Un plan diferente al de Macri y el FMI
Carlos A Villalba
Alberto Fernández trabaja en las herramientas con las que busca “prender la economía” a partir del próximo 10 de diciembre y “poner plata en el bolsillo de la gente” empobrecida por falta de trabajo y tarifazos. Las reglas para el arranque del nuevo gobierno se basan en un tipo de cambio “competitivo y estable”, con superávit comercial y fiscal, acumulación de reservas, desendeudamiento y baja de la inflación.
Para armar ese dispositivo, los equipos del Frente de Todxs elaboran los contenidos del “Acuerdo económico y social” y del “Plan de desarrollo productivo con apoyo a las PYMEs” y la plataforma del “modeloexportador” que el vencedor de las primarias de agosto pretende instalar para generar las divisas que necesita la economía del país[1].
La plataforma de lanzamiento de la economía del gobierno de “Los Fernández” necesita de una solidez política que el candidato presidencial espera lograr en base a un triunfo holgado sobre el oficialismo del PRO, la Unión Cívica Radical que acompaña al macrismo y la Coalición Cívica, y a un acuerdo multipartidario, multisectorial y policlasista que incluya poco menos que todo el sector productivo del país, con sus representaciones de trabajadores y sus patronales, junto a las expresiones del trabajo en el campo, distintas agrupaciones políticas que encarnan a más del 60% de las simpatías políticas y a los principales movimientos sociales, junto a gobernadores e intendentes, universidades y centrales estudiantiles.
Los más de 16 puntos de diferencia logrados en las elecciones “que no fueron”, con el espaldarazo de un triunfo semejante de Axel Kicillof sobre la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, permiten arriesgar que los resultados del domingo 27 de este mes tendrán la contundencia buscada. La repercusión lograda por la propuesta de “acuerdo” social, enunciada en armonía con lo enunciado por su compañera de fórmula, Cristina Fernández de Kirchner, adelantan el avance del mismo a partir del 10 de diciembre.
Desde los líderes de la coalición que derrotó a la Alianza Cambiemos hasta cualquiera de sus técnicos, saben que ninguno de los pasos planificados serán posibles si no logran una buena renegociación de la deuda externa, tanto pública como privada, con un nuevo acuerdo con el FMI y reperfilamiento de los compromisos adquiridos por Mauricio Macri.
La danza del trío
El escenario económico externo de esta Argentina, producto de la gestión de los últimos tres años y medio, tiene en la coyuntura tres actores centrales, aunque de distinto peso relativo. El propio gobierno de Mauricio Macri, el Fondo Monetario Internacional y el Frente de Todxs de Alberto Fernández, el presidente que no es pero lo será por decisión del urnazo del 11 de agosto, que convirtió los tiempos estipulados para la totalidad del proceso electoral, inicialmente de tres etapas, en la eternidad de una travesía por el desierto de la cesación de pagos y la volatilidad extrema de las finanzas locales.
La situación es tal que, por encima de las formalidades del traspaso, se especula con la posibilidad de que durante la última semana de octubre los equipos de Todxs ya desembarquen en el Ministerio de Hacienda y en el Banco Central, adelantando el pase de mando económico.
El primero de los actores, representado por Hernán Lacunza, el ministro de cierre de gestión, se conforma con una “transición ordenada”, contra los macristas de paladar negro que pretendieron la aprobación del proyecto de ley de reestructuración de la deuda y del presupuesto 2020. El funcionario en persona le pidió a Guillermo Nielsen -uno de tantos asesores económicos de Fernández- que negociara el apoyo de su jefe para refinanciar los vencimientos de la deuda.
Los vencedores de agosto rechazaron el intento, convencidos de que el giro al Congreso fue una nueva imposición del FMI, que decidió no avanzar un centímetro sin antes llegar a un acuerdo con Fernández. Con el abogado y cantante aficionado, además, pretenden un convenio político con la Casa Blanca, a quien representa David Lipton, influyente delegado del Tesoro de los EEUU ante el organismo multilateral del que es su “Primer Subdirector Gerente”.
Cauteloso y táctico, Fernández optó por interrumpir todo tipo de diálogo con el actual mandatario (en realidad, y hasta ese momento, solo consistía en intercambios de whatsapp) hasta el cierre de los comicios del 27.
El bailarín del Fondo
Tras la salida de la francesa Christine Lagarde de la gerencia del FMI, Lipton se hizo cargo de modo interino de esa comandancia financiera. Se reunió con Lacunza el 24 de septiembre, en un encuentro al que, prácticamente colado, se sumó Macri y, minutos después afirmó que “El FMI trabajará para reanudar una relación financiera” con la Argentina, “que tal vez tenga que esperar un tiempo”. La declaración constituyó una virtual ruptura del acuerdo, aunque después la diplomacia financiera disimulara con palabras la lápida, y un adelanto de que no hará avances -tampoco desembolso- si no es con el próximo Presidente.
