Covid-19: Fantasías reales, poscapitalismo, economía “comprensiva”
Eduardo Camín|
En su contribución a las Reuniones de primavera del FMI y del Banco Mundial, el Director General de la OIT presentó un plan de respuestas políticas a la crisis del COVID-19, organizadas en cuatro pilares y basadas en la solidaridad mundial.
En sus propuestas escritas a las Reuniones de primavera del Fondo Montario Internaciomal (FMI) y el Banco Mundial (BM), Guy Ryder definió la dimensión humana de la pandemia como devastadora, y sus repercusiones sanitarias, sociales y económicas combinadas como la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. Las respuestas al COVID-19 deben basarse en la solidaridad humana, reiteró la OIT al FMI y al BM.
Ryder instó al FMI y al BMl a centrar su respuesta en “una ayuda inmediata a los trabajadores y a las empresas, a fin de proteger sus actividades y sus medios de subsistencia, sobre todo en los sectores más afectados y en los países en desarrollo”.
Afirmó además que es necesario prestar atención prioritaria al impacto sobre las pequeñas empresas, los trabajadores no protegidos y los trabajadores de la economía informal. “La crisis ha revelado los enormes déficits de trabajo decente que siguen prevaleciendo en 2020, y muestra la vulnerabilidad de millones de trabajadores cuando sobreviene una crisis”, indicó.
Según la última edición del Observatorio de la OIT: COVID-19 y el mundo del trabajo, el 81 por ciento de la fuerza del trabajo del mundo (2.700 millones de trabajadores) vive en países donde el confinamiento, obligatorio o recomendado, ha sido instaurado.
Muestra además que las horas de trabajo disminuyeron de 6,7 por ciento en el segundo trimestre de 2020, lo que equivale a la pérdida a 195 millones de empleos a tiempo completo.
Cuatro respuestas políticas
Guy Ryder invitó al Comité Monetario y Financiero Internacional y al Comité para el Desarrollo a apoyar decididamente cuatro respuestas políticas interrelacionadas:
-En primer lugar, estimular la economía y la demanda de mano de obra a través de las herramientas fiscales y monetarias disponibles, así como el alivio de la deuda. Las inversiones públicas en los sistemas de salud serán doblemente eficaces, al aportar una contribución vital a la lucha contra la pandemia y crear empleos decentes.
-Segundo, proporcionar una ayuda inmediata para sostener las empresas, mantener los empleos y apoyar los ingresos. En este contexto, Guy Ryder puso de manifiesto la necesidad de invertir en medidas de protección social, que pueden contribuir a mitigar las consecuencias más graves de la crisis y, a la vez, actuar como un estabilizador económico.
-Tercero, asegurar una protección adecuada a todos los que siguen trabajando durante la crisis. Esto exige garantizar la seguridad y la salud en el trabajo, establecer acuerdos de trabajo adecuados, como el teletrabajo y el acceso a la indemnización por enfermedad.
-Cuarto, aprovechar plenamente el diálogo social entre los gobiernos y las organizaciones de empleadores y de trabajadores, que ha demostrado ser útil para encontrar soluciones eficaces, prácticas y equitativas a los tipos de desafíos que actualmente enfrentamos en el mundo del trabajo.
La globalización; entre mascarillas… se cae la mascara
Es un hecho de que la referida complejidad de la crisis capitalista logra encubrirse, provisionalmente, por el gran descalabro que significa la depresión económica mundial derivada de la pandemia, pero es obvio que al igual que actúa el Covid-19 en nuestros organismos, son las diferentes patologías que arrastramos las que aumentan y agravan la situación.
El análisis predominante de la crisis contemporánea en las grandes agencias internacionales multinacionales sigue -en el fondo- orientado a preservar al sistema capitalista y a rescatar a los grandes capitales centrales. La visión dominante mantiene los criterios de la globalización como un fenómeno de alcance mundial inevitable, sin alternativas, y al cual hay que asumir como un “nuevo” “viejo” reto.
Bajo la indudable realidad destructiva del Covid-19, la presente es una crisis general del sistema capitalista neoliberal que se expresa como una severa depresión económica mundial, que a su vez significa una declinación de la estrategia de reestructuración y expansión neoliberal basada en la superexplotación del trabajo inmediato, la depredación ambiental y la financialización de la economía mundial.
Pero más aún, se trata de una compleja crisis civilizatoria con cariz multidimensional que expone los límites de la valorización mundial del capital, por cuanto atenta, como ya lo había advertido Carlos Marx, en contra de los fundamentos de la riqueza: el ser humano y la naturaleza, y porque pone en predicamento el sistema de vida en el planeta, es decir, el propio metabolismo social.
Es decir, una crisis de la estrategia de reestructuración y expansión neoliberal que se presenta como crisis general del capitalismo mundial. Por eso seria necesario para ir más allá de la simple apariencia, adoptar una perspectiva histórica, alejada de las actuales soluciones.
