Hasta el 2021. Siete lecciones y un horizonte

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Reinaldo Iturriza |

Este 14 de enero se cumplen veinte años de la primera vez que Hugo Chávez empleó la célebre frase “hasta el 2021”, al menos de manera pública, y según puede verificarse en el sitio digital del Instituto de Altos Estudios que lleva su nombre.

La frase aparece referida un total de ochenta y ocho veces, en un arco temporal que inicia en 2001 y culmina en 2012. Notablemente, en veintitrés oportunidades no fue utilizada por Chávez, sino por alguno de sus interlocutores, casi siempre algún vocero o vocera popular, lo que habla a las claras de la manera como ella prendió en el seno de la base social de apoyo a la revolución bolivariana.

Chávez apeló a ella sesenta y cinco veces, más de la mitad de las cuales (treinta y cuatro) entre 2001 y 2003. Éste no es un detalle menor: la frase es mencionada por primera vez en un momento histórico en que el líder bolivariano da por sentadas las bases de la etapa correspondiente a la revolución política, es decir, aquella que inicia el 2 de febrero de 1999, cuando firma el decreto convocando al pueblo venezolano a decidir sobre la pertinencia de una Asamblea Nacional Constituyente, pasa por su posterior elección, el 25 de julio de 1999, el referendo popular aprobatorio de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el 15 de diciembre de 1999, la total relegitimación de los poderes, el 30 de julio de 2000, y llega hasta el 10 de enero de 2001, cuando Chávez inicia formalmente un nuevo período de gobierno.

Cuatro días más tarde, el 14 de enero de 2001, en su programa Aló Presidente número 58, afirmará: “Este año 2001 es el año de la exaltación del pueblo venezolano y de la Fuerza Armada venezolana, por el 24 de junio y por el 5 de julio. Ciento noventa años del 5 de julio y ciento ochenta años del 24 de junio. Además, es el arranque, la década de plata y la década de oro. La década de plata es desde este año hasta el año 2011, cuando conmemoraremos los doscientos años del 5 de julio, y luego vendrá la década de oro, preparémonos para esa […].Comenzará con esa década del año 2011 hasta el 2021, porque el 24 de junio de 2021 conmemoraremos los doscientos años de la Batalla de Carabobo, es decir, de la independencia venezolana” (1).

Muy pronto, Chávez dejará entrever que “hasta el 2021” es mucho más que una frase entre otras, que en alguna ocasión le permitiera construir discusivamente una periodización más o menos arbitraria sobre el tiempo futuro, y la convertirá en una verdadera idea-fuerza que apalancará profundas reflexiones sobre los ritmos temporales en tiempos revolucionarios.

En más de una oportunidad tendrá que salirle al paso a las versiones según las cuales la frase escondía su pretensión de perpetuarse en el poder y, en parte como respuesta a esos mismos ataques, haciendo despliegue del sentido del humor que le caracterizaba, la empleará también como señuelo o provocación. Estos episodios más bien puntuales darían para un rico anecdotario, pero no es ese el objetivo de este texto.

Infinitamente más relevante para nuestro tiempo presente resulta identificar las lecciones políticas asociadas a la idea fuerza de “hasta el 2021”, casi todas extraídas de un discurso clave: el que ofrecerá el presidente Chávez durante sesión especial de la Asamblea Nacional del 28 de septiembre de 2001, con motivo de la presentación de las Líneas Generales del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2001-2007 (2). Lecciones sobre las que volverá reiteradamente, de una forma u otra, hasta el final de sus días.

Siete lecciones políticas

1.- “No son viables proyectos cortoplacistas”

En su alocución del 28 de septiembre de 2001, Chávez explicaba que en la propuesta que a título personal había elevado a la Constituyente, planteaba períodos de gobierno de siete años “con posibilidad de reelección inmediata”, porque era necesario garantizar “longitud a la maniobra” o “profundidad a la maniobra estratégica”. En razón del “profundo daño: moral, político, económico, social y de todo tipo”, era necesario, decía, “buscar una maniobra en profundidad”. Argumentaba: “Aquí no son viables proyectos cortoplacistas y superficiales […], convenzámonos de esto […]. A un mal estructural solo le cabe una solución estructural profunda, y el daño viene de lejos […], tiene profundidad […], pues no se va a solucionar con una maniobra de corto plazo. La solución, que tiene mucha variables, y surgirán caminos, pero sean cuales fueren las variantes del camino central estratégico, preparémonos, porque la maniobra va para largo plazo”.

