Argentina: La grieta es el mejor eje de campaña para oficialismo y oposición
Tal como sucede cada dos años, en Argentina se ha convocado a elecciones, en un rito que se viene practicando con envidiable continuidad desde 1983. A primera vista y frente a la recurrencia de los golpes de Estado que se dieron en el siglo pasado y ante ese dato los argentinos deberían felicitarse por tamaña situación.
Sin embargo cuando echamos una ojeada a nuestro alrededor con el país maltrecho y millones de argentinos sin más futuro que depender del Estado nuestro regocijo inicial se vuelve preocupación. Parece imposible levantar la mirada por encima de la famosa “grieta” que divide a los argentinos. Pasa que para los núcleos dominantes del oficialismo y la oposición ése es su gran negocio. También lo es para la gran prensa, que la alimenta. Eso impide debatir sobre los problemas reales, la mayoría de muy antigua data.
Como ninguna de las fuerzas predominantes se anima a decir lo que piensa o quiere construir (si lo sabe…) se usa a la “grieta” como argumento para ocultar lo que hace o deja de hacer. La inmensa mayoría de los debates imprescindibles terminan en ese foso y el país continúa en una caída prácticamente constante. Los intentos de cambios o mejoras son escasos y chocan con la escasa voluntad que los sostiene y/o el miedo al fracaso.
Es por eso que vivimos transitando el riesgo cotidiano de algún estallido. Desde el oficialismo se ufanan de estarlo evitando y desde la oposición insisten en que la convivencia con ese riesgo es como ese juego de cuando éramos niños: “Juguemos en el bosque mientras que el lobo no está porque si el lobo aparece… a todos nos comerá”. Así transcurre el tiempo y se ahonda la crisis y descomposición del Estado, mientras muchos limitan su expectativa a la competencia por un cargo electoral.
Esta semana hubo una pequeña luz en el camino. Cuando estábamos próximos a una nueva extensión de la entrega de nuestra soberanía sobre lo que se dio en llamar “la hidrovía” se dio un paso que no resuelve el problema, mucho menos a favor de los intereses nacionales, pero -por lo menos- mantiene vivo el debate. No deroga al peligroso Decreto 949/20 pero genera algunas nuevas condiciones, como la temporaria estatización del control de su uso y administración.
Estamos hablando de la salida marítima de los ríos Paraná y Paraguay al Río de la Plata que vincula al Atlántico Sur con esa cuenca marina. Por allí circula el 80% de la producción agroindustrial argentina que se va (legal e ilegalmente) por 18 puertos, mayoritariamente privados.
En 1995, Carlos Menem –por el decreto 253/95- lo dio en concesión a las empresas Jan de Nul (belga) y Emeta, del empresario argentino Gabriel Romero, que llegó hasta nuestros días mediante extensiones concedidas durante el período de los Kirchner. Finalmente, por el Decreto 949/20, se llamaría a una nueva licitación.
Se estableció un fuerte debate y resistencia en la sociedad y ahora con el Decreto 427/21 se mantiene la idea de la licitación pero pateando la pelota para adelante por un año. En ese período, el Estado Nacional -a través de la Administración General de Puertos (AGP)- tendrá el control y administración del mencionado corredor fluvial y marítimo.
Los actuales cánones anuales rondan los 300 millones de dólares. El plazo de vigencia del reciente decreto es por un año y prorrogable, mientras se establezcan las condiciones definitivas para la concesión-explotación futura.
En el mismo sentido resulta alentador que la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner haya planteado la necesidad de una acción acordada para resolver el tema de la deuda y responder al Fondo Monetario Internacional. Se podrían agregar dos apreciaciones.
Primero, que en todos estos años se eludió ese debate y se siguió pagando, no respetando lo prometido en el sentido que lo primero era la “deuda interna”, la deuda con el pueblo argentino. Segundo, ratificar que seguir con las actuales políticas es hacer de la deuda externa una deuda eterna, que seguirán pagando generaciones de argentinos que aun no han nacido.
Es destacable que la ex Presidenta y actual vicepresidenta haya asumido una parte de su responsabilidad diciendo: “La sociedad no nos lo va a perdonar”
Problemas económicos
En materia económica, desde la segunda mitad del año pasado la economía venía mejorando, con cierta lentitud pero avanzaba. Había previsiones que para fines de este año se estaría cerca de las cifras existentes antes de la pandemia. El primer trimestre de este año se creció 2,6% respecto al último del 2020. Pero, según los datos oficiales ese proceso no pudo tener continuidad en el segundo trimestre de este año.
Ese dato negativo, del orden interno, fue complementado con otra noticia, que llegaba del exterior. El mundo financiero internacional dijo, a través de la Morgan Stanley, que para los inversionistas el país no sería considerado.
Los mercados clasifican a los países en desarrollados, emergentes, fronterizos y “standalone”, es decir, los que quedan afuera. Argentina venía del grupo de “emergentes” y pasó a la categoría de los no considerados. Un sopapo para quienes creen que el país puede salir de la mano de las inversiones extranjeras.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)