Carola Chávez: Nadie es tan gafo
Cuando aparecieron las fotos de Guaidog con los Rastrojos, dijeron que él no podía saber que esos eran Rastrojos narcoparamilitares. Que cómo iba a imaginarse ese muchacho que caminaba por una trocha entre Colombia y Venezuela, distraído, pensando en una pacífica invasión a su propio país, que esos señores que le pidieron una foto podían ser unos paracos.
Cuando siguieron aparecieron fotos que complicaban aún más a Guaidog y al mismísimo gobierno colombiano, vinculándolos más allá de cualquier duda con una operación conjunta entre el presidente ficticio de aquí, el sub presidente de allá y los paramilitares colombianos, ya nadie trató de explicar lo inexplicable, sino que se hicieron los locos, como los niños que creen que cuando se tapan ya nadie los ve.
“Ya viene la Asamblea General de la ONU, vamos a armar un show allá para que no se note el chiquero que tenemos nosotros acá”… y en eso están.
Sobre montañas de líderes sociales asesinados durante su gobierno, Iván Duque prepara un discurso sobre la violación de derechos humanos, no en Colombia, no, sino en Venezuela. Sobre un país sembrado de coca, Duque va a hablar del narco estado venezolano. Haciendo operaciones conjuntas con Los Rastrojos, Duque va a denunciar al gobierno de Maduro de tener nexos con grupos terroristas. “Y no se va a notar, vea usted”. “Vamos bien”.
Tan bien van que apareció Lilian, como parte del elenco, en un conferencia allá en Nueva York, sueltas las trenzas y la lengua: “”En 2014, 2015, 2016, pedíamos comida y medicina a todo el mundo y la introducíamos en cajas, y los grupos irregulares y paramilitares lo secuestraban, secuestraban a los doctores que recibían las cajas. Hemos dejado todo esto. Ahora, en Rescate Venezuela tenemos capacidad para tener campos humanitarios en cada estado del país y la gente que nos ayuda es de todo el estado, y también grupos irregulares y paramilitares. Todos quieren cambio y quieren ayuda, todo el mundo en Venezuela”.
Tan aberrante fue su declaración, tan cínica, que corrió como la pólvora por las redes sociales y de ahí a los grandes medios que no pudieron evitar publicarla, porque se pueden hacer maromas para blanquear al golpismo antichavista, pero no tanto. Pero sí tanto, dijeron los medios digitales, como El Efecto Tuyuyo, que creen que el silencio no se nota, como creen que no se les nota el financiamiento de la Fundación Ford y El Departamento de Estado.
Y como Guaidog, cuando aparecieron sus fotos abrazado a Los Rastrojos, Lilian escurre el bulto de su descarada confesión aplicando la de Open English y que rechiquen, persueichon, mi no espik ingich, oquei. Es que Lilian sabe mentir en español, pero no en inglés.
Y uno que creyó haberlo visto todo de esta oposición capaz de todo, no deja de escandalizarse con lo rutinario, con lo cotidiano, con abundantes que son los escándalos que esta última oleada golpista produce, como si nada.
De tanta barbaridad vista y vivida en tan pocos meses, a mis 55 años descubro que en esa dirigencia antichavista el cinismo y la desvergüenza no tienen techo.
Y viene Fabiana Rosales con su gorra bordada con un escudo de letras dorado viejo, tipo Miss Venezuela, que dice “Despacho de la Primera Dama”, y su tuit de su nevera vacía, y su reloj Apple carísimo, chísimo, que mató de rabia y envidia a los pocos seguidores que le quedaban a su esposo.
Y el titular de El Estímulo de hoy: “Con Juan Guaidó en la AN, Nicolás Maduro de gira por Rusia, Delcy Rodríguez en la ONU y Diosdado Cabello por Corea del Norte ¿quién es el presidente dentro Venezuela?” y ellos mismos se responden con una foto a Guaidog con sonrisa de idiota (porque cada quien sonríe como lo que es). Entonces entiendo que tampoco tienen techo el ridículo y la estupidez.
Se van quedando solos. Tanta locura, tanta incoherencia sostenida durante tantos meses con mocos y saliva tenía que reventarles en la cara. Ya no le pueden pedir a sus bases que se hagan los gafos, que les crean que Lilian no habla inglés, que Fabiola tiene un Iwatch y no tiene huevos, que Guaidog sí los tiene… no pueden pedirle a la gente que estacione su cerebro durante tanto tiempo porque en algún momento el cerebro se tiene que rebelar. Y se rebela y quiere diálogo y suspira con alivio cuando empezamos a dialogar.
Y es que nadie es tan gafo… bueno, solo Guaidog que, barranco abajo y sin frenos, sigue diciendo “Vamos bien”.