Como es sabido, la Constituyente “soberanamente decidió períodos de seis años, y este plan estratégico nuestro lo hemos pensado y visualizado a veinte años, por eso hablamos del 2001-2021. Realmente solo en dos décadas, creemos, Venezuela puede fortalecerse de manera definitiva y sin posibilidad de retorno en lo social, en lo político, en lo ético, y nosotros bien podemos ser un […] pequeño gran país, hermanado con todos los países del mundo”.

A propósito de las Líneas Generales que exponía entonces ante la Asamblea Nacional, sostenía que el “proyecto transformador apunta ya a una fecha: 2007. Claro que ya estamos trabajando 2007-2014, las mismas líneas, a lo mejor salen otras, porque así pasa, los caminos se abren o se cierran, pero ahí va el camino. Y luego habrá que trabajar, porque es que uno se va acercando al horizonte y tiene que ir mirando más allá, incluso hay que mirar más allá del horizonte”.

Al final de la misma alocución reiteraba en la idea de que el período 2001-2011 tendría que ser “la década de plata, rumbo a la década de oro de Venezuela”, entre 2011 y 2021.

Un par de años más tarde, el 17 de octubre de 2003, en reunión con periodistas extranjeros acreditados en el país, extendía la mirada la mirada sobre el horizonte, estableciendo como meta el 2030: “Yo tengo una visión de tres décadas, hasta donde me llega la vista. Más allá no quiero ver porque no me corresponde ya […]. El 2030 para mí, así lo veo, es […] el año del bicentenario de la muerte no sólo de Bolívar […], [sino] del proyecto bolivariano que se enterró en Santa Marta, y nos dividimos en pedazos aquí: Colombia por un lado, Venezuela por otro lado, Ecuador, Perú, hubo guerras entre nosotros, corrientes divisionistas, las oligarquías de cada país se adueñaron de esos países; los pobres, los que libertaron de verdad, y los que echaron al imperio español, fueron expropiados, atropellados, y ahí están: estos son los herederos de ellos, los marginales de hoy; los abuelos de ellos fueron los que echaron al imperio español. Entonces he hablado del 2030 como una meta, como una gran meta, para que ese 2030 celebremos los doscientos años de la muerte de Bolívar, pero no con una muerte, sino con una república verdadera” (3).

2.- “Componentes vitales del proceso de transición”

Para acometer los cambios revolucionarios necesarios “hasta el 2021” y más allá, serían indispensables la voluntad y la racionalidad transformadoras: “a la voluntad transformadora hay que agregarle siempre la racionalidad transformadora, hay que llenar de razón al proceso transformador”.

Aquellas Líneas Generales equivalían a “un incremento de la racionalidad transformadora”. Esta última, explicaba Chávez, “implica que cada situación deseada futura […] requiere de dos elementos esenciales: el proyecto transformador y la fuerza transformadora. Estoy articulando ideas para dejar bien claro, especialmente a quienes impulsamos el proyecto transformador, que es necesario visualizar estos componentes vitales del proceso de transición que ahora comenzamos”.

Entonces, voluntad y racionalidad, y asociadas a esta última el proyecto y la fuerza. Es decir, “no basta con la voluntad revolucionaria”. Por supuesto, “toda situación de transición requiere de voluntad, pero además de voluntad, de racionalización, y la racionalización se consigue a través de programas concretos”. Complementaba Chávez: “Las metas hay que especificarlas de manera muy clara para poder evaluar y hacer seguimiento, y hacer control de gestión […], porque la revolución debe estar acompañada por […] calidad de gestión, calidad transformadora”.

3.- “No podemos bajar banderas”

Estrechamente vinculado al asunto sobre la voluntad y la racionalidad transformadora, está la obligación ética de no arrear banderas, a riesgo de que se desdibuje la orientación estratégica del esfuerzo transformador.

En palabras de Chávez: “No podemos bajar banderas. Es un proceso revolucionario el que estamos viviendo, que respeta y respetará toda opinión, respeta y respetará toda crítica, como lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo. Nadie nos va a sacar de esa posición ética. Nadie va a lograr provocarnos. Porque hay incluso quienes pretenden provocarnos a ver si salimos a embestir como un toro. ¡No! Nosotros tenemos racionalidad. A veces somos como el toro, pero un toro que sabe muy bien cuál es su adversario. No el trapo rojo. Un toro que piensa y avanza cuando quiere avanzar, y se sienta cuando quiere sentarse. Hay una racionalidad en todo esto”.

