de su propia producción”.
Analistas argentinos señalan que la cancillería tiene sus ojos puestos en los movimientos de Brasil, ya que no se descarta una decisión unilateral de Jair Bolsonaro para bajar el arancel y profundizar aún más las diferencias internas en el Mercosur. La clave es saber si predominará la postura aperturista del ministro de Economía Paulo Guedes o la cautela de los sectores industriales de Itamaraty.
Desde dentro del país hay advertencias para el gobierno de Lacalle: En el mejor de los casos, las autoridades uruguayas serán llamadas al orden. En uno peor, habrá represalias. En el pésimo, Uruguay se quedará sin pan ni torta. En cualquier caso, las consecuencias llegarán mucho antes que algún acuerdo extrazona.
*Periodista económico argentino, analista asociado a al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)