El Fondo le entregó al macrismo un paquete total de u$s 57 mil millones, el máximo préstamo de su historia; Argentina es tenedora de más de las mitad de las acreencias totales del organismo y pesa sobre sus autoridades haber abandonado su supuesta “neutralidad” al romper sus protocolos a instancias del presidente Donald Trump para autorizar al Banco Central argentino la venta de esas divisas en el mercado, para evitar la disparada del peso estadounidense que hubiesen perjudicado aún más las chances electorales de Cambiemos. La oposición denunció que el FMI “financió” la campaña electoral y la fuga de divisas.
La situación complica al organismo -por encima de Lagarde- y al propio David Lipton, quien eyectó a Luis Caputo del Central argentino y que estaba sentado en la jefatura interina cuando Argentina entró en una cesación de pagos, “disimulada” ya que los países no pueden entrar en default ni reestructurar sus deudas ni con quita de capital ni de intereses. La anormalidad macrista es tal que solo se compara con la generada por países en guerra como lo fueron Irak o Sudán.
Ese es el marco en el que el representante del Estados Unidos en el FMI, y actual número dos de su estructura, pretendería que se le ofrezca al próximo jefe de Estado la finalización formal del acuerdo en vigencia y su reemplazo por uno de “facilidades extendidas”, importante en su volumen, largo en sus plazos y condicionado -como siempre- a que las autoridades locales impulsen un “cambio de paradigma” en sus políticas. Traducido al Castellano implicaría reformas como las previsional y laboral, con reestructuración generalizada de las prioridades de gasto público, que pueden llegar incluso al ámbito de la salud vinculado con las obras sociales.
Las zanahorias que están dispuestos a ofrecer a cambio son plazos de hasta doce años para su pago y una tasa de interés inédita para el país, que podría estar por debajo del 2% anual.
Desde hace una semana la conducción del Fondo pasó a manos de la búlgara KristalinaGeorgieva, que una hora después de su asunción recibió de manera protocolar a un Lacunza desesperado por entablar una negociación que no logró ante el rechazo de directores de peso como los que representan a Alemania, Inglaterra, Holanda, Italia, España, Japón y, muy especialmente, los países nórdicos. Todos ellos consideran que la conducta argentina actual constituye un “mal ejemplo” para el resto de los tenedores de sus créditos.
Las usinas de Washington no paran de hacer su juego, los intereses financieros globales, resignados ya a que no negociarán más con uno “de los suyos”, como es el gerente del Grupo Macri, y preparándose para el tira y afloje con un nuevo mandatario de extracción peronista y compañero de fórmula de Cristina Fernández, la viuda del ex presidente Néstor Kirchner, intenta acomodar las piezas para empezar a condicionar una gestión que todavía carece hasta de los atributos formales que da una elección, y el triunfo en ella.
En todo momento Alberto Fernández rechazó la “reestructuración” de la deuda con el FMI, a la que reconocerá, por principio de continuidad del Estado, aceptando su legitimidad y el corto tiempo transcurrido desde que fue tomada. De allí el uso cuidadoso de los verbos “renegociar” y reestructurar”, que rechazan cualquier “quita”, tanto de capital como de intereses. En cuanto habló de manera pública de la posibilidad de analizar una salida “a la uruguaya”, comenzaron las pedradas, lanzadas por los principales diarios porteños con supuesto origen en Washington.
Clarín, por caso, se refirió dos veces al tema en cuatro días, la segunda fue el martes primero de octubre, día en que mantuvo en lo más alto de su web el título “Una tormenta en el radar de Alberto Fernández: el FMI reclama por una ´quita´”, con un cintillo en rojo que adelantaba “La situación de la deuda”.
Si el tema no se tratase en modo “operación”, en realidad terminaría siendo un trascendido casi amistoso en el que, de modo informal, el Fondo estaría aconsejando a los futuros negociadores argentinos una propuesta de “quita” a los acreedores privados, junto con la extensión de los plazos de pago. La intención sería “mejorar las posibilidades de pago con el FMI” ya que, en definitiva, se trata de “la misma ventanilla: la que le debe pagar a los tenedores privados y cumplir con el fondo”.
Por el contrario, la versión afirma que “el fondo entiende, que a la Argentina no le alcanza con reperfilar la deuda como hizo Hernán Lacunza, sino que debe aplicar algún tipo de quita sobre el capital, algo que Fernández cree -y dice en público- no considera necesario”. La cita pesimista, para darle más peso, es atribuida a dichos producidos “en calle México”, la central de operaciones del candidato.
Los trascendidos se apoyan a su vez en los análisis del propio matutino en el que, además y sin citar fuente alguna, sentenció el viernes pasado que “Washington está preocupado por un triunfo del Frente de Todos. No por Alberto, sino por la militancia chavista de Cristina”.
La escena nacional
Desde los últimos días de agosto la argentinidad incorporó un nuevo verbo a su jerga inefable: reperfilar. Presentado poco menos que como un neologismo, en realidad es un concepto importado de la Ingeniería Civil, que alude a las operaciones que se realizan sobre los taludes de piedra para devolverles su geometría original y evitar posibles derrumbes. Atribuido a un intento elusivo del macrismo para disimular la cesación de pagos que declaró de la deuda tomada por sí mismo y hace solo año y medio, en verdad el primero que lo conjugó en esta coyuntura fue Alberto Fernández.