Voluntad, racionalidad, firmeza ética e iniciativa estratégica. Proseguía Chávez: “Es importantísimo que los revolucionarios y las revolucionarias de hoy tengamos cada día eso muy claro, y ustedes, quienes aquí están en la Asamblea Nacional, deben tenerlo bien claro todos los días, como nosotros en el gobierno, como los gobernadores, pero especialmente quienes tenemos capacidad para tomar grandes decisiones: no podemos bajar banderas, insisto […]. Leyes revolucionarias tienen que salir de aquí, y de allá del gobierno […]. No podemos, a nombre de un falso consenso que por ahí se pregona, bajar banderas o echar principios a un lado. La inmensa mayoría del país está con este proceso transformador. Pues yo lo que hago es […] un llamado a todas las fuerzas políticas [para] que, aun con las diferencias, faciliten el proceso necesario, que aun con la crítica, se sumen al proceso de cambio, porque Venezuela no va a dar vuelta atrás. Un país no se suicida, ningún pueblo se suicida”.

4.- “No olvidemos jamás, ni por un instante, cuidar esa base popular de apoyo a la revolución”

En la misma intervención ante la Asamblea Nacional, Chávez explicaba que no hubiera sido posible “lanzar ningún proyecto de ningún signo hace dos años”. “Había que comenzar limpiando el pantano y construyendo las bases”, decía más adelante.

Luego de referirse, entre otros asuntos económicos, a los esfuerzos dirigidos a recuperar los precios del petróleo, razonaba que en 2001 ya podía afirmarse que “tenemos bases no solo en lo económico, tenemos bases en la estructura política que aguantan el proyecto”, aludiendo en este último caso, por supuesto, a las profundas transformaciones políticas ocurridas con el inicio del proceso constituyente en 1999.

Pero tan o más importantes que las bases previamente referidas, “también en lo social las tenemos: un pueblo […]. Y eso es algo fundamental. Porque más que el petróleo y su precio, es importantísimo el nivel de la moral de nuestro pueblo. Ahí anda en las calles, ahí anda por todas partes, a pesar de que muchas veces ese despertar de nuestro pueblo es utilizado […] para tratar de hacer creer que es el pueblo contra el gobierno. ¡No! Ese pueblo está con su gobierno. Pero es un pueblo que no está callado, no es un pueblo oprimido […] Es un pueblo que tomó la calle, es un pueblo que marcha, es un pueblo que habla, es un pueblo que reclama, porque tiene derecho a hablar, tiene derecho a reclamar, y es un pueblo que incluso me grita: ¡Chávez! Y tiene derecho a gritarme, y yo tengo la obligación de pararme, oírlo, y preguntarle qué quiere. Así que tenemos una base social […]. Así como no podemos descuidar ni siquiera por un día el precio del petróleo […], así como no podemos descuidar el crecimiento económico […], no olvidemos, compatriotas, no olvidemos jamás, ni por un instante, cuidar esa base popular de apoyo a la revolución. Ni un segundo podemos olvidarla”.

Un aspecto que no puede pasar desapercibido, y que podría considerarse decisivo, es que Chávez consideraba a esa poderosa base popular como un bien político invaluable para toda la nación, sin distingo de parcialidades políticas. Lo que la moviliza “no es una fe ciega en el caudillo”, afirmaba. Tampoco “es una fe irracional en el Mesías. No. Es amor. Ahí despertó un amor. Y decía Martí, lo repito: Amor con amor se paga. Amemos a ese pueblo. Vamos por él y con él, a sufrir con él, entendamos su grito, entendamos su dolor, entendamos su pasión, entendamos su necesidad. Cuidemos. Pero tenemos una base social que no es de Chávez. No es de los movimientos políticos que apoyan e impulsan el proceso de cambio revolucionario. No. Es un bien para todos, incluyendo a quienes nos adversan. Algunos no entienden o no terminan de entenderlo. ¡Incluyendo a quienes nos adversan! Ese es un capital de todos”.

5.- “Lo nuevo trae genes de lo viejo”

Sentadas las bases para la transformación revolucionaria de la sociedad venezolana, algunas más sólidas que otras, correspondía trabajar para seguir fortaleciéndolas. “Porque hay que tener claro lo siguiente: así como todos nosotros tenemos en nuestros genes rastros a veces muy marcados de nuestros padres o abuelos, así como nuestros hijos tienen en sus genes rastros también de nosotros mismos, igual pasa con la transición: lo nuevo trae genes de lo viejo. Y a veces en los genes vienen virus, enfermedades muy viejas”.