La nueva “economía compresiva” poscapitalista
En épocas de crisis -¿acaso hay alguna que no lo sea?- el hombre tiende a crear puentes entre una realidad ingrata y hostil y un “algo ideal”.
En presencia de lo que aparece ser el comienzo de una nueva “gran crisis” económica, muchos anuncian que está a punto de verificarse el fin del capitalismo y, por tanto, que se abre la oportunidad para que la “otra economía” se despliegue como la gran solución anhelada, basadas en la “teoría económica comprensiva”
Desde hace algún tiempo muchos autores examinan la crisis económica global desde una óptica alternativa y distante de las visiones que predominan entre los analistas económicos convencionales, así como de aquellas interpretaciones que postulan algunos pensadores “alternativos”. Y, de vez en cuando, deslizan algunas de estas tesis.
Nos consta además que al interior del sistema de Naciones Unidas, a menudo hay quienes se esfuerzan en construir teorías basadas en “otra economía” –más justa, solidaria, no capitalista –, y tienden a observar la economía dominante como experimentando una crisis profunda, y esperan que de algún modo sobrevenga un colapso, una demolición, una paralización del mercado, por efecto de su propio peso, de sus contradicciones internas.
Algunos se imaginan el colapso del “sistema” como un edificio que se derrumba entero; y, en consecuencia, la construcción de la “otra economía”,que actúa, como una edificación completamente nueva que tal vez pueda aprovechar algunos escombros del edificio derrumbado, para ser reciclados e integrados al nuevo orden económico.
Más allá de que palabras como “derrumbe” o “colapso”, aplicadas a la economía son solamente metáforas, será necesario precisar algunos conceptos, para adquirir una perspectiva más realista respecto del futuro y en relación con las condiciones que pueden esperarse para acelerar la construcción de “otra economía”.
Esto es necesario particularmente hoy, cuando el mundo está inmerso en una gran crisis financiera económica y social que hace pensar a muchos que el momento del colapso se aproxima, estaría ya por acaecer o simplemente ya lo estamos viviendo. Pero tememos que la orientación y las soluciones de los dueños del capital, estén muy lejos de estas alternativas que me suenan muchas a las viejas tesis del “capitalismo con rostro humano”.
El mercado no se detiene, no deja de funcionar, no se derrumba, a menos que sobrevenga una catástrofe que destruya la vida social, por causas exógenas al mercado como tal, algo que muchos pretenden ver en esta pandemia.
Pero la experiencia nos demuestra que aun en una guerra mundial o una guerra civil se pueden alterar drásticamente la conformación del mercado y la participación en él de los sujetos, pero el mercado sigue funcionando en esos contextos modificados, y reacciona con sus propias racionalidades cuando se producen catástrofes naturales, cambios tecnológicos, disminución de los recursos y fuentes de energía, etc.
Las dinámicas internas del mercado, en el sentido de sus ciclos, sus crisis y sus fases de expansión, los fenómenos de inflación y crecimiento, estancamiento o depresión, sus cambios a nivel de los sistemas e instituciones monetarias y financieras, sus procesos de concentración y distribución de la riqueza, son dinámicas que pueden impactar muy hondamente el funcionamiento de la producción, la distribución de la riqueza, los niveles de consumo y los ritmos de crecimiento.
Pero por sí mismas, tales dinámicas no conducen a una interrupción del funcionamiento del mercado, no lo detienen, no lo hacen colapsar en el sentido de un edificio que se cae y del que sólo quedan escombros que recoger.
Los cambios y las crisis más hondas que puede experimentar el mercado como efecto de sus propios desequilibrios y “contradicciones” no llevan a que como tal desaparezca, ni deje de funcionar, aunque ciertamente podrán afectar muy seriamente los niveles riqueza y pobreza y condiciones de vida de las personas, las organizaciones y empresas, los pueblos, las naciones y los estados.
Estas precisiones tal vez permitan corregir algunas confusiones teóricas bastante habituales entre quienes buscan construir “otra economía”, porque sigue abierta la interrogante clave respecto al sentido y la medida en que el mercado se altere en su funcionamiento, se trabe en sus dinámicas habituales, entre en crisis profunda, por su propio peso, y que en tales contextos pueda cambiar y hacer posible que se abran espacios a la expansión de esa “otra economía” ¿sin cambiar el sistema?
¿Cual será entonces la nueva estrategia? Más de lo mismo, seguir abriendo los mercados, ofrecer condiciones idóneas a la inversión extranjera y afrontar el reto de la competitividad, donde el Estado debe generar un clima favorable a los negocios, particularmente para las grandes corporaciones multinacionales, abaratar la fuerza de trabajo, transferir recursos públicos al sector privado, además de implementar una estrategia donde priman los intereses del capital, y no los de la población, para seguir viviendo…
Eso sí manteniendo la distancia social, y utilizando mascarillas, los que puedan.
*Periodista uruguayo acreditado en ONU-Ginebra.Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)