El ex jefe de Gabinete lo usó durante la reunión del atardecer porteño del lunes 26 de agosto ante Roberto Cardarelli, jefe de la misión Argentina del FMI; Alejandro Werner, director gerente para el Hemisferio Occidental del organismo, nacido en Córdoba y de nacionalidad mexicana abrazada durante el exilio al que lo llevó su padre, Manuel, un contador perseguido por la dictadura por su ligazón con José BerGelbard y con el banquero David Graiver, y del consultor jamaicano Trevor Alleyne.
En ese momento, Fernández además de plantar los números del desastre causado por el actual gobierno, sumó la crítica al Fondo por haber contribuido a financiar la fuga de capitales del país; agregó que el propio organismo violó la di
sposición de su Acta Constitutiva que marca que “ningún miembro podrá utilizar los recursos generales del Fondo para hacer frente a una salida considerable o continua de capital” y, sin borradores pero con datos, les recordó que, entre junio de 2018 y julio de 2019,se fugaron del sistema bancario más de u$s27.500 millones y que otros u$s9.200 fueron retirados del mercado de capitalespor especuladores. Esos u$s36.600 millones, ya constituían el 80% del total de los giros del FMI.
Con el mismo diagnóstico, a la fecha el candidato no se movió de su tesitura. El “apenas” candidato presidencial, convertido en “mandatario de hecho” antes de tiempo, busca negociar un acuerdo que, en realidad, no se apoya en la letra exacta de los papeles fondomonetaristas, sino en ejes prácticos y de posible concreción:
- Reconocimiento y pago de la deuda vigente
- Plan de pagos extendido en el tiempo
- con aplazamiento de pago del capital
- y recálculo de las fechas de pago de intereses
- Sin desembolsos inmediatos ni presiones en un plazo que abarque los primeros dos o tres años de su mandato
- Inclusión en las conversaciones de un esquema de “patear hacia adelante” (“step up”), que permita que la carga de las erogaciones sea baja al inicio y crezca con el tiempo
- Extensión de los plazos con los acreedores privados, también sin quita y con aval del FMI
En una de sus visitas a la provincia de Córdoba, el triunfador en las primarias nacionales le puso a todos esos puntos el nombre de “modelo Uruguay”, una reestructuración considerada “amigable”, por haberse concretado sin quita, motivo por el que fue apoyada por el FMI. La idea fue bien recibida por un mercado plagado de grupos voraces, a la pesca de oportunidades y preocupados ante la posibilidad de un derrumbe financiero de estruendo. Dicen que, a mar revuelto, los pescadores ganan; debiera considerarse si, en plena marejada, no reina el “sálvese quien pueda” e intentar llevarse “algo” del valor nominal de los papeles de la deuda.
Más allá de los trascendidos estadounidenses que se potencian en Buenos Aires, seguramente los voceros del “Mexico” de Todxs tienen prohibido expresarse en favor de aquella “quita” que se le atribuye al deseo fondista. Sin embargo si el organismo multilateral se encarga de construir la alternativa, la “presión” podría ser utilizada para desprenderse de otros condicionamientos que Fernández no está dispuesto a pagar.
Un esquema de estas características, que no figura de modo explícito en la carta orgánica del FMI, depende de la fuerza interna que presente la Argentina del 10 de diciembre, aquellas construcciones políticas y electorales ya mencionadas, y de la amplitud y voluntad negociadora del organismo, en especial de su jefa flamante.
Para Kristalina también constituye un desafío, que la ocupa desde antes de asumir y tal vez sea el más difícil de su mandato. Tendrá que lidiar con el país “récord” negativo, con la presión del representante de Washington, pugnando por una propuesta restrictiva basada en aquellas extorsivas “facilidades extendidas”. La Georgieva, nacida hace 66 años en Sofía, podrá equilibrar esos empujones con las postura de los países de su continente de origen, casi unificados en el repudio al manejo sin códigos y arriesgado impuesto por Trump, con los intereses chino y ruso que se mueven en función de sus intereses en los mercados que abastezcan a sus economías y sin sujetarse a las visiones de Washington.
Cuando las calles porteñas, bonaerenses y de la mayoría de las ciudades del país todavía sigan alojando la alegría de la victoria y refrescándose con la bocana de aire que dará la partida del gobierno que más daño hizo a las argentinas y los argentinos en menos tiempo, los equipos de Los Fernández estarán en plena tarea, entre carpetas, tablas y planillas con las que, además de convencer al FMI, intentarán ante todo “entre la gente”.
Nota
[1]Carlos A Villalba: Albertonomics para Argentina: alimentos baratos, Vaca Muerta y alianza de clases. http://estrategia.la/2019/10/01/alberto-nomics-para-argentina-alimentos-baratos-vaca-muerta-y-alianza-de-clases/
* Periodista y Psicólogo argentino. Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (http://estrategia.la/). Miembro de La Usina del Pensamiento Nacional y Popular (http://www.usinadelpensamientonacional.com.ar)