Acto seguido, Chávez ilustraba: “Hace poco, por ejemplo, nosotros decidimos expulsar de nuestro movimiento a un grupo de diputados regionales que se incrementaron el sueldo […]. Y será expulsado de nuestras filas quien lo haga. Ahí hay que tener, por una parte, firmeza, mucha firmeza al respecto. Pero por otra parte, también conciencia de que eso siempre ha ocurrido así, de que es natural que ocurra, lo cual no significa que lo vamos a aceptar. No. Hay que combatir esos rastros y esos restos de lo viejo que se vienen en el vientre de lo nuevo”.

6.- “Paciencia infinita para no perder el rumbo”

Chávez insistirá en que hacer realidad un proyecto de transformación de largo aliento, no será tarea fácil. Así lo manifestó aquel 14 de enero de 2001: “Preparémonos, pues. El camino es largo. Será difícil. Siempre estaremos enfrentando obstáculos, campañas de difamación, de tergiversación de la realidad, pero esta revolución no tiene marcha atrás, ha entrado al siglo XXI a paso de vencedores y no hay marcha atrás”.

Así lo reiteró el 5 de octubre de 2001, desde el estado Barinas: “Invito a todos a que nos unamos, que pongamos lo mejor de nosotros, que nos pongamos nuestras botas de campaña bien amarradas, que nos pongamos esas armas de la razón y el coraje de la verdad, porque el camino es largo y difícil, y que nos vayamos a hacer la patria desde este año 2001 hasta el 2021 […]. Ahora, esto requiere mucha paciencia, hermanos. Porque es como que nosotros nos propongamos subir el Pico Bolívar, que tiene 5007 metros de altura. Y entonces, en este momento, bueno, hemos subido a lo mejor un metro, pero son 5007 metros. Y además sin muchas provisiones, además sin alimentos suficientes, además con ventarrones y nevadas, y por picos y farallones. Hay que armarse de una paciencia infinita para no perder el rumbo y para no cansarse, para no desfallecer” (4).

El 7 de junio de 2003, desde el 23 de Enero, en Caracas, advertía: “Esta batalla no ha terminado, pero para nada. Que nadie se equivoque. Esto apenas está comenzando. Repito, esta batalla es larga, yo los acompaño hasta el 2021 […] Esta batalla es de ustedes. Vayan preparándose bien, porque les vamos a entregar […] el testigo” (5).

7.- “La revolución comienza a tocar intereses de mucha gente con poder”

El mismo 5 de octubre de 2001, en un acto enmarcado en la lucha contra el latifundio, que iniciaba con bríos a partir de la reciente entrada en vigencia de la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario, Chávez explicaba las razones parciales de las dificultades que entraña impulsar un proyecto revolucionario: “La revolución ha entrado en una fase mucho más difícil, y así lo digo y así lo aclaro, y así lo declaro. Mucho más difícil lo que viene ahora. Porque ahora se trata de la revolución económica y social, ya no solo de la revolución política que hemos hecho. En la revolución económica y social, entonces, es cuando la revolución comienza a tocar intereses de mucha gente con poder, aquí y fuera de Venezuela”.

Oteando el horizonte

Una vez que nos vimos alcanzados por el futuro (qué lejano nos parecía cuando Chávez hablaba de 2021), lo primero que habría que recuperar, allí donde corresponda, o preservar, allí donde no se haya perdido, es nuestra capacidad para otear el horizonte. Por dos razones.

En primer lugar, porque se nos ha impuesto la idea de que, veinte años después, todas las bases se han venido abajo, encontrándonos de nuevo, como si de una fatalidad se tratara, en el pantano histórico. Habrá que reconocer que, más allá de la idea, es el terrible peso de las circunstancias materiales el que se impone, aplastando voluntades. En segundo lugar, porque, aplastadas las voluntades, sin fuerza para levantar cabeza, pierde todo sentido cualquier idea de horizonte.

Pero incluso si fuera el caso que nos hallamos en medio de las ruinas de lo que alguna vez fueran bases más o menos sólidas, debemos identificar el punto más alto y, desde allí, iniciar la tarea de reconstrucción.

Por tanto, otear el horizonte vendría a ser quizá nuestra principal bandera en el tiempo presente. Una que no podemos bajar, bajo ninguna circunstancia.

Puntualicemos:

Oteando el horizonte con mirada jánica podemos llegar a una conclusión crucial: en lo absoluto puede considerarse a la revolución bolivariana como un proyecto fracasado, sino como un proyecto inacabado. Un proyecto que fue concebido, desde el inicio, para realizarse en tres décadas y, quizá más importante todavía, que resultó indiscutiblemente exitoso no solo durante la década de plata, sino aun entrada la que, siguiendo a Chávez, ha debido ser la década de oro. Hay suficiente evidencia material al respecto, y también espiritual: son millones los testimonios que pueden respaldarla. Solo el obcecamiento de las elites, que ha encontrado terreno fértil en las terribles dificultades que hemos tenido que sortear las mayorías populares, en particular durante el último quinquenio, puede pretender borrar la realidad de un plumazo.

Para garantizar la continuidad del proyecto inacabado, con notables éxitos parciales, y también para enfrentar con eficacia cualquier tentativa de elites orientada a borronear la historia y reescribirla a conveniencia, es indispensable reconocer los errores en los que ha incurrido el liderazgo bolivariano, tanto en el gobierno como en el partido, tras la desaparición física de Chávez, así como la evidente incapacidad para ofrecer soluciones a los graves padecimientos de la población. Si toda transición requiere de voluntad y racionalidad, hay que identificar y atacar allí donde, claramente, no se manifiesta ni voluntad ni racionalidad transformadora alguna, y de allí la impresión popular creciente de que dejó de estar claro el proyecto que guía los actos de gobierno, y de allí también la pérdida progresiva de fuerza.

Deja de haber claridad sobre el proyecto estratégico cuando se decide bajar las banderas. Si estaba presente hace veinte años atrás, hoy ronda con mucha más fuerza el peligro del falso consenso, para decirlo en términos de Chávez. Ciertamente, los pueblos no se suicidan, pero cualquier pacto de elites, de las viejas y las nuevas, pueden asestarles un golpe casi mortal. El irrespeto de prácticamente cualquier opinión y crítica pareciera un claro indicio de mala conciencia.

Respétese el derecho que tiene el pueblo de hablar, de reclamar, de gritar, y asúmase la obligación de escuchar. No es solo invitarlo: Ven, vamos juntos. Es fundamentalmente ir con él, sufrir con él. Entenderlo. Es cuidar una base popular que no es patrimonio de nadie o, dicho de mejor manera, es un bien político de todos. Es un capital de todos, que no tendría que ser usufructuado por ninguna fuerza política.

Uno de los tópicos preferidos del discurso de elites es que, desde sus orígenes, la revolución bolivariana llevaba consigo los genes del fracaso, y que por tanto éste resultaba inevitable. En sentido estricto, no habría habido avance material y espiritual alguno durante la primera década de este siglo y parte de la segunda, sino un espejismo que solo hoy, cuando nos vemos obligados a lidiar con el desierto de lo real, podemos apreciar en su justa dimensión. Más allá de la mezquindad y el cinismo de elites, corresponsables de la situación presente, y en lugar de conformarnos con balances autocomplacientes, y mucho menos nostálgicos, tendríamos que poder identificar cuánto persiste entre nosotros de los genes de la vieja política, y cuándo se decidió dejar de combatir, si tal fuera el caso, los restos de lo viejo. Tarea que corresponde asumir, con particular énfasis, a las nuevas generaciones de políticos, que no por nuevas están exentas de reproducir las peores prácticas. Más bien podría decirse que todo lo contrario.

Nadie dijo que sería fácil. Por tanto, ya basta de seguir enumerando dificultades, nada más que para utilizarlas como pretextos.

Ahora que recién inicia la tercera década del ciclo bicentenario, definamos: o ésta es una revolución que, inevitablemente, en tanto que antepone los intereses de las mayorías populares, seguirá afectando los intereses de mucha gente con poder, con las dificultades que eso acarrea, o se siguen afectando los intereses de las mayorías populares porque se ha decidido que, para preservar el poder, es conveniente no afectar los intereses de mucha gente con poder. De alguna forma tendrá que resolverse el dilema. De eso dependerá, en buena medida, la naturaleza de las luchas que libraremos en el futuro.
Chávez decía que no le correspondía ver más allá de 2030. Nosotros asumimos la obligación de hacerlo. Tenemos la voluntad y también razones suficientes.

Referencias

(1) Hugo Chávez Frías. Aló Presidente N° 58. 14 de enero de 2001.

(2) Hugo Chávez Frías. Alocución en Sesión Especial de la Asamblea Nacional con Motivo de la Presentación del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación. 28 de septiembre de 2001.

(3) Hugo Chávez Frías. Intervención en almuerzo con periodistas extranjeros. 17 de octubre de 2003.

(4) Hugo Chávez Frías. Desde Sabaneta de Barinas. 5 de octubre de 2001.

(5) Hugo Chávez Frías. Discurso durante inauguración de Mercal en el 23 de Enero. 7 de junio de 2003.